Por Dr. Enrique González Casanova
Uno de los más importantes prospectivistas contemporáneos, el francés Michel Godet, considera que cuando se desea pensar en escenarios a futuro, no se puede dejar de reflexionar sobre el pasado. Solamente así será posible lograr un avance que garantice una mejor situación.
Hoy, el gobierno federal insiste en transformar estructuras y conductas de manera radical. Su esfuerzo finiquitaría abusos, omisiones y yerros pretéritos y lograría el acceso a un estadio de bienestar y armonía en un contexto democrático y de plena legalidad. Su trabajo habrá de diferenciarse de los gobiernos predecesores pues dejaría atrás todo lo que ha impedido salir adelante a las grandes mayorías de la nación.
Pero atender necesidades reales, por ejemplo la pobreza, obliga a saber con exactitud lo que la ha creado y lo que ha hecho que se reproduzca al grado de poner en riesgo la misma reproducción de la sociedad. Si se piensa que la repulsa a lo sucedido anteriormente en su conjunto es atinado, las probabilidades objetivas de hallar alternativas viables disminuyen o se desvanecen.
No sirve recurrir a un discurso que se estaciona en usar adjetivos calificativos muy abstractos y poco útiles en el mundo contemporáneo. Si se insiste en atribuir el retraso de varias áreas de la nación a conservadores y neoliberales, lo más que se podría lograr es la creación de frentes ideológicos con poco o nulo sustento. Los grandes problemas nacionales van más allá de desplantes propagandísticos.
Convendría revisar, ya que al Presidente de la República, le gusta el análisis histórico, lo realizado por los gobiernos mexicanos, al menos, desde 1917 al día de hoy. Ello permitirá tener una mejor aproximación a aquello que se aspira a solventar.
Un estudio somero daría una visión más cercana y objetiva a lo sucedido en el país en poco más de un siglo. Si se hace este esfuerzo, destacará el hecho de que todos los gobiernos posteriores a la revolución mexicana, no han mantenido una sola posición en materia económica. De Venustiano Carranza a Abelardo Rodríguez, la posición de quienes regían a la nación fue, principalmente, consolidar su posición hegemónica. Difícilmente, sus acciones privilegiaron un modelo específico. Fueron pragmáticos. Ese pragmatismo continuó de Cárdenas a López Portillo. El general Cárdenas jamás tuvo como prioridad económica la nacionalización de la industria petrolera o una mayor intervención directa del estado en la actividad productiva. Lo hizo como reacción y no como propósito. Sus sucesores no renunciaron al pragmatismo y combinaron políticas estatistas, proteccionistas y liberales. Los matices existieron, pero las combinaciones también.
La denominada era neoliberal, 1982-2018, tampoco renunció a la combinación de distintas posturas en economía. Las administraciones correspondientes a dicho periodo combinaron la ortodoxia fiscal y las privatizaciones con políticas asistenciales muy parecidas a las del actual gobierno.
Son muchos y muy amplios los temas que marcan la vida económica, no obstante, además de apreciar sus grandes y visibles limitaciones, también habría que tomar en cuenta que ha habido aspectos adecuados. México en 1900 era un país insignificante en su economía. Hoy se encuentra entre las quince economías más importantes del mundo. Ese sólo aspecto habla de que algo sí sirvió. Una reflexión pausada podrá centrar cuáles son las taras y cuáles los aciertos. Entonces, la transformación podría ser más efectiva.