Poder Presidencial Acotado

 

 

ULISES CORONA*

 

Acotar más no limitar, el poder político en sociedades democráticas radica en su capacidad para salvaguardar los principios de libertad, justicia y pluralismo, mientras se previenen los riesgos de concentración y abuso de autoridad. 

 

Considero reflexionar al respecto de actitudes, hechos y prácticas históricas de esta necesidad, con la idea de visualizar en prospectivo escenario, perspectivas normativas y empíricas de un futuro mediato.

 

Preservación de la libertad individual y colectiva:

El poder político ilimitado tiende a erosionar las libertades fundamentales (expresión, asociación, prensa), como demuestra la teoría de la “tiranía de la mayoría” de Tocqueville o el concepto del “Leviatán” de Hobbes en su forma descontrolada.

Límites institucionales, como constituciones y declaraciones de derechos, actúan como barreras normativas que protegen a los ciudadanos frente a decisiones arbitrarias, asegurando que el Estado no invada esferas privadas ni colectivas.

 

Prevención del autoritarismo y la corrupción:

La concentración de poder facilita el surgimiento de regímenes autoritarios, como se observa en casos históricos (e.g., el ascenso del nacionalsocialismo en Alemania al debilitar los contrapesos institucionales).

Mecanismos como la separación de poderes (Montesquieu) y la rendición de cuentas (accountability) reducen la discrecionalidad de los gobernantes, limitando oportunidades para la corrupción o el clientelismo.

 

Ejemplo empírico: Índices como el de Transparencia Internacional muestran que países con fuertes checks and balances (e.g., Dinamarca) tienen menores niveles de corrupción que aquellos con poder centralizado.

 

Fortalecimiento de la legitimidad democrática:

La democracia depende de la confianza ciudadana en las instituciones. Un poder político acotado, con reglas claras y transparentes, refuerza la percepción de legitimidad al garantizar que nadie está por encima de la ley.

La alternancia en el poder, asegurada por elecciones libres y límites de mandato, evita la perpetuación de élites políticas, como se ve en democracias consolidadas frente a casos de “híper-presidencialismo” en América Latina (e.g., Venezuela post-1999).

Lo anterior obliga a la siguiente pregunta: ¿Cómo lograr balancear la necesidad de liderazgo fuerte en crisis con la prevención de su abuso, en nuestro sistema político? Ya que lo anterior plantea dilemas éticos y prácticos en contextos de coyuntura política y hasta de consecuente emergencia.

 

Promoción del pluralismo y la deliberación:

Acotar el poder fomenta un espacio público donde diversas voces puedan coexistir, alineándose con la teoría deliberativa de Habermas, que enfatiza la importancia del diálogo racional-crítico para la democracia.

Instituciones como tribunales independientes y medios libres actúan como contrapesos que garantizan que las minorías no sean silenciadas por mayorías o élites dominantes.

 

Estabilidad y resiliencia institucional:

Límites al poder político, como la descentralización (federalismo) o la autonomía de organismos electorales, crean sistemas más resilientes frente a crisis políticas o económicas.

La teoría de los “equilibrios institucionales” (checks and balances) sugiere que la fragmentación del poder reduce la probabilidad de colapsos sistémicos al distribuir riesgos y responsabilidades.

 

Fomento de la participación ciudadana activa:

Un poder político acotado empodera a la sociedad civil, permitiendo que movimientos sociales, ONG y ciudadanos influyan en la agenda pública sin temor a represalias.

La participación se ve reforzada por mecanismos como la transparencia (leyes de acceso a la información) y la consulta popular, que limitan la opacidad del poder.

Desafíos contemporáneos y tensiones:

En la era digital, el poder político puede extenderse a través de la vigilancia masiva o la manipulación de información (e.g., Cambridge Analytica). Acotar el poder requiere nuevas regulaciones sobre datos y tecnología.

El populismo global plantea un desafío: líderes carismáticos suelen explotar la desconfianza en instituciones para erosionar sus límites, como se observa en casos como Hungría bajo Orbán.

Finalmente, son suficientes los mecanismos tradicionales de contención en un mundo globalizado y tecnológicamente avanzado, o se necesitan nuevos paradigmas, acotar el poder político no es solo una medida técnica, sino un imperativo ético y político para preservar la esencia de la democracia. 

Opino que, los límites deben ser dinámicos, adaptándose a contextos históricos y tecnológicos, mientras se mantiene un equilibrio entre autoridad y libertad. La historia demuestra que las sociedades que descuidan estos límites corren el riesgo de deslizarse hacia el autoritarismo, pero también plantea la pregunta de si un exceso de restricciones podría paralizar la capacidad de gobernar eficazmente. Este dilema invita a un debate continuo sobre cómo diseñar instituciones robustas sin sofocar la voluntad democrática.

Académico universitario*

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