
Punto de Vista
Por Jesús Michel Narváez
Kafkiana, cuando menos, debe tomarse la afirmación de la presidenta mexicana hecha el pasado jueves. Hizo recordar la frase de James Carville, estratega de la campaña electoral de Bill Clinton: “Es la economía, estúpido”.
El miércoles, el Banco de México, afortunadamente mantiene su autonomía, arrojó el balde de agua sobre el optimismo del gobierno, en especial del secretario de Hacienda, Edgar Amador Zamora, respecto al estimado crecimiento del PIB para 2025 en 2.3% al pronosticar que solamente será de 0.1 por ciento.
Al conocer formalmente el informe de Banxico, Claudia Sheinbaum respondió: “Nuestra prioridad es el bienestar, no solo el crecimiento”.
Entrada en gastos, confirmó: “A nosotros nos interesa por encima de todo el bienestar del pueblo, y en eso vamos a seguir trabajando todos los días”.
El gobierno, apunta la mandataria mantendrá el enfoque en el bienestar de la población como prioridad, más allá de los indicadores macroeconómicos.
Para la constructora y directora del segundo piso de la cuarta transformación, el crecimiento del PIB, si bien es un indicador relevante, no siempre se traduce en mejora de las condiciones de vida. “Puede crecer mucho el Producto Interno Bruto y seguir la pobreza. Por eso, lo importante es que ese crecimiento tenga distribución, que se traduzca en bienestar”, subrayó.
De acuerdo en este fin de párrafo.
Lo kafkiano llega al clímax cuando uno se pregunta: si el crecimiento es alto y la pobreza sigue ¿sin crecimiento cómo financiará los programas sociales del bienestar?
Hablar de lo que está en el horno y que se espera salga una exquisita vianda, no deja de ser una quimera.
En el papel hay muchos planes, muchos números, muchas esperanzas y muchas dificultades.
Una respuesta con tres ejes sin ser tráiler de doble remolque o cabús del tren maya:
1.- Apoyo a la gente, con los programas sociales garantizados.
2.- Aumento del salario mínimo, como medida para fortalecer el ingreso de las familias.
3.- Promoción de la inversión, a través del Plan México, que busca reactivar polos industriales, atraer inversiones estratégicas y generar empleos.
Y obligan a tres preguntas:
1.- ¿Cómo garantizar los programas sociales sin crecimiento económico?
2.- ¿Cuál condición encuentra para aumentar el salario mínimo?
3.- Sin un estado de derecho llegarán inversiones frescas?
Sabido es que el Plan México no ha rendido frutos hasta ahora y lo deseable es que los cosechara. Sin embargo, los recursos fiscales y de contratación de deuda, comienzan a mostrar debilidad sostenida con lo cual se hará imposible cubrir los 800 mil millones que se gastan en los programas de bienestar y el servicio de la deuda que en este año alcanza el billón 200 mil millones de pesos.
Sin crecimiento económico no hay manera de reducir la pobreza. Sin la macroeconomía, la solidez financiera de la que presume México desaparecerá.
Con la anunciada salida de empresas automotrices, quizá la más generadora de dólares, la amenaza de altos aranceles a toda inversión china que llegue al nearshoring -si se desarrolla-, la reducción de remesas que salvan millones de mexicanos de la extrema pobreza y al gobierno le alivia la carga de atenderlos, entre otras razones, no se puede pensar en el bienestar sin crecimiento.
Y lo que se va no regresa, señora presidenta.
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