Lo de ellos, lo de ellos, no es la sensibilidad social, aunque se llenen la boca al decir que todo lo hacen en nombre y beneficio del pueblo mexicano. Sus acciones no sólo dejan mucho que desear, sino que los exhiben. Pareciera que los 30 millones de votos son una patente de corso que, por cierto, se está agotando.
¿Cómo es posible que mientras los padres de familia de la capital del país y otras ciudades de varios estados de la república, velan en las madrugadas para obtener algunos litros de combustible (que no siempre logran por lo que el ausentismo escolar y de los empleos está a la orden del día), los funcionarios estén gozando de las mieles del poder, más no tomen en cuenta las hieles sociales actuales?
El disfrute de Claudia Sheinbaum en Xochimilco, por ejemplo, me dio tristeza. Y más al recordar la canción de Chucho Monje:
“Adornadita de flores/ pásenle señores/ quien quiera pasear. / No hace falta gasolina/ pues mi golondrina ya sabe volar”.
Sí, ella no tiene que acudir de madrugada a las gasolineras. Puede darse el lujo de irse a remar para calmar sus nervios de punta, porque no puede decirle “no” a su jefe y debe admitir el desabasto, los enfrentamientos, la irritación de los capitalinos que a 45 días de mandato federal y ocho de desabasto de combustibles ya están desesperados.
En cuanto a los remeros, hombres y mujeres, los admiro. Soy de tierra adentro. Nací junto a lagos, presas, lagunas, ríos y pozas de aguas termales, por lo que la visión del agua está asociada al remo, además de que como deporte me parece un esfuerzo maravilloso.
Más para todo hay momentos. Y los actuales no son los mejores para ir a remar, cuando la crisis de combustibles está causando estragos sobre todo en la gran ciudad, que se prefiere no ver, como son, por ejemplo, la acumulación de basura en casas, negocios, mercados y por ende de microbios que pululan en el aire, así como el incremento de la fauna nociva. En su momento arribarán sumas y restas.
Es el caso también de la señora Rocío Nahle, quien en plena demanda de gasolina disfrutaba de un partido de futbol y hasta twitteaba sobre su equipo favorito.
Y también del señor Romero Oropeza, uno de los hilos más delgados de la actual administración, enclaustrado, quien no ata ni desata.
Es probable que piensen que es la odiada clase media la que está padeciendo, pero olvidan también a toda la gente del campo que debe vender sus productos en la ciudad para subsistir y a tantos y tantos de los que dicen proteger.
Hasta ahora los funcionarios han tenido dificultades para responder con eficacia y para velar porque los tres niveles de gobierno (federal, estatal y municipal) y el poder legislativo, cuenten con los debidos conocimientos teóricos y prácticos y con mecanismos de coordinación para dar la respuesta más adecuada. Hay una sola voz que, lo estamos viendo, cuando se equivoca causa caos.
Algún día de 2013 escribió José Elías Romero Apis:
“…en la ciencia política, la indolencia se describe como la ausencia de toda sensibilidad social. También puede ser involuntaria o provocada, dependiendo de que el que la padece esté en el error o en el engaño. También puede llegar a la fatalidad. Muchas alteraciones políticas derribaron regímenes que nunca sintieron y, por ello, nunca supieron. Las formas extremas de la indolencia son la indiferencia y la inconsciencia”.
Por otra parte, como hoy se gobierna vía las redes, advierten Pablo Valenti, Ramiro López-Ghio, Mario Riorda y Fernando Straface, en su trabajo “El Gobernauta Latinoamericano” (estudio del perfil de los gobernantes latinoamericanos en redes sociales):
“Aquel gobernante, aferrado a las jerarquías tradicionales, se alejará más de las enormes posibilidades que le brinda la Era de la Colaboración.
“El Gobernauta es incompatible con el uso arbitrario y personalista del poder, y con la utilización que muchos líderes han hecho de la burocracia para construir posiciones de poder”.
Tristemente hoy, ya se observó hay una absoluta carencia de sensibilidad social. Pareciera que el eslogan es “que se amuele la gente”.