Punto de Vista
Por Jesús Michel Narváez
“Encorralados” y alejados del círculo selecto del poder público, aquellos que le dieron la espalda a la presidenta mexicana el domingo 9 de marzo, este domingo sintieron la frialdad que caló sus huesos.
En aquella ocasión, los “líderes” del Congreso de la Desunión, Ricardo Monreal, Adán Augusto López -todavía “limpio” del efecto barredora- Luis María Alcalde, dirigente formal de Morena, Manuel Velasco, el senador que recibió de la presidenta un beso en la mano derecha poco después de haber rendido protesta y, claro, Andy -¿qué apellidos tiene?- estaban en la chorcha y le dieron la espalda a Sheinbaum cuando caminaba desde la Puerta Mariana hacia el templete en el que habría de pronunciar el discurso en “defensa de la soberanía” y los acuerdos con Donald Trump.
Si bien los “espaldones” se disculparon al día siguiente, lo cual mostró que su soberbia y la ignorancia del Manual de Carreño -seguramente jamás lo hojearon siquiera- se impuso a la decencia y al respeto de la investidura presidencial. Aquí hay que escribirlo con todas sus palabras: guste o no el gobierno que realiza la titular del Ejecutivo federal, es ante la ley, ante mundo y sin filias ni fobias, la Presidenta Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos.
Los tres congresistas y la dirigente formal del partido dominante, prefirieron estar al lado del “junior”, contarse chistes -por que las carcajadas lo confirmaron-, hacer pedazos a quién sabe quién y esperar el momento para tomar asiente en el circulo de los que representan el “poder legislativo”, pagaron cara su osadía.
Parecía una medida adecuada. Daba la impresión de que los amigos, hermanos, de su mentor recibían su merecido no obstante que antes de tomar decisiones sobre las iniciativas de la presidenta consultan con el que dice haberse ido a vivir a Palenque.
Fue una equivocación pensarlo así. Ricardo Monreal dijo que estaban “encorralados”, en la segunda fila y con una valla que les impedía acercarse a la primera y saludar de mano a la rendidora del primer informe de su gobierno, intentó sacar provecho de la lejanía y dijo que no era un castigo y argumentó que “la presidenta les agradeció a las cámaras -de senadores y diputados- todo el trabajo realizado para que sus iniciativas avanzaran y entraran en vigor.
Un enfoque kafkiano. Sí, pero no.
Y cuando se esperaba que más allá de los gritos de apoyo de las huestes que controlan Alfonso Cepeda Salas -SNTE- y Pedro Haces -CATEM- un mensaje que definiera el futuro de México frente al cúmulo de problemas que heredó y en su periodo aumentaron, la presidenta Sheinbaum.
Sin embargo, su defensa hacia su mentor del cual reconoció haber heredado el cargo -no se entiende de otra manera- para mantener el rumo de la cuarta transformación, apagó la luz que se miraba hacia el final del túnel.
Para gobernar se requiere tener lealtad hacia el antecesor. Hay que entender que el agradecimiento tiene un límite cuando la responsabilidad de gobernar recae de manera indivisible en un solo individuo -¿hay individua=- y por tanto sin injerencia en el Poder Legislativo -un sueño guajiro y más en la 4t- al enviar sus iniciativas son única y exclusivamente de la Presidencia de la República, y ellas pueden ser modificadas mediante el análisis en las comisiones correspondientes -depende del área- de diputados y senadores y, aprobadas por el Constituyente -en reformas constitucionales- y por mayoría simple en tratándose de leyes secundarias y concluido el proceso legislativo se envía a la Presidencia para que la promulgue.
Así de simple o complicado.
La presidenta Sheinbaum confirmó la línea que sigue aprovechando la herencia dejada por su antecesor.
Y no es la que millones de mexicanos esperábamos.
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