Los Trabajadores y su Salud Mental

Los Privilegios del Poder

VERÓNICA V. GONZÁLEZ Y ARNOLDO PIÑÓN

 Desde hace varios años organizaciones internacionales públicas y privadas han puesto sobre las mesas el impacto de la salud mental en los lugares de trabajo.

La forma como se lleva a cabo la jornada laboral constituye una instancia social de suma importancia en el proceso de la salud mental, especialmente cuando las personas pasan la mayor parte de su vida en el trabajo, la que produce efectos físicos, pero también psíquicos.

La depresión en el trabajo es la causa principal de la reducción en la productividad, el ausentismo y el retiro prematuro. Se estima que año con año se pierden 12 mil millones de días de trabajo debido a la depresión y la ansiedad, esta situación le cuesta a la economía mundial casi un billón de dólares.

En México, hace dos años entró en vigor la Norma 35 que analiza los factores de riesgo psicosocial en el entorno laboral y evalúa las condiciones en la que se desarrollan las actividades, a pesar de su importancia poca o nula información se ha dado al respecto.

EL ENTORNO 

INTERNACIONAL

El tema de la salud mental de los trabajadores ha llamado la atención de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización Internacional del Trabajo (OIT) mismas que demandan la adopción de medidas concretas para abordar el problema.

En junio del presente año, la OMS publicó un informe sobre la Salud Mental Mundial. En el documento mostró que de los mil millones de personas que vivían con trastorno mental en 2019, alrededor de 15 por ciento son adultos en edad de trabajar.

Las acciones o actitudes en las fuentes laborales qué afectan negativamente la salud de los trabajadores son, de acuerdo con la OMS, la discriminación, la desigualdad, la intimidación y la violencia psicológica.

Sin embargo y a pesar de la importancia del problema hoy por hoy hablar de la salud mental sigue siendo un tabú en los entornos laborales de todo el mundo.

El tema de la salud mental y el trabajo no es un tema nuevo, sin embargo, muy actual sobre todo después de la pandemia del COVID-19.

El miedo al contagio, la crisis económica, el encierro y la siniestralidad laboral provocó durante el aumento de 25 por ciento en la ansiedad y la depresión general en todo el mundo, lo que puso de manifiesto la falta de preparación de los gobiernos para lidiar con su impacto en la salud mental y reveló una escasez crónica de recursos de salud mental a nivel mundial.

En 2020, los gobiernos de todo el mundo gastaron una media de sólo dos por ciento de los presupuestos sanitarios en salud mental, y los países de renta media-baja (como México) invirtieron menos del uno por ciento señala la OMS.

Su director general, Tedros Adhanom Ghebreyesus, ha declarado que “es hora de centrarse en el efecto perjudicial que el trabajo puede tener en nuestra salud mental”.

El bienestar del individuo, en sí, es una razón suficiente para actuar, sin embargo, el deterioro en la salud mental también puede tener un impacto debilitante en el rendimiento y la productividad de la persona.

La recomendación es llevar a cabo medidas para enfrentar los riesgos para la salud mental, como la revisión de la carga de trabajo los comportamientos negativos y otros factores que generan angustia en el trabajo.

Además, conviene formar directivos que puedan prevenir los entornos laborales estresantes y responder a los trabajadores que sufren y encomienda atender a trabajadores con problemas de salud mental, apoyar su reincorporación al trabajo y, en el caso de los que padecen problemas graves de salud mental, ofrecer intervenciones que facilitan la incorporación al empleo remunerado.

EL CASO DE MEXICO

México ha tomado ya cartas en el asunto. En octubre de 2019 y 2020 entraron en vigor la primera y segunda etapa, respectivamente, de la Norma Oficial Mexicana 035 que analiza los factores de riesgo psicosocial en el entorno laboral y evalúa las condiciones en que se desarrollan las actividades. 

En la primera se establece el cumplimiento, por parte de los centros de trabajo de medidas de prevención y la identificación de los trabajadores expuestos a acontecimientos traumáticos severos y la difusión de la información.

Mientras que en la segunda se menciona el cumplimiento de la identificación y análisis de riesgo psicosocial, la evaluación del entorno organizacional, las medidas y acciones de control, la práctica de exámenes médicos y los registros.

Los factores de riesgo psicosocial que se evalúan y analizan son: las condiciones del ambiente laboral, cargas de trabajo, control sobre el mismo, jornadas que exceden lo establecido en la ley, interferencia en la relación trabajo – familia, liderazgo y relaciones negativas, violencia laboral.

No obstante que la Norma 35 lleva dos años de entrar en vigor poca o nula difusión se le ha dado, ninguna organización sindical ha levantado la mano, ni siquiera las que representan al personal de salud, los más afectados física y psicológicamente con el COVID-19.

 

 

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