Evaluación de un Gobierno: Migración

 

*Ciudades Fronterizas Desbordadas

por Migrantes Centro y Sudamericanos

*Crece el Número de Mexicanos que 

Emigran no a EU Sino a Guatemala

*No Solo Buscan Mejores Oportunidades;

Huyen Para Salvar sus Vidas

*El Presidente Minimiza la Presencia del

Crimen Organizado en Zonas de Chiapas

*Actitud que lo Compara con Díaz Ordaz;

en Tlatelolco Murieron “Apenas Unos 30”

 

POR EZEQUIEL GAYTÁN 

 

La evaluación de un gobierno, en México, se elabora en el último trimestre de la gestión y se define como la confrontación entre lo planeado y lo alcanzado. Requiere identificar y verificar si acaso se cumplieron, por un lado, los compromisos de la campaña política y, por el otro, si se alcanzaron los objetivos propuestos en el Plan Nacional de Desarrollo, pues es recomendable que se trate de documentos semejantes, aunque con ciertas diferencias. Lo usual es que los compromisos de campaña sean de mayor envergadura que los contenidos en el Plan por diversos motivos, entre los que destacan que al calor de la campaña los candidatos suelen ofrecer el sol, la luna y las estrellas. En cambio, el Plan es un documento formal, publicado en el Diario Oficial de la Federación y del cual derivan los programas sectoriales, regionales e institucionales. Son documentos cuyos contenidos están sujetos a una metodología de evaluación de resultados por la Auditoría Superior de la federación y por la secretaría de Hacienda.

 

Al respecto es interesante observar que el presidente López Obrador recurre a su conveniencia en las conferencias mañaneras a los compromisos de campaña y a las responsabilidades contenidas en el Plan, como si fuesen dos documentos idénticos. Pues, en efecto, predominan las coincidencias, pero también algunas divergencias. Veamos, por ejemplo, el caso de la migración. La cual trata de un doble problema. El primero se refiere a los centro y sudamericanos que, en principio, vienen de paso, pues su intención es llegar a los Estados Unidos, lo que representa que las autoridades mexicanas los protejan durante su trayecto y los defiendan del crimen organizado. Empero, cuando llegan al borde no pueden cruzarlo y hoy muchas ciudades fronterizas mexicanas empiezan a ver el incremento de la demanda de servicios y de empleo y ya es notorio el crecimiento de asentamientos urbanos irregulares. El segundo problema es el de los mexicanos que también buscan mejores oportunidades de vida en la unión americana.

 

Sendos problemas deben ser analizados en sus diferencias y similitudes y a la larga conceptualizarlos en su conjunto, sobre todo porque es un asunto nacional e internacional que impacta en lo humanitario, lo económico, lo social, lo cultural, lo administrativo y lo jurídico. No sólo en México, sino en el mundo. Tan es así, que la Organización de las Naciones Unidas (ONU) creó al respecto la Agencia para los Refugiados (ACNUR) cuyo objetivo es garantizar que todas las personas tengan el derecho a solicitar asilo y encontrar protección tras huir de la violencia, guerras y persecuciones en sus países. 

 

Pero en el simplismo presidencial el asunto es muy sencillo, para el tabasqueño el problema se resuelve discursivamente con el argumento del humanismo mexicano; léase, que el pueblo bueno y sabio acoja a los migrantes centro y sudamericanos. Sin embargo, la realidad nos dice que, incluso la ciudad de México ya no es una Ciudad Santuario. Léase, ya no es un lugar diseñado a fin de apuntalar a los inmigrantes mediante la aplicación laxa de las leyes por parte de las autoridades, pues el ánimo gubernamental, en dicho tipo de ciudades, no se orienta a la deportación, ni al arresto, sino a evitar que se les explote por grupos de la población local y, al mismo tiempo, se les apoya discrecionalmente. Pero la realidad es que el encargado del despacho de la ciudad de México, Martí Batres, actúa de manera omisa e ignora el problema al igual que las autoridades del Instituto Nacional de Migración adscrito sectorialmente a la secretaría de Gobernación.  

DEL DICHO

AL HECHO

Pero ahí no se detiene el tema. El Plan de Desarrollo del presidente López Obrador sostiene que “No más migración por hambre o por violencia”. Es decir, afirma que “su administración, a diferencia de los gobiernos neoliberales que agudizaron la emigración, aspirará a ofrecer a los compatriotas las condiciones adecuadas para que puedan vivir con dignidad y seguridad en la tierra en que nacieron”. Sustenta que “los consulados mexicanos en los Estados Unidos funcionarán como defensoría del migrante y se logre que nadie más tenga que dejar su lugar de origen a fin de ganarse la vida o buscar refugio en otros países”. Luego el texto del Plan dice a la letra “México tiene una larga tradición como tierra de asilo y refugio que ha salvado innumerables vidas y enriquecido al país. A los extranjeros que lleguen a nuestro territorio brindaremos respeto a sus derechos, hospitalidad y la posibilidad de que construyan aquí una nueva vida”.

 

Queda claro que se trata de un deseo a todas luces deseable, pero irrealizable. No atendemos a los inmigrantes y nuestros compatriotas siguen migrando hacia los Estados Unidos por falta de oportunidades en la tierra en la que nacieron y ante el temor de perder sus vidas debido a que el crimen organizado actúa de forma impune, cínica y solapada por el gobierno. En otras palabras, son muchos los mexicanos que buscan paz y desarrollo allende la frontera norte. Ahora también buscan la paz y la seguridad en Guatemala debido a que el gobierno de la cuatro t ha demostrado incapacidad de imponer la ley y de proteger a la población chiapaneca.

 

Somos muchos los sorprendidos respecto a la noticia de que nuestros compatriotas ahora se sienten más seguros y protegidos al sur del río Suchiate. Me indigna que el presidente haya minimizado la noticia y dijera simplistamente que se trata de “sólo cerca de 200 personas”. Y sostengo que es indignante, pues no debe ser ni uno. De hecho, me recuerda al presidente Díaz Ordaz cuando dijo que los muertos en Tlatelolco apenas fueron poco más de treinta. Sendos personajes confunden cantidad con calidad. En otras palabras, no debió morir ni un solo mexicano en la Plaza de las Tres Culturas y no debe huir por cuestiones de sobrevivencia un solo mexicano a Guatemala. Es más, algunos reportes indican que la cifra de chiapanecos que huyen hacia tierras chapines por inseguridad, violencia y persecución se incrementa. 

 

Los resultados estadísticos que el Instituto Nacional de Migración informa respecto a inmigración y emigración son de cifras nunca vistas. En otras palabras, cada día son más los mexicanos que huyen hacia el norte y hacia el sur de la tierra en la que nacieron. Es clara la ineficacia, la ineficiencia y la incongruencia del gobierno en materia de migración. Así como de protección a los inmigrantes por parte de dicho Instituto.

EL BAJO PERFIL

GUBERNAMENTAL

Hasta el momento el gobierno de la República mantiene un bajo perfil en ese renglón del Plan Nacional de Desarrollo. Procura marginarlo y esconderlo de la agenda nacional. Pero no se puede tapar el sol con un dedo, los gobiernos estatales del norte ya están desbordados y no tienen los recursos a fin de afrontar el problema. Por su parte el gobierno de Chiapas también está en la indefensión ante el crecimiento del crimen organizado. Por lo que respecta al gobierno federal ya demostró no querer reconocer que no pudo con el problema y su silencio es vergonzoso e, insisto, indignante. Son muchos los compatriotas que, desesperados ante la violencia, el hambre y la falta de oportunidades decidieron emigrar. Exactamente el mismo diagnóstico de lo que acontece en países del mar Caribe, Centroamérica y Sudamérica. Con la diferencia de que los chiapanecos no buscan el sueño americano, sino la certeza de no morir violentamente ante las amenazas de los cárteles mexicanos en ese Estado del sur.  Lo dramático es que el gobierno federal calla y ante su fracaso prefiere no elaborar un plan de rescate de los chiapanecos. Está convencido de que nadie se dará cuenta de su fracaso. Algo así como el argumento infantil de que callar no es mentir.  

 

La evaluación de un gobierno se realiza en dos tiempos. La que el propio gobierno hace de su gestión y, con la verdad de Perogrullo, se autocalifican con excelsas calificaciones. Empero, llega el segundo tiempo de contrastación de resultados. Léase, cuando el nuevo gobierno empieza a dar a conocer ante la opinión pública sus logros. Ahí es cuando se entablan las divergencias. Consecuentemente, la presidenta electa, al cumplir su primer año de gobierno, tendrá que recurrir a comunicar acerca de su trabajo e informarnos mediante el uso de los métodos comparativos si estamos mejor o peor que antes. Lo tendrá que hacer con cifras, estadísticas y datos duros por cada uno de los sectores administrativos. A ella le convendrá superar lo hecho por su antecesor y a su mentor eso no le gustará. Pero es irremediable. Saldrán a relucir las cifras de migrantes mexicanos hacia el norte y hacia el sur. También se verá la explotación a los centro y sudamericanos en nuestras ciudades y habremos de pasar vergüenzas. Que quede claro: evaluar y analizar los resultados de lo planeado contra lo logrado y de lo ofrecido contra lo alcanzado es un asunto de la Administración pública democrática y ahí se verán otros asuntos más allá de los de migración. Por mientras queda claro: amlo falló en ese rubro.   

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