*Las Ráfagas de las AK-47 Resuenan en el Estómago
*Entre Encobijados y Descuartizados, la Historia
*Cada fin de Semana las Cifras son Abultadas
*Los Muertos VIP, en EU; los de Segunda, en CJ
*No hay Coronas de Muertos, ni Twits Públicos
Por Rafael Navarro Barrón
Es difícil la vida en Ciudad Juárez. Las autoridades de los tres niveles de gobierno justifican la acción del crimen organizado con la clásica versión de que la “frontera más grande de México” es un sitio especial para el trasiego de la droga.
Y esa versión no la tragamos a diario para entender el porqué de las balas que emiten las potentes AK-47 que no resuenan en los oídos sino en el estómago; así se cuentan los muertos, por cientos y se superan las estadísticas mes a mes.
El lenguaje ha cambiado, porque la ocasión lo amerita. Por eso, en la jerarquización de las acciones del crimen organizado logramos definir inmediatamente el nuevo lenguaje y la barbarie de los criminales.
Cuando a un juarense le dicen que una familia fue acribillada podemos definir que fue objeto de un ataque orquestado por un grupo de imbéciles que utilizaron sus potentes armas para disparar más de 120 balas de alto poder.
Y luego viene el recuento oficial que revela la muerte de una niña y dos jovencitas, además de su tío que era el blanco del ataque armado.
Pero también hay “encobijados” en las calles de Juárez, gente tirada en las calles; un viejo cobertor y cinta canela enredan a un hombre o a una mujer ligada al crimen organizado que son arrojados de vehículos en movimiento después de torturarlos ferozmente.
Y si de terror se trata, el crimen organizado también cercena, mutila y corta en pedazos los cuerpos humanos para tirarlos en las calles. La cabeza, casi siempre, es colocada en el interior de una hielera de unicel con un mensaje que justifica el cruel asesinato.
Cuando los cuerpos son dejados en los vehículos, justamente en el maletero de un vehículo, se le llama encajuelado; si es cubierto de cinta adhesiva, se le llama “enteipiado”…para toda actividad criminal existe una forma de adjetivo que es utilizado por la prensa y por los funcionarios de la Fiscalía General del Estado.
Y DEL OTRO LADO: UNA HISTORIA SIMILAR
En Estados Unidos, en la ciudad fronteriza de El Paso, Texas un desquiciado mató a 22 personas mexicanas, algunas de ellas con residencia en Ciudad Juárez.
Murieron por las balas de una potente arma de fuego, también AK-47. Gente de todas las edades fueron asesinadas o heridas hasta llegar a 22 en la primera cuenta y 26 en la segunda, la de los sobrevivientes, algunas de las personas masacradas quedaron irreconocibles.
La cifra de muertes registradas ese fatídico sábado 2 de agosto en El Paso, Texas son exactamente iguales o ligeramente menores a las que se registran en Ciudad Juárez cada fin de semana.
Las acciones calan porque hay muertos de primera y de segunda. Los muertos VIP se registran en los Estados Unidos, los de Ciudad Juárez son de segunda.
Las instituciones mexicanas mostraron sus condolencias al gobierno de Trump. El canciller mexicano del gobierno de México, el mismo presidente de la república, el gobernador del Estado y el alcalde, se tomaron el tiempo para ‘twitiar’ y de asistir a dar sus condolencias a las familias de los caídos en esa masacre artera.
En Ciudad Juárez no hay coronas de muertos, ni twits públicos con mensajes luctuosos, los gobernantes no asisten a los funerales de las niñas asesinadas en una masacre que se convirtió en noticia internacional.
Deducimos que hay crímenes de primera y de segunda. Los criminales mexicanos, identificados como miembros de la banda los Mexicles, no ameritan estar en las esferas de la competencia internacional para alcanzar la altura de un pronazi asesino que viajó de Dallas a El Paso para matar a 22 mexicanos en un Wal-Mart.
Y mientras el FBI investiga, se introduce a la mente criminal del joven sicario, revisa una y otra vez los videos para determinar si se trató de un asesino solitario o de un grupo de sicópatas, en México se analiza el crimen de las tres niñas y su tío.