Gobernantes Capitalinos, Como en Botica

Por Nidia Marín
No, los jefes de gobierno de la Ciudad de México ya no son como los gobernantes de antes. Hoy la titular Claudia Sheinbaum, suponemos que, por órdenes, pero también por convicción, es tan austera como una carmelita descalza.
Pero por los rumbos del zócalo ha habido de todo, desde bullangueros hasta espartanos.
por “Casitas”, es decir Fernando Casas Alemán, a veces se descolgaba por algún restaurante de Madero o de la dorada Alameda Central para escuchar al pianista en turno y tomarse una copilla.
El “Regente de Hierro”, Ernesto P. Uruchurtu, ya lo hemos dicho, no fumaba, no bebía y lo demás quien sabe. Es más, ni siquiera se acercaba al Centro Mercantil donde la cantante Esmeralda, recargada sobre un piano negro entonaba “Como un abanicar de pavorreales…”
Y qué decir de Alfonso Martínez Domínguez, era hombre de familia. Un día que mi hermana Aida y esta reportera regresábamos de Michoacán, nos detuvimos a comer en La Escondida. Ahí estaba don Alfonso, acompañado de su hija, recién desempacados de la Tierra Caliente, llevando el ritmo de “La Bella Lola” sobre la mesa. “Y nosotros los pobres marinos, hemos hecho un barquito de vela…”, entonaban “Los Bribones”. Claro, en esos momentos (finales de los setenta) ya los alados personajes represivos, “Los Halcones”, habían dejado su huella en el ex regente.
“Chonito”, su sucesor, es decir Octavio Sentíes Gómez, no modificaba el esquema. Una copita de vez en cuando, en reuniones familiares, sin sobrepasarse, claro.
El profesor Carlos Hank González, gustaba de la buena comida y el buen vino y todo parece indicar, que no tenía lugar de polendas que le fuera aborrecido.
Ramón Aguirre Velázquez, en cambio, era bohemio de afición. A la primera provocación ya estaba cantando: “quise motivar tu vida, quise motivar tu vientre, quise motivarte toda, quise motivarte siempre…” Así fue aquel día en que Humberto Romero, entonces su Jefe de Prensa, organizó una comida para el “tarasco power”, los reporteros oriundos de Michoacán. Y allá, en un lugar de Coyoacán, estábamos disfrutando los tacos de carnitas, Manuel Magaña Contreras, Salvador Flores Llamas y esta reportera, entre otros compañeros de la tierra de los amores, cuando sin decir ¡agua va! llegó Ramón Aguirre acompañado de Cantinflas, Carlos Amador, Alberto Isaac, Joaquín López Dóriga, León García Soler y… ¡se armó! Cantinflas se subió a la mesa, cantó, bailó, brindó y casi, casi, terminó en un “tete a tete” con el de junto, como en la escena de la película “Águila o Sol” con Manuel Medel y entonando aquello de “queee te falta, mujer, queee te falta”.
¿Y Ramón Aguirre? El cantó “Motivos”.
Muy serio, muy serio era Manuel Camacho Solís, hasta que le ganó la risa y se reventó un danzón. ¿Dónde? En el Salón México se deslizó en los brazos de doña María Rojo. Al ritmo, la llevó de la cintura. Y justo es decir que no hicieron la tarea… “¡Ayyy! Juárez no debió de morir, ¡ayyy! de morir…”
¿Y su sucesor? Manuel Aguilera Gómez, platicador y buen bebedor, prefería las conversaciones en los restaurantes y, a veces, sólo a veces, se divertía con los periodistas.
Oscar Espinosa Villarreal sí era jaranero, aunque no cotidiano. En ocasiones, se le encontraba en algún bar, acompañado de sus colaboradores, disfrutando las canciones de algún trío.
Cuauhtémoc Cárdenas no. Aunque en los festejos con los periodistas se tomaba una copa de tequila. Así fue al concluir una gira a Santo Tomás Ajusco (el pueblo perteneciente al entonces Distrito Federal más alejado del centro de la ciudad). Con la capital a sus pies, en una fonda chiquita (no, no parecía restaurante, sino fonda chiquita), disfrutó la copita, mientras unos músicos callejeros, con todo y redova, se lanzaban con “…caminos de Michoacán y pueblos que voy pasando, si saben en donde está por qué me la están negando, díganles que ando en Sahuayo y vooooy p’a Ciudad Hidalgo”.
Rosario Robles era otro cantar. Bebía refresco y nunca, en su breve mandato, se le vio de picos pardos. Sólo acudía a los brindis de fin de año, del Dia de la Libertad de Prensa y una que otra comida. Pero ya sin el cargo, después se enamoró y ya no supimos…
Andrés Manuel López Obrador, por aquello de las mañaneras del antepasado, se dormía temprano. Era parte del club de los funcionarios madrugadores (hoy también). Decía Leonel Godoy cuando era secretario de Seguridad Pública: “si ven que en la mañana tengo la gabardina puesta, es que abajo traigo mi mameluco”. Así era, hasta que un día… también le ganó la risa y se descolgó para apreciar “Aventurera”. Después del mambo y las canciones arrabaleras a morir, de esas que horadan las entrañas, porque “vende caro tu amor, aventurera, vende caro tu dolor…”, al día siguiente, en su conferencia de prensa mañanera, dijo: “hoy no quiero pelear”.
Priistas y panistas andaban gestionando que lo invitaran a ver otra obra de teatro, aunque los perredistas estaban preocupados porque no le podían borrar la sonrisa.
Alejandro Encinas era muy serio. Y no le deba tiempo de nada porque tuvo que apechugar la mayor parte del mandato de Fox, en el palacio de gobierno capitalino. No, no fue fácil.
¿Y Marcelo Ebrard? No sé si ahora, pero antes gustaba de la buena mesa y el buen vino acompañado de un selecto grupo de señores y señoras.
Por su parte Miguel Ángel Mancera, a veces se descolgaba por Coyoacán y ahí en la fonda “La Lupita”, se paraba a bailar, por lo regular el solito daba pasitos p’a delante y pasitos para atrás.
Todo indica que José Ramón Amieva, quien sucedió a Mancera en la Jefatura de Gobierno, era del equipo austero, pero que lo sepamos con certeza ¡pues no!
¿Y la señora Sheinbaum?
A ella le gusta remar… a contracorriente ¡por supuesto!

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