Punto de Vista
Por Jesús Michel Narváez
Mirar solamente y de manera afija, casi a lontananza, no permite observar lo que alrededor existe.
No es novedad que haya niños y adolescentes obesos.
Hay que decirlo: no es solamente por comer chatarra, como despectivamente les llaman a las frituras embolsadas.
Afirmar categóricamente que las Sabritas, los chetos, fritos, charritos, chicharrones y gansitos, por citar solamente algunos de los productos satanizados, es un despropósito político.
Médicamente se ha comprobado que, ciertamente, por tratarse de productos fritos y generalmente salados o enchilados, no son fáciles de digerir y por ello la acumulación de la grasa.
Sin embargo, la obesidad no es un problema infantil o juvenil.
Hay que pararse en cualquier banqueta de la zona que se prefiera y se podrá comprobar que las mujeres son las que más padecen de sobrepeso; los hombres, por regla, son panzones y cachetones cuando abusan de la comida, sea o no chatarra.
Se debe ser claro: las famosas guajolotas -telera o bolillo con relleno de tamal- no son dietéticas; tampoco los sopes, las chalupas, los tacos de todo tipo, las tortas de cochinita, los pambazos ahogados -en salsa roja grasienta-, la pancita cura crudas, los fritos de barbaca, los de oreja y nana. Las hamburguesas, que se encuentran en el catálogo de chatarra, tienen éxito sin presente y en algunas zonas superan los mexicanísimos antojitos mexicanos.
Ingerir pastas en exceso para sentirse italianos, hacen perder la cintura y abultan el abdomen. Conozco a cientos de italianos cuyas costumbres por comer pasta deberían estar en el segmento de los gordolobos.
No es así.
Veo las imágenes que se utilizan para etiquetar la comida chatarra y ahí se encuentra el pan de dulce, los bísquets, las donas y hasta los bolillos.
¿Cuál es la comida que no se considera chatarra?
De eso no se informa. Se “recomienda” comer frutas y verduras sin conocer los precios. Lo que cuesta una papaya o sandía; la naranja y mandarina; el plátano -ahora se presenta orgánico, solamente para subir el precio- y nopales, que de la noche a la mañana triplicaron el costo al consumidor.
Supongo que el huevo, el pollo, la carne, el jamón, la leche, los quesos -todos los lácteos-, las salchichas, el yogurt y una amplia gama de alimentos, no son chatarra.
Sin embargo, producen enfermedades, aunque no necesariamente quienes los ingieran se vuelvan obesos.
En cuanto a los refrescos, los funcionarios públicos de los tres niveles de gobierno, deben ignorar que el de cola, el más famoso, tiene enorme demanda entre trabajadores de la construcción, electricistas, plomeros, recolectores de basura y decenas de actividades más, que lo ingieren porque les regresa la capacidad de trabajar y les reduce y hasta quieta el cansancio y los dolores.
¿Cuál es la comida sana al alcance de todos los mexicanos?
Los pescados rebasan la capacidad del bolsillo; la carne vuela por los cielos y es difícil de adquirir para alguien que no gane cuando menos cuatro salarios mínimos; chocolates, pasteles, postres de todo tipo tienen más calorías de las que el cuerpo quema y de ahí la obesidad, la hipertensión y hasta daños al corazón.
No se entiende la preocupación gubernamental por impedir la obesidad cuando las enfermedades crónicas no se atienden en el sector salud por falta de medicamentos.
De ahí que justificar los aumentos en los productos “chatarra” que son incontables según la visión oficial, “porque es un asunto de salud” no deja de ser otra gran mentira.
Para que no haya obesos solamente hay una solución: cerrar la boca.
Con inteligencia se puede comer lo que sea en las cantidades suficientes y no exageradas.
¿Alguien podrá explicar a dónde irán los miles de millones de pesos que recaudará el gobierno del consumo que realizan los comelones y refresqueros?
La justificación argumentada dista de ser verdad.
E-mail: jesusmichelmp@hotmail.com, jesusmichelnarvaez266@gmail.com, Facebook Jesús Michel y en Misión, Periodismo sin Regaños martes y jueves de 4 a 5 de la tarde por Radio Cañón en el 760 de AM.
