
Punto de Vista
Por Jesús Michel Narváez
A través de su cuenta oficial en X, la Secretaría de Relaciones Exteriores exhibe la escasa o nula calidad moral, política, social y protección a la vida de los civiles y se desgarró las vestiduras por un asunto en el que nada tiene que ver y menos condenar.
El texto del mensaje dice:
“La SRE reitera su profunda preocupación por la escalada de tensiones entre la India y Pakistán, luego del atentado terrorista del pasado 22 de abril.
Al tiempo de condenar el terrorismo en todas sus formas y manifestaciones, México rechaza el uso de la fuerza para solucionar cualquier controversia.
Como señaló la presidenta Claudia Sheinbaum sobre esta situación, la posición de México siempre será la de la construcción de la paz en el mundo y la fraternidad entre las naciones.
México insta a la India y Pakistán a la mesura y a reanudar el diálogo diplomático con miras a desescalar las tensiones y alcanzar la paz sostenible”.
Hasta ahí el mensaje. ¿Qué querrá decir desescalar?
En México podemos “presumir” que cientos de civiles, sean o no criminales, son asesinados mensualmente. Los cárteles criminales y los narcotraficantes, que cada día se fusionan más, han sido declarados “terroristas” por Washington y aquí se rechaza la clasificación porque, según entiende el gobierno y su conjunto de “servidores públicos”, el terrorismo se reconoce por sus actos con “interés político”.
Para comprender cómo se clasifica el terrorismo, es necesario leer la definición que publica la Real Academia de la Lengua Española y que contiene tres elementos:
1.- Dominación por el terror.
2.-Sucesión de actos de violencia ejecutados para infundir terror.
3.- Actuación criminal de bandas organizadas, que, reiteradamente y por lo común de modo indiscriminado, pretende crear alarma social con fines políticos.
¿Cuál no encaja con la violencia que se vive en casi la mitad del territorio nacional?
Los criminales atemorizan a la sociedad que, para evitar ser asesinado por una “bala perdida” y que la autoridad declare el hecho como “daño colateral”, se refugia en sus hogares.
Imposible negar que hay sucesión de actos de violencia que infunden temor.
Y rechazar que la escalada de crimen y violencia tiene tintes políticos es nihilismo puro.
Claro que hay fines políticos y, salvo los acuerdos en lo oscurito, los cárteles intimidan al Estado que, hasta ahora, ha sido incapaz de frenar las acciones criminales.
Sinaloa es el ejemplo mejor acabado de la connivencia entre autoridades de los tres niveles y los narcos, los del crimen organizado y hasta los desorganizados.
La encuesta de percepción de seguridad urbana realizada por el INEGI muestra cómo ha escalado el temor de salir de noche, acudir a un restaurante o cine; hacer deporte al aire libre y en la vía pública. Asistir a los antros o viajar en el transporte público corriendo el riesgo de ser pinchado por mujeres y hombres que, después siguen al inyectado y lo roban y hieren si se niega a entregar sus pertenencias.
Es es México y con excepción de las alertas que emiten algunos gobiernos para que no visiten el país, no hay algún comunicado oficial en el que se confirme la preocupación por la escalada de tensiones. Aquí hay masacres cada día los extranjeros no manifiestan su condena por las acciones violentas, las ejecuciones, los descabezados, los destazados por los criminales.
Sorprende la “importancia” que el titular de exteriores, seguramente por órdenes superiores, le otorga a un “ataque terrorista” en donde “murieron 26 civiles”.
Nada más aplicable que la versión cristiana: miras la paja en el ojo de tu enemigo y omites la viga del tuyo.
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