
*Celebran en Acapulco el Clavado Cinco Millones Desde “La Quebrada”
*Nuevos Tiempos: Irrumpe una Fémina Entre los Clavadistas
*Ella y Varios Varones son los Arriesgados en el Famoso Sitio de Acapulco
*La Princesa de los Acantilados, Lilia Itzel, Asciende las Rocas Para Lanzarse al mar
*En su Nicho, a 35 Metros de Altura, la Virgen de Guadalupe También es Parte del Espectáculo
*Eduardo, Javier, Amadeo, son Otros de los Arriesgados Jóvenes
SUSANA VEGA LÓPEZ,
Enviada
ACAPULCO, Gro.- Al ritmo de la música, los clavadistas comienzan su show. Bajan las escaleras de La Quebrada alumbrados con una antorcha encendida. Son las 10 de la noche. La gente les abre paso hasta que llegan a una plataforma para saltar al agua donde una y otra vez las olas del mar van y vienen, infinitamente, y chocan con las rocas del acantilado, incansables.
El mar del anochecer está inquieto; el ir y venir del oleaje incesante parece jalarlos; los reta, pero ellos bracean con fuerza, nadan, luchan y se agarran de un pedazo de roca cuando logran llegar a la pared escabrosa, dura, áspera de La Quebrada.
Lilia Itzel, la princesa de los acantilados, luce un traje negro y lo primero en salir del mar son sus manos que se aferran a ese muro que se nota amenazante. Comienza a subir, a trepar por esa pared que espera, que desafía.
Asoma el cuerpo, saca un pie y luego el otro para aferrarse en alguna orilla, en algún descanso que le dé seguridad para ascender esa enorme piedra y llegar a su lugar, a ese espacio que le servirá de trampolín para saltar.
Le siguen sus otros cinco compañeros a esa escalada que parece imposible subir; todo un reto. Dos se quedan más abajo; otros dos más arriba y uno sube hasta alcanzar los 35 metros en donde se encuentra un nicho, un altar a la Virgen de Guadalupe.
Eduardo Cisneros es el primero en echarse un clavado. Está a una altura de 12 metros. Es el más joven. Alza las manos, flexiona las rodillas y se empuja hacia adelante para librar las rocas. Le sigue Javier ubicado más arriba. Medita, piensa el momento ideal para saltar, estira los brazos en ángulo recto a la altura de sus hombros, los baja un segundo y se arroja estirando de nuevo las manos, ahora hacia los lados.
El tercer salto lo ejecuta Itzel a los 28 metros, la única mujer del grupo. Coloca las manos a los costados, piensa, se toma su tiempo, espera la ola precisa para arrojarse. Se da ánimo con pequeños golpes en las piernas y sin más, se avienta con los brazos abajo, los impulsa hacia atrás y a la mitad del trayecto los adelanta cual supermán (¿o súper woman?).
Más arriba, dos jóvenes colocados paralelamente y con cerca de tres metros de distancia esperan su turno. Saludan al público y de manera sincronizada, se tiran. Amadeo y su compañero se lanzan al mismo tiempo, estiran brazos al frente, los bajan, flexionan piernas, sacan el pecho y vuelan al tiempo que abren brazos para caer al mar.
Sigue el último clavadista quien saluda, hace estiramientos, da pequeños pasos, brinca. Está a 35 metros de altura, se dirige al nicho y se santigua. Se apagan las luces. Se encienden las antorchas, toma una en cada mano. Escucha al mar, a las olas, y se lanza en la oscuridad. Al entrar al agua se encienden las luces y enseguida sale a flote. Los aplausos no cesan, los gritos de júbilo se escuchan.
RÉCORD GUINNESS
POR SALTO DE CABEZA
En entrevista exclusiva para Misión Política con Amadeo Alcocer Rosales, clavadista profesional de “La Quebrada”, luego de comentar que acaban de ganar un récord Guinness por el salto de cabeza más alto del mundo al arrojarse de 35 metros desde el acantilado donde se ejecuta el clavado dijo que “hacemos espectáculos todos los días para todos los que nos visitan. Es un atractivo turístico, ya es Patrimonio Cultural del Estado para el mundo”.
Amadeo llegó a los 12 años a La Quebrada. Ahora tiene 30; “ya son 18 años de clavadista, aunque cuatro fueron de preparación” por lo que su salto en público fue a los 16 años”, dice.
“Es que a veces creemos que sabemos nadar y no lo hacemos muy bien por lo que tenemos que aprender a nadar, a escalar, a dominar el clavado, a ver el oleaje, cómo detectar la ola adecuada para podernos lanzar; el aire también hay que tenerlo en cuenta”, explica.
Asegura que se debe tener mucha fuerza en las piernas y mucha concentración. “Es un proceso largo que se debe pasar para poder realizar un salto. Es muy distinto cuando damos el salto en espectáculos -de día o de noche- a cuando lo hacemos de práctica. El nervio es distinto”, afirma Amadeo.
“Cuando alguien más te está viendo es diferente; se siente muy bonito cuando la gente te aplaude, te admira, te ve lo que haces y hay que saber controlar esas emociones en la parte alta”, expone.
-¿Hacen algún ritual, dicen alguna oración arriba?
-Arriba -responde- tenemos una capilla de la Virgen de Guadalupe. La agrupación respeta las creencias de cada clavadista. Sí, hay un nicho y los clavadistas creyentes hacen rezos y piden por salvaguardar su vida y que todo salga bien. Hay quienes no hacen nada y se respeta.
-¿Hay ocasiones en que no se pueda realizar el salto?
-Sólo cuando el mar está muy muy muy bravo o que haya un mar de fondo fuerte o que de plano no tengamos audiencia, que no haya turismo- explica.
-¿Cuentan con una escuela?
-Hay un grupo de muchachos que son niños de 8, 10, 12, 15 y 16 años que ahora están practicando; son las nuevas generaciones que van a desempeñar el clavado. Les enseñamos cómo escalar, dónde pisar, cómo nadar, como detectar las olas, cómo subir- asegura.
-¿Cuál ha sido la edad mínima en que se ha hecho el salto?
-A los 12 años, lo hizo Tadeo Alejandro y se lanzó el año pasado- dijo.
-¿Quién ha dado el salto con mayor edad?
-De 55 años. Un tío mío que tiene 53 años todavía lo hace. Se llama José Luis Álvarez.
-¿Por qué te animaste a ser clavadista de La Quebrada?
-Soy la tercera generación ya que mis tíos y el papá de mis tíos fueron clavadistas-, explicó.
CLAVADO NÚMERO
CINCO MILLONES
También se celebró el salto número cinco millones “y me tocó hacerlo a mí. Todos los muchachos nos lanzamos y a mí me tocó ser el último que fue el cinco millones y me lancé con una capa blanca que llevaba el logotipo del Récord Guinness”.
Fue una gran celebración. Estuvo la gobernadora de Guerrero, Evelyn Salgado; la secretaria de Turismo, Josefina Rodríguez Zamora; el presidente de la Asociación de Clavadistas de La Quebrada, Gustavo Gatica Goroztieta; y el enlace de Guinness World Records, Ingrid Paola Rodríguez Borja, entre otros.
Amadeo considera que los calvados son un deporte que se realiza con amor; “Se debe tener el amor, el cariño y la pasión por el deporte para llegar a la parte alta; se tiene que nacer con el gusto para hacerlo porque es muy peligroso. A veces en el proceso se sufren muchas lesiones y golpes. El camino es duro, fuerte, doloroso. Por eso muchos no llegan hasta la parte alta. Es muy riesgoso. Muchos no se deciden por lo mismo”.
Tras 18 años de hacer saltos -sin contar el entrenamiento- Amadeo ya rebasó los 10 mil clavados. “Todas las mañanas los compañeros hacemos ejercicio, nos ven correr como locos, también nos ponemos a nadar”, dice.
Desprendimiento de clavícula, dislocación de los hombros, romperse un brazo, afectación en los tímpanos por la presión del agua son, entre otros, los males que traen los saltos.
“Bajamos a una velocidad de 80 a 90 kilómetros por hora en poco menos de tres segundos. Tenemos que apretar lo suficiente para poder romper el agua y aflojar después, casi al mismo tiempo, para dar la vuelta y salir. Son cuatro o cinco metros de profundidad, dependiendo de la ola que se tome”, señala.
Refiere que cada salto es diferente. “A veces uno, como toda persona, trae sus problemas, traes muchísimas cosas en la cabeza, o bien, como ahorita que está el aire fuerte, es un factor importante que hay que tomar en cuenta; la marea está movida. Hay que ver muchas cosas para realizar un salto. Cada uno es diferente. El impulso del cuerpo que debemos tener es muy importante”, precisa.
LA QUEBRADA CON 90
AÑOS DE HISTORIA
Recordó que La Quebrada cumplió en octubre pasado 90 años de tradición que se va transmitiendo de generación en generación. Explica que normalmente los clavados son en plataforma de 10 metros.
“En los saltos de cabeza -señala- nuestros puños son los primeros en tocar el agua, y cuando das una vuelta completa, los pies son los primeros en tocar el mar. Aquí realizamos el salto de 35 metros de cabeza; el otro, el de pie, es más fácil y lo puedes hacer desde mayor altura”.
Explica que, en temporada alta ejecutan cinco exhibiciones al día: una de la tarde, siete, ocho, nueve y diez de la noche con antorchas. El costo por persona es de 100 pesos y los niños de menos de 120 centímetros pagan 50 pesos.
Refiere también que en la tarde “el espectáculo es más panorámico para que se disfrute toda la bahía, el sol, el clavado, las lanchas que dan recorridos también se acercan para apreciar el salto desde otro ángulo. Desde un hotel también se aprecia el clavado, aunque de perfil”.
Ahora, en los clavados que se hacen con fogata se incrusta papel periódico enfrente del acantilado y se le prende fuego. El clavadista está en la parte alta y se tiene que lanzar con esa iluminación.
“Tenemos un seguro social por eso se cobra la entrada. Es un lugar concesionado. También se paga el salario de los clavadistas”, dice.
Refirió que los clavadistas se festejan en el mes de noviembre, en la celebración del aniversario de La Quebrada. Las fechas cambian. A veces son los días 16, 17 y 18 cuando se realiza un homenaje.
HISTORIA
Cuenta Amadeo que todo comenzó como un reto de pescadores.
“Venían pescadores de la zona de los barrios históricos que se encuentran alrededor del Zócalo. Cuando pescaban, sus anzuelos se atoraban en las orillas y se tenían que lanzar para recuperarlos ya que eran de un material muy apreciado para ellos. Entonces tenían que desatorarlos para seguir llevando sustento a sus casas”, relata.
“Como los atardeceres son muy bonitos, los turistas se acercaban a esta zona para admirarlos pero también veían lo que hacían los pescadores. Ellos desde la plazoleta fijaban su vista en los pescadores y les lanzaban monedas”, agrega.
También dice que poco a poco se volvió un entretenimiento, un juego de ver quién se lanzaba más alto. Un pasatiempo suicida. Fueron dejando la pesca y se dedicaron a saltar sin ningún entrenamiento, sin ningún conocimiento. “Ellos fueron dominando el cerro y se fueron retando uno tras otro para ver quién saltaba más alto”, agrega.
Y recuerda que los hermanos Apac Ríos, Rogeberto y Roberto fueron los primeros en saltar. Padecieron su osadía. Salieron lastimados, pero no les importó. Aunque ellos no hicieron famoso el lugar, sí sentaron el precedente.
Allí queda “La Quebrada”, con su mar, sus corrientes, sus remolinos, su voz que canta, con el viento que sopla, con el sol que arde, con la luna que brilla, sus amaneceres, atardeceres y anocheceres que encantan. En espera de cautivar siempre a quien la visita.