Por Jesús Michel Narváez
Creer o no la existencia de una “san distancia” entre el Presidente de la República y su, de su propiedad, suya, de él, partido, Morena, se vuelve síntoma de dogma.
Él afirma no saber qué pasa en su partido.
“Tengo licencia”, diría en su mañanera.
Y afirmaría que tiene mucho trabajo: el de gobernar para todos los mexicanos.
¿Para todos?… ¿incluidos los fifís?
Preguntas que emergen cuando secciona, divide al país con sus descalificaciones dirigidas a aquellas personas que cuestionan sus decisiones.
No hay mitin, asamblea, foro, en el que no hable mal de los que dudan de sus acciones de gobierno. Se monta en el ferrocarril del pasado y culpa a otros, a todos, de los males del país.
Vaya, España es responsable de la pobreza de los mexicanos, según su punto de vista.
Y no reclama indemnización alguna.
Solo exige que el Rey Felipe VI y el Papa Francisco pidan una disculpa por las atrocidades cometidas por Hernán Cortés.
Cuando dice no estar enterado de lo que pasa en Morena y que nadie le pregunta nada, cosa que agradece, pareciera remontarse a 1994, el aciago año del PRI y en el que uno de los tres que no tenía impedimento para ser candidato, declaró la sana distancia de su partido.
¿De verdad alguien cree que en Morena se mandan solos?
A lo mejor en lo personal el Presidente no mete las manos pero ¿Qué tal sus hijos?
En el Presidente vive aun su priísmo primigenio. De eso no hay duda.
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