Primera llamada, primera

Por Miguel Tirado Rasso

mitirasso@yahoo.com.mx

El domingo pasado se celebró la primera jornada electoral de la temporada de la 4T, en seis estados de la República (Baja California, Puebla, Aguascalientes, Durango, Quintana Roo y Tamaulipas), proceso que aconteció casi de manera sigilosa, ante la indiferencia mostrada por la ciudadanía, reflejada en el escaso número de votantes que acudieron a las urnas. Histórico proceso, pero por el grado de abstencionismo ocurrido en las seis entidades, en una penosa coincidencia que debe llamar la atención y preocupar a políticos y partidos.

Porque, si bien, la participación ciudadana siempre es menor en las elecciones locales que en la presidencial, cuando están en juego las gubernaturas suele haber cierto entusiasmo para acudir a votar, lo que ahora, en los casos de Baja California y Puebla, no ocurrió. Por esta circunstancia, los candidatos ganadores, en esta ocasión, resultaron electos por una minoría preocupante y poco representativa.

Por ejemplo, en Baja California el porcentaje de participación ciudadana registrado por el INE fue de 29 por ciento. El candidato a gobernador por Morena en ese estado, Jaime Bonilla, aparece como triunfador con 50.38 por ciento de votos emitidos. Si esto se oficializa, Bonilla será gobernador gracias el voto de un poco más de 14 por ciento de los electores de la lista nominal.

Y en las mismas está el caso del polémico candidato morenista, Miguel Barbosa, por la gubernatura de Puebla. Con todo y que, según las encuestas publicadas durante la campaña electoral, los números de simpatizantes de este candidato eran considerables, resultó que, a la hora de ir a votar, la mayoría de los electores tuvieron otras prioridades entre las que no estuvo acudir a las urnas. Si bien, este candidato aparece arriba sobre su contendiente panista Enrique Cárdenas, por lo que resulta ganador de la elección, su ventaja se redujo a sólo diez puntos. Un poco más, y le dan un buen susto.

En Puebla la participación de votantes fue de 33 por ciento, y Barbosa sumó poco más de 44.67 por ciento de votos, por lo que, de confirmarse su triunfo, será gobernador por el respaldo de menos de 15 por ciento del total de ciudadanos con derecho a votar. Patética realidad, aunque legal porque no parecen haberse dado conflictos suficientes como para anular la elección, pero de legitimidad, mejor ni hablamos.

El abstencionismo resultó arrollador en estos comicios. Habría que decir que ésta es la nota sobresaliente. En Durango votó el 45 por ciento de electores; en Aguascalientes, el 38 por ciento; en Tamaulipas, 33 por ciento, y en Quintana Roo, el ¡22 por ciento!

Como ya es costumbre en nuestros comicios, todos, candidatos y dirigentes de los partidos se declararon triunfadores al poco tiempo de que se cerraron las casillas. Unas horas después, los informes oficiales fueron despejando las dudas y ubicando a los contendientes en la triste realidad de sus números.

Como era de esperar, Morena se llevó las dos gubernaturas y en Baja California, además, tuvo carro completo, ganando los cinco municipios en disputa y todos los diputados al congreso local (17). Sorprendente para un partido de reciente creación, sin mayor arraigo local, pero que los conflictos internos de sus contrincantes y la débil convicción ideológica y oportunismo de muchos, lo convirtieron en una aplanadora de coyuntura, con el mejor resultado para Morena en esta jornada electoral.

Curiosamente, en el extremo opuesto, geográficamente hablando, este partido también tuvo buenos resultados. En Quintana Roo, ganó 11 de 15 distritos electorales. Pero para las expectativas que tenían los morenistas en esta jornada electoral, las cosas resultaron un tanto decepcionantes. De los seis estados, sólo pueden presumir de los resultados en dos: Baja California y Quintana Roo, porque en el resto, y a pesar de su circunstancia de partido en el poder, su actuación fue muy pobre. Quedó claro que Morena todavía no logra convertirse en un verdadero partido y que sigue siendo muy dependiente de la influencia y popularidad de su fundador, a quién, sin duda, habría que abonarle estos triunfos.

El PAN, por su parte, logró mantener la mayoría en el congreso local de Tamaulipas, al ganar 21 de 22 diputaciones. También en Aguascalientes, tuvo buenos resultados, pues ganó 5 de 11 presidencias municipales y, en Durango, en alianza con el PRD, se llevó 16 de 39 diputaciones y dos más, sin alianza. Aunque el blanquiazul fue la única oposición que se enfrentó con posibilidades a Morena, urge que sus dirigentes y sus personajes ilustres cierren filas, eviten divisiones y pulan una estrategia para recuperar terreno y posicionamientos. Ya vieron que es posible ganarle al partido en el gobierno.

El PRI resultó el gran perdedor en estos comicios. Sólo en Durango pudo lograr algunos triunfos (16 diputaciones de 39) porque en el resto, quedó reducido a un tercer lugar, en el mejor de los casos, muy lejos de sus épocas de oro en las que arrasaba con todo. Sus candidatos a las gubernaturas de Baja California y Puebla, dieron pena. En el primer caso, quedó en quinto lugar, más de 40 puntos abajo del ganador.

En Puebla, en tercer lugar, casi 26 puntos abajo del número uno. En Aguascalientes ganó una alcaldía y en Quintana Roo, una diputación. Esa fue su cosecha electoral de 2019.

Llama la atención que su dirigente, Claudia Ruiz Massieu, declare que no le fue tan mal al tricolor, pues no perdió su registro en Baja California, como algunos lo habían pronosticado, dijo, y, esto, ella lo considera como un logro. Si esos van a ser ahora los parámetros con que se va a medir el desempeño de este partido, ni manera de ayudarlo.

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