Por Jesús Michel Narváez
Como todos los enfrentamientos entre fuerzas de seguridad y estudiantes (acompañados de maestros), son recordados por el abuso de la fuerza.
Tlaltelolco fue el inicio. El Halconazo su continuación.
Hace 48 años se registró aquel choque. Y las imágenes e investigaciones presentadas en la cinta Roma, nos desvelaron que los ninjas aprendieron a serlo en Nezahualcóyotl, en donde los lodazales, los enormes terrenos áridos, la falta de higiene y el pandillerismo que encontró ahí refugio, eran sus símbolos. Lo son.
Aquellos jóvenes pagados en la nómina de la entonces Regencia del Distrito Federal a cargo de Alfonso Martínez Domínguez, recibieron la orden: detengan la marcha. Había salido del Casco de Santo Tomás y caminaba por la Calzada México-Tacuba y la altura y el hoy Circuito Interior, frente al Cine Cosmos, aparecieron los jóvenes vestidos de negro y armados con sables de kendo (shinai) arremetieron contra los estudiantes a quienes no pudieron detener los retenes de granaderos.
No solamente portaban los sables sino también armas de fuego como fue confirmado en las averiguaciones previas posteriores al enfrentamiento.
Hasta la fecha se ignoran las razones por las cuales el gobierno de Luis Echeverría avaló la creación de Los Halcones, aunque hay referencias que indican el temor de manifestaciones estudiantiles que terminaran como el movimiento del ’68.
Desde la noche del 30 noviembre de 1970, cuando se dio a conocer el gabinete que acompañaría la gestión presidencial, advertía la inconformidad de quien fue nombrado Regente del Distrito Federal.
Alfonso Martínez Domínguez, quien coordinó la campaña presidencial de Echeverría desde su posición como presidente del CEN del PRI y quien mantenía estrecho contacto con Gustavo Díaz Ordaz –quien gobernó hasta el último momento de su mandato- y esperaba ser designado secretario de Gobernación. Sin que existan pruebas documentales y si las hay, se encuentran resguardadas en alguna cápsula del tiempo, se especuló que el Regente actuó por decisión propia par “hacer sentir su fuerza”.
Pero el tiro le salió por la culata: fue removido del cargo y lo acompañaron el procurador general de la República, el jefe de la policía capitalina y el procurador de justicia del Distrito Federal.
Sin encontrar culpables, todos siguieron sus vidas. Martínez Domínguez fue reivindicado por José López Portillo al concederle la candidatura del PRI al gobierno de Nuevo León, estafeta que recibió de manos de Pedro Zorrilla Martínez.
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