Pilar Fraile Amador. Las leyes de la caza. Candaya Ediciones, España, 2025. 224 Páginas
DAVID MARKLIMO
Hay quien dice que nuestra sociedad se lleva mal con el fracaso, con intentar algo y no poder obtenerlo o resolverlo. De igual forma, en esta época, el que algo se esconda o quiera permanecer alejado, nos parece raro. Digamos que estas dos condiciones se dan en la novela Las leyes de la caza, de la española Pilar Fraile.
La trama arranca con un gancho irresistible: Jana, una madre recién divorciada, se une a La Comunidad, un grupo de “crecimiento” personal instalado en una remota zona montañosa, buscando un desprendimiento emocional de su vida urbana. Detengámonos un momento ahí: La Comunidad, especie de secta que promueve una cultura aislada de lo urbano, de la acumulación y el consumismo desaforado. Poco después de su llegada, el niño de Jana, Oliver, desaparece. Nadie lo encuentra, nadie sabe cómo ha logrado salir de La Comunidad.
La búsqueda se complica con el avistamiento de lobos en la región y el hallazgo de un cadáver cercano, lo que despierta sospechas de un ataque animal. Así comienza una cacería que involucra a una comisaría presionada por el tiempo, un periodista ávido de escándalo, cazadores locales y ecologistas enfrentados. Una situación que nos presenta a todos orbitando alrededor de secretos enterrados en el paisaje agreste.
Hay, por tanto, una desaparición, un misterio que desentrañar, unos culpables que encontrar. Podríamos, entonces, decir que la novela entra en el terreno del thriller. Pero Fraile no se queda ahí y juega con los condicionantes o circunstancias que rodean a los personajes. Por el contrario, a la par la novela toca temas como la soledad, las relaciones de poder en la familia o en el trabajo, el abandono rural, el machismo, la desinformación.
Hay que prestar atención, por supuesto: la geografía es casi un personaje, pues es perfectamente aprovechada para crear una atmósfera gris, hasta el punto de que ruidos, olores, paisajes que son más que telón de fondo. La novela es una crítica a la romantización de lo agreste. Este es un punto fundamental. La idealización de la naturaleza se debe al desconocimiento que tenemos sobre ella y, en ese sentido, Las Leyes de la caza, presenta el entorno rural más cercano a la realidad: es una fábula inquietante sobre los instintos que laten bajo nuestra vida, en la que los roles de depredador y presa se intercambian sin aviso.
Fraile logra mantener la atención del lector, Producto no solo de la estructura, sino de un lenguaje breve, que no enseña más allá de lo que debe. Se pone el foco en diferentes personajes, que permiten ir colectando información de a poco, algo aparentemente sencillo, pero sumamente efectivo. Por supuesto, está el inicio: aquí hay un niño desparecido, una madre que deja entrever sus problemas, una secta cuanto menos extraña y una naturaleza no sabemos si hostil o protectora. Es una trama insuperable, pensada para que pienses en todo momento en cómo terminará la cosa. Esta sensación se ve refrozada por una construcción superlativa de los personajes, especialmente de Jana y Carmen, los dos personajes que ocupan el centro del relato.
Mostrar la complejidad a través de la simpleza, la carga y el peso del pasado, es fundamental. De esto podría decirse que existe la ambición de salirse de los cánones de género, de lo que esperas de un personaje femenino, sin perder veracidad. Ayuda, también, los paralelismos que se establecen a lo largo de la novela entre los personajes, la naturaleza y la humanidad. ¿Somos tan distintos? ¿Podemos ser terribles, protectores, crueles, conservacionistas?
En fin, una novela que se va expandiendo hasta unir puntos contradictorios, que dejan al lector más presa de la incertidumbre que de otra cosa.
