Tomar las Calles el día 26 Será Otra vez la Muestra del Poder Ciudadano

 

*Tal y Como se Frenó la Reforma a la Constitución es Posible Detener el Nefasto “Plan B”

*El Capricho Palaciego Deberá ser Censurado en Cada Capital y Pueblo de la República

*Otra vez Habrá de Mostrarse el Músculo Ciudadano, Aunque la Pretensión sea Doblegarlo

*Sin Golpes de Estado en 111 Años y Anulando la Pretensión de que Haya uno en el XXI

*Allá nos Vemos Para Evitar que Cierren la Puerta a los Equilibrios y Fortalecen Dictaduras 

 

JESÚS MICHEL NARVÁEZ

Este domingo 26, la sociedad civil del país tendrá la, muy probablemente, última oportunidad de manifestarse en defensa de la democracia y en rechazo a la instauración de un régimen duro, que alienta el maniqueísmo y destruye las instituciones.

Es el preludio de vivir en y con libertades o ser coadyuvante del sepelio de ambas opciones.

Tomar las calles no solamente de la Ciudad de México sino de todas las capitales y municipios del país, será la muestra del poder ciudadano.

Ignorar la convocatoria que busca evitar la destrucción del sistema electoral mexicano, construido a través de 35 años de negociaciones entre las oposiciones, el partido hegemónico y la sociedad civil, es otorgar al gobierno actual las herramientas para continuar con su labor de zapa y concluirla con opacas elecciones en 2024.

Se conoce la reacción del presidente de la República.

La vivimos todos los mexicanos después de la marcha que, por convicción, se realizó el 13 de noviembre y en la cual participaron cuando menos 700 mil personas en la capital del país y otro tanto en diversas entidades. 

La respuesta fue la “marcha de la reivindicación presidencial”, cuyos contingentes recibieron estímulos económicos y fueron trasladados en autobuses pagados lo mismo por el gobierno de la Ciudad de México que de los estatales en donde los mandatarios llegaron al poder con las candidaturas de Mora. El partido oficialista cubrió gran porcentaje de los gastos realizados para demostrar que el “presidente cuenta con el apoyo del pueblo”.

Fue acción provocada por la presencia de ciudadanos de a pie que, sin pertenecer a partidos políticos, organismos empresariales e incluso de la sociedad civil, demostraron tener la consistencia para tratar de frenar la reforma constitucional que desaparecía el Instituto Nacional Electoral, al Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación y a los Organismos Públicos Electorales (OPL’S).

El cometido se logró: se frenó la reforma constitucional y, sin embargo, en la mesa de póker apreció un nuevo juego: reforma a 7 leyes electorales que, si bien no tendrán el mismo efecto que la constitucional, sí debilita el sistema electoral nacional.

Con la aparición pública de la sociedad civil se impidió que los consejeros y los magistrados electorales fueran elegidos por la vía de la “democracia participativa” que, de haberse llevado a cabo, la calidad de los órganos electorales habría sido sometida a los caprichos del Jefe del Ejecutivo federal, de su partido y de los intereses coyunturales que se alían al enfrentamiento entre los mexicanos.

También se impidió la desaparición de los diputados plurinominales que representan a las minorías cuyas aspiraciones no encajan en los partidos políticos “tradicionales”.

DE LA MARCHA DEL SILENCIO

A LA EXIGENCIA DEMOCRÁTICA

Gobernaba Andrés Manuel López Obrador el Distrito Federal. La inseguridad y violencia estaban en todo su apogeo y no se tomaron medidas para salvaguardas las vidas y los bienes de los 9 millones de habitantes de la Capital del País.

La sociedad civil salió a las calles y concentró más de un millón de asistentes en una marcha pacífica, en la que quienes participaron vestían de blanco. Era el silencio absoluto. No había gritos ni consignas.

Las serpenteantes columnas marchaban en orden, sin coordinadores, sin líderes. 

Solamente avanzaban. 

La meta era el Zócalo, la Plaza de la Constitución, el corazón del país y de los mexicanos. 

Imposible ingresar. La totalidad de asistentes rebasó y con mucho las expectativas. Miles, decenas de miles, quedaron detenidos desde Reforma y Avenida Juárez hasta la plancha mayor. Madero, 5 de Mayo, 16 de Septiembre, Tacuba, 20 de Noviembre, Pino Suárez, Argentina, Brasil… todas las calles estaban colmadas.

Una manifestación que mostró el músculo ciudadano y al que, sin embargo, se pretendió doblegar con la contramarcha.

La denominación: “Marcha por la Paz” y la encabezó Andrés Manuel López, quien desde el templete ubicado en la Plaza de la Constitución y antes desde el Balcón del Antiguo Palacio del Ayuntamiento, fue utilizada por el Jefe de Gobierno para descalificar a quienes dos semanas antes había exhibido la indolencia gubernamental para frenar la violencia y la inseguridad.

Por primera ocasión, el funcionario llamó “pirruris” a los manifestantes y dedicó su mensaje a la descalificación de quienes exigieron, en silencio, acciones para detener la escalada violenta que se vivió a partir de su triunfo en las urnas que lo llevó a su primer cargo de elección popular.

La sociedad civil que participó no se manifestó para defender la democracia. Ya estaba comprobado que el Instituto Federal Electoral -origen y destino del INE- hacía un trabajo en pro de la democracia. 

Por primera ocasión un candidato de oposición ganaba la Presidencia de la República en 71 años de gobiernos emanados del Partido Nacional Revolucionario (1928-1938), Partido de la Revolución Mexicana (1938-1946) y Partido Revolucionario Institucional (Desde 1946).

El giro de 180 grados en materia ideológica y política, se gestó en función de la limpieza de la elección presidencial. Vicente Fox Quesada, se sentaría en la Silla del Águila a partir del primero de diciembre de 2000. 

Alternancia pacífica. Ejército leal y disciplinado a las Instituciones, no a los hombres. 

El IFE, con José Woldenberg a la cabeza, cumplió su responsabilidad. El presidente en funciones, Ernesto Zedillo Ponce de León reconoció la victoria horas después del cierre de casillas y con los informes electorales del organismo que organizó por primera ocasión los comicios presidenciales.

La victoria de Zedillo Ponce León tuvo claroscuros evidentes. Se convirtió en el candidato más votado en la historia hasta ese momento. Más de 18 millones de sufragios. Su candidatura, concebida a partir del asesinato de Luis Donaldo Colosio por lo cual solamente pudo hacer campaña 64 días, era ganadora, aunque poca gente lo conociera. La figura del que pudo haber sido el Presidente de México, influyó de manera radical en el triunfo.

Y durante sus 6 años de mandato, el hombre que entregó la banda presidencial a un adversario político, trabajó en “sana distancia” con el PRI y jugó con dos ases: si el tricolor mantenía el poder presidencial, significaría que la población aprobaba su gestión; si perdía, reconocería al vencedor y pasaría a la historia como el personaje que consolidó el arranque de la nueva democracia.

A partir del nacimiento del IFE y más tarde consolidado con el INE, al que se le otorgaron mayores facultades y total autonomía constitucional, todos los procesos electorales federales y estatales cambiaron de rumbo.

El fraude, la chicana, las trampas, las urnas embarazadas, los carruseles, los ratones locos y otras acciones ilegales, desaparecieron paulatinamente. En dos décadas, solamente se anularon dos elecciones con candidatos del PRI: tabasco y Colima. 

CON LA ALTERNANCIA,

MÁS DEMOCRACIA

A partir del desplazamiento del PRI del poder legislativo, cuando en 1997 perdió la mayoría calificada y tres años después la Presidencia, no sin sobresaltos, los comicios mantuvieron un alza en la confianza de los ciudadanos que, partícipes directos en las mesas de recepción de votos, supieron responder a la confianza de quienes acudieron a las urnas.

Gracias al respeto del voto -que hoy se niega como bandera para destrozar el sistema electoral nacional-, en 18 años 4 candidatos presidenciales, de diferentes partidos políticos han alcanzado el beneficio otorgado por los ciudadanos.

La existencia de las autoridades electorales mexicanas -INE y TEPJF- han merecido el reconocimiento global por su actuación y por la defensa de la democracia que si bien aún muestra signos de debilidad, avanzó y en mucho con respecto al núcleo de nacionales latinoamericanas.

Hasta ahora, después de 111 años, México no ha sido víctima de otro golpe de Estado. El último sigue siendo: el sufrido por Francisco I. Madero.

SIN EMBARGO… LA

AMENAZA DEL LOBO

Todos y cada uno de los Presidentes de México, a partir del final del caudillismo y el nacimiento de las instituciones han servido al país. Algunos buscando cambiar el modelo surgido de la Revolución Mexicana.

Otros tratando de imponer los emanados de la globalización. Sin embargo, dentro del marco de la Constitución, han incumplido sus postulados.

Desde Lázaro Cárdenas que desterró al llamado “jefe máximo de la Revolución” hasta Andrés Manuel López que busca crear su propio proyecto político, el país ha superado las ambiciones personales y emergido del pantano en el que lo han querido sepultar.

Hoy, sin embargo, la amenaza de la presencia del lobo, el que es anunciado como que está por llegar, tiene la intención de concretar el arribo y aullar solamente para el cielo y no para los terrenales ciudadanos de México.

Pasar de una transformación, la cuarta equiparándola con la Independencia, la época juarista y la Revolución Mexicana, a una “revolución de las conciencias” sin consultar al ciudadano si está o no de acuerdo, es la amenaza que hace resurgir a la sociedad civil.

POR ELLO, LA

NUEVA MARCHA

Para evitar no el cambio, que podría o no ser efectivo y mejoraría las condiciones de millones de mexicanos, sino la destrucción de las instituciones electorales que han permeado para el fortalecimiento de la democracia, la sociedad civil saldrá a marcha este domingo.

La convocatoria tiene el único objetivo de entrar a la resbaladilla en la que nadie se detendrá hasta caer en el fondo y sin cuerdas de donde asirse.

Desdeñar el llamado, quedarse cómodamente en casa mirando desde lejos cómo la ausencia de miles, de decenas de miles de personas, le abren la puerta a las medidas que rompen los equilibrios y fortalecen la decisión de un solo hombre, tendrá consecuencias irreparables.

La obligación de los ciudadanos, conforme al artículo 36 constitucional, es defender las libertades.

Y por supuesto, la democracia.

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