El México de las Desigualdades de Quadri

Luis Miguel Martínez Anzures
Análisis. Artículo Invitado.

En días pasados, un comentario en redes sociales del excandidato a la presidencia de la república por el partido Nueva Alianza, Gabriel Quadri de la Torre, generó una ola de rechazo a nivel nacional, pero con especial énfasis en el estado de Oaxaca, por parte de políticos, funcionarios, legisladores y dirigentes sociales, entre otros sectores de la población.
Sus declaraciones expresaron lo siguiente:
“Si México no tuviera que cargar con Guerrero, Oaxaca y Chiapas, sería un país de desarrollo medio y potencia emergente”, escribió en su red social.
A la mañana siguiente, esta cuenta presentaba más de tres mil respuestas, más de 700 retwits y más de tres mil marcados como favoritos.
¿Pero, por qué duelen tanto estas declaraciones en la sociedad nacional? ¿Qué reflejan en realidad estos comentarios de parte de un político ampliamente identificado en el ambiente intelectual mexicano?
Convendría empezar con la respuesta a estas interrogantes dándole un vistazo al principal problema que vive México en su actualidad y que ha construido a lo largo de su historia moderna: la desigualdad intrarregional, la cual lleva a que subsistan dos tipos de país.
Debido a la falta de crecimiento y a la desigualdad, el desarrollo entre el centro y el sur del territorio nacional es comparable al contraste que prevalece entre países como: Tanzania, Senegal o Nepal. Incluso, a Oaxaca le tomaría 232 años alcanzar el nivel de ingresos que tiene la Ciudad de México.
Informes de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP) señalan que el producto interno bruto (PIB) per cápita de la capital del país, es siete veces mayor que el de Chiapas, lo cual refleja que los estados más pobres están creciendo a niveles más pequeños y un ritmo casi imperceptible en comparación a las entidades más ricas del territorio nacional. Esto, sin lugar a dudas, se convierte en un lastre (en términos fiscales) para las finanzas de la Federación. No así en el enorme tesoro cultural, geográfico y gastronómico que aportan a la nación.
Durante la presentación del Programa de Impulso al Sector Financiero, en Palacio Nacional, el subsecretario de la SHCP, Arturo Herrera, señalo que México no es un país pobre, pero sí con muchos pobres. El funcionario puso el dedo en la llaga. Todavía, medido por la definición de pobreza de ingreso, 50 por ciento de la población vive por debajo de la línea de pobreza. Esto significa que los ingresos económicos a nivel poblacional no alcanzan para cubrir las necesidades básicas de una familia en este país.
En este contexto, México creció entre 1997 y 2017 a tasas de alrededor de 2.3 por ciento y tiene una población que todavía aumenta a niveles de entre 1.4 y 1.5 por ciento, por lo que se puede inferir, que la tasa de desarrollo per cápita a nivel nacional, es de 1.10 por ciento en los pasados 28 años (el resultado puede obtenerse entre la resta del aumento poblacional y el PIB).
Por lo tanto, dicha tasa fluctúa muy abajo de la de países como Brasil, Argentina y Colombia, pares latinoamericanos en un camino de desarrollo económico similar a México, lo cual se ha convertido en uno de los retos más importantes de la nación a superar durante los siguientes años.
En lo que se refiere al ámbito bancario, sólo 28 por ciento de mexicanos tiene una cuenta de débito o de ahorro, lo que ubica al país, muchos peldaños debajo de China, con ingresos similares, y lo coloca muy cerca de naciones como Nicaragua, con un desarrollo humano más bajo o escaso.
Los resultados de dichos indicadores también nos dicen que, los mexicanos, no solamente no ahorran, sino que no cuentan con ingresos suficientes para hacerlo, limitando toda posibilidad de superación profesional y humana.
Amplias regiones del país (en especial el sur) no cuentan con los requisitos necesarios para generar mejores condiciones de vida en sus poblaciones, sin la intervención del Estado.
Sólo 40 por ciento de mexicanos tiene cuentas en las Administradoras de Fondos para el Retiro (Afore), pero únicamente 4.9 por ciento de ellos, realiza aportaciones voluntarias. Un dato escalofriante, si pensamos que esto significa que el empleo formal (aquél que garantiza un futuro con seguridad social y aportación económica para la vejez) es casi inexistente.
De igual manera, las Afore administran recursos (por 3 billones 327 mil 785 millones de pesos) equivalentes a 15 por ciento del PIB, en este rubro, el país está muy por debajo de otros, con niveles de desarrollo similares, como: Colombia y Chile, que manejan cuatro veces más ese tipo de cuentas.
Por lo que se entiende, la diversificación de estos ingresos les daría una mayor viabilidad financiera a los inversores, así como también a las instituciones crediticias que podrían diversificar sus ganancias y las de sus clientes.
Por lo tanto el problema de las declaraciones del ex candidato presidencial Gabriel Quadri, no estriba en su contenido, sino en la forma en cómo lo ha expresado y en su poca sensibilidad para hacerse entender.
Sin embargo, tal y como lo han demostrado los datos arriba referidos, es importante entender también, que gran parte de la sensibilidad e indignación social que han provocado sus palabras, se deben a que, en el fondo reflejan el gran rezago social y económico que la desigualdad en este país ha acarreado a comunidades tan grandes como los estados de Oaxaca, Chiapas y Guerrero.
Tengamos un criterio más amplio y agudo para entender que lo que verdaderamente debería molestarnos, no es la clasista posición ideológica de Quadri, sino la indignante situación económica que ha confinado a la pobreza y la miseria, durante generaciones al sur de México.

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