Chalco un Lugar que Refleja Mucho  de lo que Somos Como País

SILVESTRE VILLEGAS REVUELTAS 

Yo no sé si a nivel internacional las imágenes de las inundaciones en las poblaciones de Chalco, Valle de Chalco y en el extremo opuesto Atlamaya o en la Condesa han sido vistas por los ciudadanos de Alemania o Italia; lo que sí yo he podido percatarme a través de los canales internacionales de televisión es que en España, Austria, Alemania, Japón y China entre otros países, todos ellos han sufrido crecidas de agua que arruinan el mobiliario de las casas, descomponen los aparatos electrodomésticos, dañan automóviles que parecen figuras de plástico que, como patitos de hule en palanganas con agua, se bambolean de un lado a otro y son arrastrados cientos de metros o kilómetros “río” abajo. Las inundaciones preceden a la historia de las civilizaciones y han sido parte cultural de éstas últimas pues, el “Diluvio Universal” seguramente fue el producto de un huracán, ciclón, tifón o simplemente una gran lluvia que inundó las tierras por donde andaban los pueblos de Israel -debe recordarse que en la antigüedad, el común de los pobladores no deambulaba más allá de unos cuantos kilómetros a la redonda y para ellos fue un evento pluvial de dimensiones de un enojo divino. Seguramente, la llamada “Arca de Noé” fue una versión muy antigua de las barcazas, valsas, cayucos y demás formas de transporte fluvial, que los pueblos antiguos tenían para transportarse, subir sus pertenencias y animales  que eran esenciales para la supervivencia.

En cuanto a Chalco es toda una historia. No debe ser olvidado que el antiguo Valle de México era una enorme zona lacustre, hermosa por sus inmensos bosques, placentero por su clima templado tendiente al frío durante el invierno. ¿Qué pasó? Los primeros pobladores como los azcapotzalcas y los que vivían en los pueblos alrededor de los lagos “del Anáhuac” vieron llegar a unos pelados llamados mexicas y les dieron el peor lugar de la zona: un islote. Éstos, pronto se convirtieron en los vecinos incómodos de la comarca, peor, sacaron los dientes y como eran buenos guerreros fueron dominando a los vecinos, luego otras zonas mesoamericanas y por último constituyeron el Imperio Mexica, internacionalmente conocido como el Imperio Azteca.  De los primeros jacalones mexicas se transitó hacia la construcción de Tenochtitlan que luego sería “Gran” y cuando llegó Cortés y sus hombres y el rey Carlos V la reconociera como ciudad vio sus luces la Ciudad de México, hoy por muchos conocida por CDMX, negocio de uno de nuestros politicastros: Miguel Ángel Mancera.

Para los jóvenes y otros no tanto, que conocen la gran urbe que se desparrama por los cuatro puntos cardinales vivir en Chalco, trabajar en San Ángel o Coyoacán, visitar a alguien en Iztapalapa o Texcoco son rumbos de la Ciudad de México, pero anteriormente y no hablemos del siglo XVII sino todavía en los años de 1950, era dirigirse a los otrora extremos del Valle de México, era lanzarse por una carretera, era viajar afuera de la capital. Para los años de 1960, Chalco quedaba en el camino de la carretera federal a Puebla y Cuautla, donde muchas familias mexicanas iban a tomar baños de aguas sulfurosas y algunos comer en el Hotel Vasco de dicha localidad morelense. De regreso, ya pardeando la tarde, podía uno pararse en el pueblo de Chalco, comer fresas con crema y comprar quesos. Chalco no era cualquier lugar, había sido pueblo importante para el mundo indígena y durante el siglo XIX fue en Chalco donde grandes hacendados como el liberal Mariano Riva Palacio tenía cuantiosos intereses; asimismo fue en Chalco donde el país vivió con “espanto” los primeros experimentos agrarios de tinte anarquista (que Dios me libre estará pensando un panista). Peor y hay que santiguarse, fue en Chalco donde se dio forma a las primeras comunidades mormonas en el país, compuestas por mexicanos, que no gringos, quienes viajaron hasta Utah para recibir las enseñanzas del patriarca y santo Joseph Smith.

Para el caso que nos ocupa con motivo de las lluvias e inundaciones que se han cebado en varios puntos de la república y en Chalco en particular, vale la pena hacer la siguiente puntualización. El original pueblo de Chalco es distinto al asentamiento irregular, luego regular llamado Valle de Chalco. Ambos están cerca pero no tanto: los identifica un rasgo común, comparten una depresión orográfica que se explica como resultado de la desecación histórica de los lagos del Valle, del consecuente hundimiento de toda la ciudad y en el caso del segundo: calles, casas, negocios, fraccionamientos y general toda la población está por debajo del nivel del desagüe de la Ciudad de México que corre por aquellos rumbos. Estimado lector, si usted viene de Puebla después de haber comido unos deliciosos Chiles en Nogada en Casa Reina, sabrá que está llegando a Chalco porque el hedor a caca se hace presente y los enormes tubos que hacen funcionar el desagüe y que se observan a la derecha de la carretera ¡¡están varios metros arriba de la zona urbana de Valle de Chalco!!  Cuando Carlos Salinas de Gortari intentó llevar a cabo su ridícula huelga de hambre (?), el río de caca estaba al aire libre y con cualquier lluviecilla desparramaba sus fétidos líquidos a la maltrecha mancha urbana. La zona oriente del Valle de México siempre ha sido pobre para algunos y fuente de riqueza para otros. Hay que subrayarlo, ni los gobiernos del PRI que pintaba cerros con los nombres de algún presidenciable, ni del PRD, ni de MORENA han resuelto el problema social, urbano, hidráulico de aquel rumbo. No debió permitirse que se instalaran poblaciones en semejantes terrenos potencialmente inundables: repetimos, son una enorme depresión donde las carreteras a Puebla y Cuautla son las únicas que van por encima de la altura promedio. Y si a lo anterior le agregamos la basura que tira la gente, porque es puerca o porque no tiene servicio de limpia y la arroja donde puede, resulta que no hay drenaje por muy germánico que sea su tecnología que aguante todo el cúmulo de plásticos y otro tipo de basura que tapona las alcantarillas, chicas, grandes y lo colectores. Mis parientes veracruzanos tienen un cayuco en su cochera porque saben que, cuando menos lo esperen tendrán que utilizarlo para ir al OXXO.         

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