Por mi Raza Hablará el Espíritu… sin Error de Dedo

Por Nidia Marín

Rememoró Miguel León Portilla que quien fue rector de la UNAM, don Antonio Caso, “con fino humorismo” describía “lo dificultoso” que resultaba el ejercicio de gobierno interno de la casa de estudios.

Refiriéndose a la autoridad del rector, decía que era como una especie de jefe de un hipotético estado sin policía ni ejército y también sin capacidad para allegarse por sí mismo un presupuesto, pero que, en cambio, en él todos los ciudadanos gozaban de fuero.

Expuso el filósofo e historiador en la Revista de la Universidad de México hace varios años:

“Por su misma naturaleza, la autonomía universitaria es frágil y vulnerable. La experiencia muestra que varias veces se ha buscado introducir en ella elementos que la distorsionan o la paralizan y asimismo se ha intentado someterla a intereses ajenos a su propia organización y forma de gobierno”.

En un artículo denominado “Humanidades, Ciencias Sociales y Autonomía Universitaria”, señaló:

“Ante tales riesgos bien pueden aplicarse a la Universidad dos antiguos adagios, uno de origen griego y otro de procedencia indígena náhuatl. El primero es médenágan, que significa “nada en exceso”. El segundo, tal vez aquí más pertinente, es tlahco huiloa, tlahco nemoa, “por el medio se vive, por el medio se anda”. El medio que aquí importa -agrega- es el de la autonomía frente al extremo de la anomía o degradación de las normas propias y también en contraste con el otro extremo que es el de sujetarse a una heteronomía, es decir a imperativos ajenos a los que emanan de la propia institución. Existir como entidad autónoma de derecho público no es un regalo o concesión del Estado sino una conquista del pensamiento que sólo puede desarrollarse en un ámbito de libertad”.

Hoy, cuando la UNAM está a punto de cumplir 90 años de que fue decretada su autonomía, (el 23 de mayo de 1929), mediante la Ley Orgánica, aun no han corregido “el error de dedo” que pretendió arrebatarle que se gobierne a sí misma, elija libremente a sus autoridades, ejerza su presupuesto   con la aprobación previa del Consejo Universitario, rinda cuentas anualmente y apruebe, vía dicho consejo, los estatutos de los docentes e investigadores, además de los planes de estudio.

Ello sin contar la libertad que existe para la realización de la investigación, la docencia y la difusión de la cultura.

Pero en la historia de la UNAM, siempre han existido quienes pretenden coartar esa libertad. No sabemos si en los actuales tiempos sea el caso, pero en el trabajo de León Portilla recuerda: “…el célebre debate que sostuvieron públicamente los maestros Antonio Caso y Lombardo Toledano cuando este último propugnaba por imponer el pensamiento marxista como normativo en la Universidad. La libertad de cátedra prevaleció contra viento y marea”.

El historiador citó las palabras célebres y jocosas que pronunció entonces don Antonio Caso y que provocaron el regocijo del auditorio. Señaló que aludiendo al concepto marxista de las masas o proletariado, dijo él: “Porque, señoras y señores, en cuanto a mí, entre las masas y las misas, me quedo con las mozas y las musas”.

Y hace notar:

“La victoria del maestro Caso no significó que el pensamiento marxista fuera expulsado de la Universidad, sino que no por imposición, sino por libre elección, algunos maestros pudieran adoptarlo, como de hecho ocurrió entre algunos, sobre todo en las Facultades de Economía y Filosofía y Letras”.

Precisa, pues don Miguel:

“La docencia en libertad no sólo se ha ejercido sino que se ha traducido en la formación de muchos miles de estudiantes que se han preparado para hacer frente y participar en la solución de muchos problemas que conciernen al ser de nuestro país. Debemos recordar que no pocos de los maestros que actualmente ejercen su profesión en otras universidades y centros académicos del país se han preparado en la gran Alma Mater que es la UNAM”.

Bueno, los que amamos a esa casa de estudios esperamos que con motivo del 90 aniversario cercenen el error de dedo que lesiona la autonomía y piensen en que: “Por mi raza hablará el espíritu”.

¡Estamos, legisladores o tienen línea para que no sea así!

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