Po Jesús Michel Narváez
Después de “reservar” la información correspondiente a la investigación del accidente en el que perdieron la vida la gobernadora de Puebla, Martha Erika Alonso, su esposo, Rafael Moreno Valle, el piloto, el copiloto y el asistente del congresista, Javier Jiménez Espriú, rompió el silencio y difundió los audios entre los operadores de la Torre de Control y los pilotos.
Pero no lo hizo porque quisiera.
Se lo ordenó el presidente López Obrador.
Al escucharlos se revela que no hay nada que “ponga en riesgo la seguridad nacional” como argumentó la Secretaría de Comunicaciones y Transportes ante una solicitud formulada por el diario Milenio.
¿Por qué pretender sellar la información durante cinco años?
Nadie se lo explica.
Y salvo que los audios presentados ayer estén incompletos, no se advierte nada alejado de una realidad consumada.
¿Qué originó el accidente?
Eso no se informa en los audios. El que se haya perdido la comunicación antes de caer y estrellarse el helicóptero, podría ser la punta del iceberg.
Es especular. Mas no hay otra forma de tratar el tema, sobre todo por la negativa formal de entregar la información.
Se entiende que la investigación está en curso y que la secrecía de la misma obliga a no abrir la carpeta correspondiente. Lo que no se entiende es la explicación que se generó ante la solicitud de información.
Es probable que el titular de la SCT ni siquiera estuviera enterado de cómo va la indagatoria y qué se decía en los audios. Quizá derivó el tema en el subsecretario, su cuate, y por ello carecía de información.
Se abrió el audio y no pasó nada. ¿Por qué prestarse al sospechosismo?
¡Que lo explique el ingeniero! Porque no hubo más información que la generada por los audios.
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