Pablo Piccato. Historia Mínima de la violencia en México. El Colegio de México, CdMx, 2025. 313 páginas.
DAVID MARKLIMO
Todos los días nos despertamos con noticias relativas a la violencia en el país. Digamos que la violencia es definida como el uso intencional de la fuerza física o el poder real o como amenaza contra un grupo o comunidad que tiene como resultado la probabilidad de daño psicológico, lesiones, la muerte, privación o mal desarrollo. ¿Por qué se presenta en México? ¿Qué características tiene? ¿Qué consecuencias tiene?
Son más o menos las preguntas que se plantea el argentino Pablo Piccato, historiador de la Universidad de Columbia, al presentar la nueva edición de Historia Mínima de la violencia en México. Ya de entrada, el uso de la palabra mínima nos da idea de que no se pretende la exhaustividad, sino destilar las continuidades y rupturas de un fenómeno que, lejos de ser un mero arrebato instintivo, se revela como un acto calculado, mediado culturalmente y cargado de moralidad social. La hipótesis es sugerente: la violencia no es un vacío institucional, sino una forma de poder moderno, justificada por guiones políticos, religiosos o económicos, y siempre con un componente simbólico que la legitima o condena ante una audiencia colectiva. Incluso, no es exacto hablar de violencia. Lo más propio es usar el plural. México, y su Historia, está plagado de violencias. Veamos:
-Existe una violencia revolucionaria, producto de la Revolución (1910-1920) no como un caos homogéneo, sino como explosiones regionales diferenciadas. La «pacificación» postrevolucionaria, lejos de erradicar la violencia, la institucionalizó en el nuevo régimen.
-También se ha generado una violencia por la tierra. En el periodo se generaron guardias blancas y nuevos caciques. Esta violencia, para Piccato fue parte de la modernización rural, no su fracaso.
-Derivado de la guerra cristera, existe un componente religioso en la violencia. A día de hoy, perduran rituales performativos: linchamientos como martirios o sangre purificadora para un nuevo orden.
Piccato introduce el termino alfabetismo criminal para explicar la normalización de la impunidad que creó un mercado de violencia provisto por pistoleros (como el Negro Durazo) y controlado por caciques, con límites borrosos entre policía y crimen.
-La violencia, cuando la ley no es justa, ha sido la única salida de ciertas comunidades. Existe, desde la época de la Guerra Sucia, una operación estatal oculta y militarizada, asimétrica frente a quienes ven la violencia como didáctica y heroica. A lo largo del siglo XX, Piccato resalta genealogías locales y el rol de Cuba, más allá de ideologías abstractas.
-Todos estos fenómenos están presentes en la industrialización de la violencia: el narcotráfico. La corrupción (personajes como Genaro García Luna y el general Cienfuegos) y la subjetividad neoliberal transformaron la violencia de costo defensivo a activo expansivo. Con ello, Piccato deconstruye el gran mito del narco: su presentación como gente del pueblo.
Afirma que toda violencia es “violencia de género”: desde soldaderas violadas en la Revolución hasta feminicidios en Juárez. La cultura de la violencia puede ser entendida como un terrorismo sexual patriarcal. Este enfoque integra experiencias femeninas en todos los capítulos, revelando la violencia como estructura de dominación masculina.
Es un libro académico, no hay duda. Es un libro de Historia, como su nombre lo indica. Por eso su importancia está en su equilibrio entre la concisión y la profundidad. Piccato escribe con elegancia y emoción contenida, haciendo que los datos se lean con fluidez. Su neutralidad —seria, sin omisiones ni juicios morales apresurados— brilla en temas espinosos como la herencia de la revolución, el narco, donde deconstruye retóricas estatales de «recuperar integridad» que justifican militarizaciones continuas hasta el presente. La integración de la literatura no es ornamental, sino analítica: enriquece el discurso histórico, mostrando cómo la violencia se hace bella en la cultura mexicana.
El libro es una especie de llamado a pensar la violencia y cómo detenerla. El dato certero, triste es que a día de hoy más de ochenta personas son asesinadas diariamente en nuestro país, principalmente jóvenes. Hoy tenemos tres veces más riesgo de morir asesinados que hace 14 años. La responsabilidad es de todos, porque debemos asegurar la implementación de políticas públicas basadas en la evidencia y en su tipología, para poder crear acciones orientadas a reducir los factores de riesgo. Porque si algo queda claro con este libro es que la ausencia de certezas absolutas en relación con la prevención del delito no impide que utilicemos el conocimiento para contribuir a contrarrestarlo.
