Tema Principal

La Crisis más Severa en la Historia del PAN

*Incomparable Hasta con la de Hace 27 Años
*No Están los dos Expresidentes de México
*Una Serie de Traiciones de Ricardo Anaya
*A Espaldas de la Militancia, la Rara Coalición
*La Reconstrucción: el Retorno a la Esencia

Por Jesús Michel Narváez

Está herido y de gravedad. Se encuentra en terapia intensiva y el hospital ya no tiene camas y faltan médicos, enfermeras, especialistas. El diagnóstico: perdió esencia programática y fue contaminado por el pragmatismo.

“El partido necesita cirugía mayor”, advierte uno de los galenos.

Así empieza el PAN el 2019 luego de la derrota sufrida en julio del 2018 y cuyas elecciones dejaron fracturas que no pueden ser operadas y corre el riesgo de amputaciones múltiples.

“Ricardo Anaya para lograr su candidatura dejó a la vera del camino muchos cadáveres políticos”, dice a MISIÓN POLÍTICA el potosino Alejandro Zapata Perogordo, militante de toda su vida en Acción Nacional.

El excandidato presidencial y exdirigente de Acción Nacional construyó una candidatura que, desde su óptica y del grupo que lo acompañó “tenía todos los componentes para que el PAN regresara a Los Pinos. Pero no le alcanzó el oxígeno por la división que generó su nominación”, cuenta otro panista cuyo nombre pide se guarde en reserva “para no echarle más leña a la hoguera”.

La actual crisis en el PAN es la más severa de su historia y acaso la defección de importantes personajes en 1992 pueda tener comparación. En aquella ocasión salieron Pablo Emilio Madero, José Ángel Conchello Dávila, Bernardo Bátiz y Vázquez, Jesús González Schmal y Jorge Eugenio Ortiz Gallegos entre los más relevantes.

Hoy rompen con su partido Felipe Calderón Hinojosa, Margarita Zavala y están en capilla Ernesto Cordero Arroyo, Salvador Vega Casillas, Jorge Luis Lavalle Urbina y Eufrosina Cruz. Javier Lozano Alarcón renunció. En 2014 durante la gestión de Gustavo Madero, el expresidente Vicente Fox dejó el partido que lo abanderó y lo convirtió en el primer presidente de México de oposición y defendió la plaza al apoyar contra su voluntad a Calderón.

La opción que tiene viabilidad para reconstruirse y representar a parte de la sociedad que está inconforme “es regresar a la esencia si bien el pragmatismo pudiera ser parte de la fortaleza no debe ser el activo mayor”, sentencia Zapata Perogordo.

Recuerda que las elecciones del 2018 “han sido las peores para el PAN” pero exalta la presencia de legisladores en el Senado y la Cámara de Diputados más los 12 gobernadores con que cuenta “para recuperarse y ser una verdadera opción de contrapeso, de oposición”.

Hasta ahora “el partido no se ha mostrado como la oposición que es y ello significa que tenemos que reflexionar a fondo para vencer el reto y evitar nuestra desaparición”, insiste el expresidente de municipal de San Luis Potosí, exsenador y exdiputado local.

LAS TRAICIONES DE ANAYA

Ricardo Anaya Cortés no brillaba en la LXII Legislatura. Era uno más de los 500 diputados y uno de los 114 panistas que formaban la bancada. Habían perdido 29 legisladores respecto de la LXI Legislatura.

Anaya fue designado por el jefe del partido, Gustavo Madero, presidente de la Mesa Directiva. Lo impulsó. Lo llevó de la mano para que brillara. Y el queretano aprovechó la ventana de oportunidad que se le presentó.

Se acercó a Manlio Fabio Beltrones y el sonorense lo acercó al presidente Peña Nieto quien le abrió las puertas de Los Pinos y lo apapachaba en público.

Anaya utilizó todos los canales para estar presente en los eventos políticos de relevancia. Sumó adeptos. Desde el CEN del PAN contaba con todo el respaldo. Se convirtió en secretario general para ocupar interinamente la presidencia mientras Madero lograba la nominación para ser diputado federal.

En 2015 y después de que Madero firmara el Pacto por México en su calidad de jefe nacional, regresó a San Lázaro. Había declarado que sería coordinador de los diputados federales y que Anaya, instalado ya como dirigente nacional, estaba de acuerdo en el nombramiento.

Sin embargo, Anaya rompió lanzas y desestimó a su mentor. Apenas si le permitió presidir la Comisión de Grupos Vulnerables. Al final del primer año de la Legislatura, en octubre de 2016 solicitó licencia para convertirse en el jefe de la oficina del gobernador Javier Corral Jurado, quien ganó las elecciones y cuya promesa de encarcelar al antecesor, César Duarte Jáquez, le dio la victoria.

En 2015 se eligieron 9 gobernadores y el PAN, aliado con el PRD y el MC, dio la sorpresa al ganar sus candidatos estados en los que jamás había perdido el PRI: Veracruz, Tamaulipas, Durango y conservando Baja California Sur y recuperando Querétaro y

Anaya atacó con inusitada dureza al presidente del CEN del PRI, Manlio Fabio Beltrones de quien durante la legislatura en que fueron compañeros le enseñó cómo nadar de mariposa, de pecho, estilo libre y hasta de muertito.

Posicionado como el “líder del PAN que más gubernaturas ha ganado”, Anaya inició la construcción de su candidatura presidencial “y dejó el camino sembrado de cadáveres”.

Su ambición por convertirse en candidato provocó la ruptura con cuando menos 5 senadores y con personajes que habían llevado la estafeta del PAN hacia la Presidencia de la República.

Durante el segundo semestre de 2017, Anaya generó espasmos en la militancia. Sin consulta previa –lo señalan las crónicas periodísticas- anunció el 4 de septiembre con Alejandra Barrales Magdaleno (PRD) y Dante Delgado Rannuaro (MC) a su lado, la creación de una coalición rumbo a las elecciones de 2018.

Todo se cocinó a espaldas de las tribus perredistas y grupos de militantes de Movimiento Ciudadano. Miguel Ángel Mancera, en su calidad de jefe de Gobierno de la Ciudad de México, cargo al que llegó postulado por el PRD, se convirtió en el impulsor de los “gobiernos de coalición” suponiendo que sería el candidato de la alianza. Anaya desconoció los acuerdos previos y con el respaldo de Barrales, quien aseguraba la candidatura para suceder a Mancera, avanzó en su proyecto.

LOS QUE QUERÍAN LA CANDIDATURA

A pesar de que Ricardo Anaya ganaba terreno en busca de la candidatura, se le atravesaron dos personajes que la pelearon hasta el final: Margarita Zavala y Rafael Moreno Valle. El control del padrón de militantes y el respaldo de gobernadores a los que llevó al triunfo dos años antes, permitieron que el Jefe Nacional del PAN se posicionara y dejara en el camino a sus adversarios, no sin antes zancadillearlos.

Zavala renunció al partido y generó un cisma al anunciar su candidatura independiente; Moreno Valle se plegó a cambio de dos posiciones: la de esposa en la candidatura por el gobierno de Puebla y su elección como coordinador de los senadores.

Mientras Anaya hacía campaña, Damián Zapeda Vidales presidía el PAN de manera interina y marcaba las líneas para que Anaya recibiera el respaldo de la mayoría de los políticos del partido y se preparaba para asaltar la coordinación de los senadores dejando de lado a Moreno Valle, a quien le concedieron la vicecoordinación. Instalado como senador cedió el cargo a Marcelo Torres Cofiño, otro panista cercano a Ricardo Anaya.

Zepeda se autodesignó coordinador, facultad del jefe nacional del PAN y aunque sufrió cuestionamientos, se mantuvo hasta que Marko Cortés Mendoza ganó la elección interna y se convirtió en el nuevo dirigente de Acción Nacional. Se vio obligado a renunciar a la coordinación senatorial unos días antes de que el michoacano venciera a Manuel Gómez Morín.

ANAYA DESAPARECE; AHORA ES ACADÉMICO

Pasadas las elecciones, Ricardo Anaya Cortés desapareció.

¿Dónde está?, le pregunta a Zapata Perogordo.

“No lo sé… no lo he visto desde hace algunos meses”, responde.

De acuerdo con versiones no confirmadas pero tampoco desmentidas, el expresidente del PAN se dedicará –si es que no lo ha hecho todavía- a la academia. Impartirá clases de buen gobierno en universidades de Estados Unidos y presuntamente participaría en la plantilladle docentes de la UNAM aunque la institución ha negado su contratación.

¿Qué tiene que hacer el PAN para regenerarse?

De acuerdo con Alejandro Zapata Perogordo el único camino es acercarse a la gente, recuperar sus principios y mostrarse como el partido que nació para ser oposición.

“Si no encontramos la manera de ser el partido que haga los contrapesos en la política nacional, el partido está destinado a desaparecer. En estos momentos el PAN se encuentra en el hospital, en terapia intensiva… necesitamos algo más que máquinas que lo hagan respirar…”.

Habla de Anaya y reconoce que es un hombre brillante cuyas experiencias como dirigente y como candidato debe compartir con la militancia para no volver a cometer los errores que llevó al partido a su sufrir la más dolorosa de las derrotas y el abandono de la sociedad.

“Hay muchas heridas por sanar y difícilmente lograremos la salud sin reconocer los desaciertos”, subraya.

COMO EN EL PRI, EN EL PAN NO APRENDEN

Cuando el PRI perdió la Presidencia de la República en el año 2000, las dirigencias clamaron: perdimos los principios de la Revolución Mexicana y no supimos defenderlos.

Ahora que el PAN es parte de la chiquillada de partidos políticos, recuerdan que sus principios y su esencia se perdieron en el camino y por la ambición política de Ricardo Anaya.

En 1992, justo en la defección de quienes formaron el Foro Democrático y Doctrinario, los que abandonaron el partido exclamaron: olvidó sus principios… auspiciaba la cúpula de los empresarios y tendían cada día parecerse más al PRI.

En aquel entonces, Jorge Eugenio Ortiz Gallegos, escribió y publicó el libro La Marcha Azul del PAN al NeoPAN en el que cuestionó la forma en que el partido se comportaba. “Cada día se parece más al PRI”.

Hoy el PAN y el PRI acompañados del PRD están hospitalizados y en espera de que por algún descubrimiento científico se salven de la muerte.

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