*A 11 Años, las Dudas de lo que Pasó
con los 43 Estudiantes, Prevalecen
*El Grito es Porque no Saben la Verdad;
y no Tienen los Cuerpos
*Aplicar la ley Debidamente es Obligación
y Responsabilidad del Estado
POR EZEQUIEL GAYTÁN
El Estado reconoce cinco tipos de justicia, a saber: a) la distributiva que se refiere a la repartición de bienes y servicios; b) la retributiva, que es el castigo proporcional al delito; c) la restaurativa, que es la que obliga a la reparación daño, d) la social, que garantiza igualdad y equidad de oportunidades y, e) la procesal, que asegura imparcialidad, el apego a las leyes y el debido proceso. Pero no puede ir más allá, pues la justicia es operacional y por principio no debe estar sujeta a la discrecionalidad. En otras palabras, la justicia es sinónimo de vida y no de venganza.
Por lo anterior, en el caso de los 43 normalistas de Ayotzinapa el Estado ejerció sus atribuciones legales, pero no puede ir más allá de lo alcanzado. Dio su conclusión y la llamó “vedad histórica”, algo que irritó a los familiares de los estudiantes, pues los cuerpos, en su caso, no han aparecido y las dudas acerca de lo acontecido esa aciaga noche aún perduran. De ahí que la incertidumbre y la desconfianza persisten y por ende se escucha un clamor de justicia. Es decir, la inconsistencia de lo dicho tanto por las gestiones de Enrique Peña Nieto y de Andrés Manuel López Obrador siembran dudas y no concluyen. No obstante, el hecho de que el expresidente municipal de Iguala, José Luis Abarca, y más de cien personas estén en la cárcel. Eso es un avance, pero no le es satisfactorio a los familiares y por eso siguen exigiendo justicia.
Por su parte, el exgobernador de Guerrero, Ángel Aguirre Rivero, colaboradores suyos y servidores públicos federales han sido negligentes y ocultan algo, además, por si fuera poco, el entonces candidato López Obrador utilizó la tragedia a fin de pasear inescrupulosamente los 43 ataúdes simbólicos por todo el país, pues lo que deseaba eran votos, pero nunca le interesó la verdad.
Hoy veo a los padres, madres, hermanos y hermanas de los 43 jóvenes, después de once años, reclamar justicia. Un grito desesperado que va más allá de los cinco tipos de justicia que existen. Lo entiendo debido a que están insatisfechos con algo que va más allá de las sentencias. Su grito de justicia es porque no saben la verdad y no tienen los cuerpos de los jóvenes a fin de que, en su caso, descansen en un sepulcro y les puedan llevar flores de cempasúchil. Léase, buscan la Justicia Metafísica. Esa justicia que el Estado sabe que existe, pero que lo extralimita y nada puede hacer al respecto.
La Justicia Metafísica es, en el caso de la tragedia de Iguala, la complejidad del análisis debido a que es un tema fragmentado ante la cantidad de involucrados y diversos intereses que se han entrelazado intencionalmente. De ahí que la ausencia de los 43 estudiantes y la falta de explicaciones en el mar de la burocracia indigna y genera un ambiente de neblina espesa, densa, gelatinosa y pegajosa. Dicha justicia es un reclamo angustioso debido a que, por un lado, esos jóvenes fueron víctimas de un intento aleccionador del crimen organizado coludido, según la voz popular, con políticos ayer perredistas hoy morenistas aún en funciones en el estado de Guerrero y, por el otro lado, porque la banalización del mal desde el Estado oculta la verdad. En otras palabras, la Justicia Metafísica es un reclamo de dignidad ardiente cuyas razones van más allá de la razón de Estado.
Debido a lo anterior la Justicia Metafísica no es un deseo de venganza, ni el escarmiento aleccionador propio de los Estados autoritarios. Tampoco es el comportamiento insolente e indolente del usufructo de partido político alguno. Dicha justicia parte de ser justa con los injustos, de situarse en una posición piadosa y misericordiosa y desde ahí resignificar el espíritu de las instituciones, de la vida comunitaria, de reconfigurar al poder judicial (obviamente más allá de un grotesco y cínico espectáculo electoral) y situarse en el sincretismo del apego a la ley y el espíritu de la ley.
Aplicar la ley debidamente es obligación y responsabilidad del Estado y por eso la idea de la justicia es una mujer vendada a fin de evitar favoritismos. Lo metafísico de la justicia es tan complejo y profundo que el abogado Benito Juárez, ante la impotencia de ir más allá de las cinco caras de la tipología de la justicia, argumentó medio en serio y medio en broma, la famosa sentencia “a los amigos gracia y condescendencia y a los enemigos la ley a secas”. Léase, los límites de la justicia son una realidad y por lo mismo sus alcances acotados en la formalidad deben extenderse en el ánimo de la empatía que no es ilegal, pero que puede llegar a pisar marginalmente la raya de lo extralegal.
El Estado, política, jurídica y administrativamente está acotado y no puede ni debe ser omnipresente. La sociedad debe evitar que el Estado ejerza leyes que no han sido aprobadas o no existen. El Estado mexicano no reconoce la pena de muerte, ni la mutilación como formas de castigo. Pero si tiene la posibilidad de la gracia y la condescendencia. Ojalá la ejerza y así, en el espíritu de la Justicia Metafísica se imparta a los 43 jóvenes de Ayotzinapa.
