Desde antes de que amanezca, en la esquina de Calle Cuarta y Octava Avenida en el centro de Tapachula, decenas de migrantes acuden todos los días a las oficinas de la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (Comar) para aclarar su estatus legal y poder transitar libremente por el territorio mexicano.
Familias enteras provenientes de distintas naciones de Centroamérica, África y el Caribe entregan una solicitud de asilo político, cuyo análisis y respuesta demora de tres a cuatro meses, en los cuales deben permanecer en esta ciudad.
Por momentos las filas alcanzan cuadras enteras y otras veces se aglomera una multitud en la puerta de la institución.
Con la mano alzada, los migrantes agitan sus hojas de solicitud teniendo esperanza y a ratos desesperación en búsqueda de ser atendidos o de escuchar su nombre para conocer el avance de su trámite.
La fachada de la Comar está bordeada por una reja metálica café sin visión hacia dentro y con alambre de púas. El perímetro cuenta con una abertura de unos 30 centímetros y con barrotes en la parte inferior, por lo que las personas en la calle se hincan en la banqueta para comunicarse con sus conocidos que consiguieron pasar.
La familia Hernández, de 15 integrantes y proveniente de El Salvador, llegó a México hace dos semanas, desde entonces entregaron su solicitud de asilo y acuden diario a conocer los avances.
“Venimos huyendo por los pandilleros, estamos viendo a ver si nos dan un permiso para poder trabajar aquí, para ver si aquí se puede sostener la vida que no tenemos allá”, declaró la señora Soledad Hernández.
Dos de sus nietos se quedan a dormir en las instalaciones de la Comar para que por la mañana los llames y les den información de su caso.
“A nosotros nos dijeron que hasta el 16 del otro mes (julio), vamos a ver qué dios dice, porque tenemos que conseguirlo, traemos niños chiquitos”, compartió Soledad Hernández.
Las horas del día son insuficientes para atender todas las solicitudes y las autoridades se han visto rebasadas en sus capacidades de dar respuesta a los migrantes, quienes acuden a albergues mientras su trámite se resuelve.
Por la noche, personal de la Comar anota en una lista a las personas que atenderá al día siguiente, aunque dicha lista tampoco alcanza para el número de personas que se quieren anotar, por lo que las filas afuera de la institución parecen permanentes.