
POR ARGENTUM
Haber anticipado lo que por años se ha conocido como el “destape”, que en esta ocasión fue el propio presidente de la República quien colocó en el escenario público a los que, según él, debían hacer su lucha para sucederlo en el cargo, además de lo que significa en gastos monetarios la prolongada promoción de los competidores, también genera un severo desgaste a los partidos políticos, a la figura presidencial y a nuestra incipiente democracia.
Con tanto tiempo en campaña, así se le llame de otra manera para no violentar las restricciones del INE, el discurso va cayendo en una oquedad nada fácil de llenar cuando inicien las campañas constitucionales.
Los aspirantes de Morena están cayendo en una doble lucha electoral: hacia el frente, contra el adversario opositor, y hacia el interior del morenismo entre sus propios compañeros incluida la única contendiente mujer.
Las agresiones han trascendido a lo meramente verbal. Ha habido enfrentamientos entre simpatizantes de una y otra de las corcholatas; bloqueos para evitar que simpatizantes del convocante lleguen hasta el espacio del evento, distribución de propaganda del oponente en el evento del otro. También se ha dado otro tipo de hechos, lamentablemente sangrientos, en Veracruz y Guerrero, que han dado paso a un sinnúmero de especulaciones de todo tipo. Nada asegura que esos hechos hayan ocurrido por cuestiones políticas, pero en ese ámbito las encuadran toda vez su relación con los dos varones punteros. De cualquier manera, quedarán inscritas en el anecdotario electoral como hechos ocasionados por intereses políticos. Los medios de comunicación han dado amplia cobertura principalmente porque, en los tres casos hasta ahora ampliamente difundidos por las redes sociales y la prensa escrita, las víctimas desarrollaban alguna actividad proselitista en favor de dos de los seis contendientes.
Por primera vez en la historia de México, la lucha electoral entre los aspirantes de un mismo partido, se da con las características actuales.
La otra guerra que los aspirantes están librando, es la de las encuestas. Si bien es cierto que las encuestas con la metodología adecuada son un instrumento de gran utilidad para los partidos políticos, ocurre todo lo contrario cuando, por una caudalosa paga, publican números falsos para tratar de influir en el ánimo de los ciudadanos en favor del aspirante que les paga.
Las encuestas están siendo utilizadas para presentar al contrario como el menos aceptado, como el rezagado que no tiene las menores posibilidades de triunfo. Esto está ocurriendo entre las corcholatas: una de ellas utiliza las encuestas para distorsionar la imagen de las otras.
El tiempo de exposición pública de los aspirantes a ocupar la silla presidencial es demasiado largo, así se le denomine a la actual precampaña de otra manera.
Representa un severo desgaste físico y mental para el que no estaban preparados. Menos aún con las limitantes que ha impuesto el INE.
Muchas son las cosas pueden ocurrir, y darle un giro completo a las cosas. Los intereses en juego son altos, se está en juego el poder presidencial.
La gente está confundida. La información que se publica va en todos los sentidos, la especulación se ha apoderado de los espacios informativos. La gente ha vuelto refractaria a tanta palabrería y a una descontrolada contaminación visual que los ojos ya no distinguen.