Las lecciones de la historia.

Raúl Mondragón von Bertrab

“Quien no conoce su historia está condenado a repetirla.” 

 – Agustín Nicolás Ruiz de Santayana y Borrás… o Nicolás Avellaneda

“La historia no se repite, pero rima.”

Mark Twain?

 La “Cuarta Transformación”, escribe Denise Dresser en su último bimestral para Foreign Affairs, sería la supuesta coyuntura definitoria de la historia mexicana, tras la Guerra de Independencia, el movimiento liberal de Juárez y la Revolución de 1910.

Confieso que apenas hace unos días conocí a detalle el Museo Nacional de la Revolución. El motivo fue una tarea escolar de mi hijo, estudiante de primaria. Galería austera, no sé si desde o por la republicana austeridad, pero amena e ilustrativa de una época que sí transformó al país y la vida de sus habitantes de manera permanente.

Al guiar a mi hijo en el desarrollo de una línea de tiempo de eventos relevantes, como la asignatura requería, me hallé recordando, reconociendo o aprendiendo detalles de los sucesos que culminaron con la muerte del porfiriato y nacimiento del Partido Nacional Revolucionario que se convirtió en el PRI:

1906-1907, huelga de los mineros de Cananea, Sonora, y huelga de la fábrica textil de Río Blanco, Veracruz, primeros atisbos de hartazgo contra la dictadura de Díaz.

20 de noviembre de 1910, levantamiento en armas en apoyo de Madero, inicio de la Revolución Mexicana. 

9-19 de febrero de 1913, la Decena Trágica, golpe de Estado militar encabezado por Victoriano Huerta para derrocar a Madero.

22 de febrero de 1913, asesinato de Madero y Pino Suárez.

21 de abril de 1914, Estados Unidos, cuyo embajador Henry Lane Wilson había participado activamente en el golpe a Madero, y su presidente Woodrow Wilson desconocen el gobierno de Huerta y la marina estadounidense ocupa el puerto de Veracruz.

 

13 de agosto de 1914, firma de los Acuerdos de Teoloyucan por Álvaro Obregón y Lucio Blanco, formalizando la entrega del poder a los revolucionarios y la disolución del viejo ejército de Díaz. 

 

10 de octubre de 1914, Soberana Convención Revolucionaria en Aguascalientes, último esfuerzo de pacificación y entendimiento entre los jefes de la Revolución, abandonada por los carrancistas un mes después.

 

1915, Guerra Civil, constitucionalistas de Carranza vs. convencionistas de Villa y Zapata.

 

5 de febrero de 1917, promulgación de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.

 

17 de julio de 1928, asesinato de Obregón por León Toral en el Parque de La Bombilla, en Ciudad de México.

 

El común denominador de estos hechos históricos es que se dieron bajo mandos militares y entre ríos de una sangre que hoy vuelve a correr por motivos menos nobles que el futuro de la patria.

 

El presidente se jacta de saber mucho de historia, pero nadie que lo haga y que ostente poder puede ignorar y no retomar la cruzada vasconcelista, priorizar la educación, como el momento más alto de estadismo preclaro en la Breve Historia de México que también escribió. Dijo apenas en su letárgica Mañanera que el Ejército Mexicano “surge para oponerse al golpe de Estado que llevó a cabo Huerta con un grupo de insensatos, de [sic] pandilleros, en los que estaban [sic] oligarcas y fifís, otros militares y el embajador de Estados Unidos en México…”, propinando por cierto otra cachetada a los vecinos del Norte -“rudeza innecesaria” se le dice en el football americano y se castiga con la pérdida de 15 yardas y la descalificación del jugador si hay flagrancia- hablando de Henry Lane Wilson, en efecto conspirador clave, pero con cartas credenciales, en la miserable Decena Trágica. 

 

La página oficial del gobierno mexicano refiere los orígenes del Ejército Mexicano a los guerreros prehispanicos, al Tepochcalli y al Calmécac que recordé de la primaria, en los que los jóvenes del pueblo y los hijos de los nobles aprendían a pelear en la guerra y a decidir su estrategia, respectivamente. Se olvidó pues el presidente del Guerrero Jaguar náhuatl, del Guerrero Águila mexica, del Ejército Virreinal, del Ejército Trigarante. 

 

Escucho absorto a mi amigo Óscar Mario Beteta decir que el 95% de las fortunas mexicanas se han hecho al amparo del poder. Lo dice, creo, en relación con los 8 mil millones de pesos que se le aumentaron en presupuesto al Banco del Bienestar, o quizá con la llamada “Estafa Maestra” del sexenio pasado, por esa misma cantidad. La ocasión es lo de menos, el patrón se repite, rima. Horas después el senador Monreal, también en el radio y en referencia a la sucesión presidencial, habla de que sus contrincantes dentro de MORENA no tienen escrúpulos y que están dispuestos a todo. Lo confirma.

 

Dresser concluye su artículo con tino: “López Obrador está llevando al país por un camino conocido, no hacia una democracia fuerte y sana, sino hacia una anárquica y corrupta cleptocracia apoyada por gente que debería conocer la historia.” 

 

Si el empeño declarado por el mandatario mexicano es acercarse a Juárez y a Madero en los libros de historia, ésta, implacable juzgadora del destino final, comienza ya a equipararlo más al infame Victoriano Huerta.

 

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