Participación Social, el Tema que Busca Silenciar el Presidente López

*La Diferencia Entre Manifestación y el

Asambleísmo Gubernamental

* En Democracias Modernas la Sociedad 

no se Conforma con Solo Votar

*Hoy se Manifiesta Como un Tímido río de luz 

y Pronto Incrementará su Caudal 

Por Ezequiel Gaytán

Uno de los grandes debates acerca de la democracia es el de la participación social, su intensidad, sus formas y sus límites, ya que por un lado es importante que la sociedad haga valer su parecer en las elecciones y, a la vez, actúe cotidianamente de manera cívica en la convivencia del pacto social con las autoridades y con la comunidad. De ahí que la participación social es la acción comprometida de la ciudadanía que orienta al gobierno en la toma de decisiones, en el manejo de los recursos, en la definición de las políticas públicas y en el desarrollo comunitario. Actúa dentro de la legalidad y fácilmente adquiere legitimidad, pues levanta banderas sociales vinculadas con valores, demandas y necesidades sociales. Su voz va dirigida a los demás grupos sociales y, por su puesto, al gobierno. Por eso la participación social es el lado contrario al de la mayoría silenciosa.

La participación social puede ser formal o informal, la primera actúa dentro de la ley ya que fue registrada como asociación civil y su acción es permanente, ya que se desempeña en áreas de especialidades tales como la educación, la vivienda o la salud. Su desempeño es planeado y se orienta a resultaos concretos, controlados y evaluados. La segunda también actúa dentro de la ley, pero su organización es coyuntural o efímera, pues se hace notar cuando un grupo o comunidad ven afectados sus intereses o son víctimas de las ineficacias gubernamentales en la prestación de los servicios públicos 

En ambos casos siempre se basan en los principios de organización que significa división del trabajo a fin de que los líderes y los activistas desplieguen sus tácticas y estrategias con objeto de lograr la consecución de sus metas. Más aún, su capacidad de convocatoria y de llamar la atención es significativa, pues la participación social tiende a mover masas y desplegar movimientos sociales que van más allá de un punto geográfico y han llegado a convocar a manifestaciones sociales simultáneamente en diversas ciudades de un país o de varios países. Léase, la participación social puede ser local o puede ser internacional y reacomodar prioridades en las agendas gubernamentales de diferentes naciones o de los organismos internacionales.   

Cabe hacer notar que la Declaración Universal de los Derechos Humanos precisa en su artículo 21 que toda persona tiene derecho a participar en el gobierno de su país. Asimismo, el artículo 29 subraya que tenemos deberes ante la comunidad. Consecuentemente, la participación social es un derecho y un deber conquistados, irrenunciables e imprescriptibles y el gobierno no puede regatearnos o vendernos espejitos vinculadas con las exigencias que planteamos.   

En México gozamos de la democracia representativa y participativa. En el primer caso la participación social es vital porque elegimos por voto libre, directo y secreto a nuestros gobernantes y por lo mismo, en la medida en que acudimos a las urnas, legitimamos a nuestros representantes. Si no acudiésemos a emitir el sufragio significa que la participación social se manifestó en el silencio y en el abstencionismo y eso es también participación social. Saber entender el activismo o la pasividad de la participación social es un arte y explicar la conducta social es relevante en la conducción política del país. 

LAS CINCO OPCIONES DE

DEMOCRACIA PARTICIPATIVA

Respecto a la democracia participativa, la sociedad tiene al menos cinco opciones de participar. La primera, aún no formalizada en México, es mediante la figura del plebiscito o consulta al pueblo. Debe ser convocada por el poder legislativo y versar acerca de una determinada ley. La segunda es el referéndum que debe ser una llamada del poder Ejecutivo a la población con el propósito de que se manifieste sobre una obra pública determinada, tampoco está formalmente reconocida en nuestro país. La tercera es la ya popular Revocación de mandato que efectivamente ya es ley y es una convocatoria a fin de movilizarnos socialmente. Es una forma de participación social, pero me parece que aún deben pulirse algunos puntos; por ejemplo, debatir acerca de los resultados gubernamentales y con base en ellos acudir informados a las urnas. La cuarta forma de participación social es la movilización o movimientos de masas. Son las manifestaciones sociales que toman las calles, bloquean avenidas y exigen respuestas y resultados del gobierno. En ocasiones, es cierto, son una lata, pero si el gobierno hiciera su trabajo no veríamos tantas manifestaciones sociales. Finalmente, la quinta forma de participación social es la iniciativa popular que consiste en hacerle llegar al poder Legislativo alguna iniciativa de ley o modificación a algún ordenamiento normativo. Para su instrumentación se requieren una serie de requisitos tales como un determinado número de firmas. Aquí cabe aclarar que no son parte de la participación social quienes se apoderan de las casetas en las carreteras de cuota, en nombre de una supuesta causa social, a fin de extorsionar a los viajeros. Tampoco son las bandas organizadas de la delincuencia con el propósito de privatizar y hacer negocios mediante la amenaza a la población. Esas agrupaciones son delincuenciales y se escudan en la participación social.

Habría que distinguir los movimientos sociales del asambleísmo gubernamental, pues eso tampoco es participación social. Eso es una especie de “acarreo” cuyo propósito es una mascarada de consulta a los asistentes a un mitin a fin de que levanten la mano y sin debate ni información decidan acerca de una determinada obra pública. Como fue el caso del tren ligero en Torreón o un una desorganizada e improvisada consulta popular acerca del destino del aeropuerto de Texcoco.

La participación social independiente de los partidos políticos tardó en condensarse en México. No fue un proceso fácil debido al corporativismo que configuró la vida política en México en torno al Partido Revolucionario Institucional. Afortunadamente los movimientos sociales fueron fortaleciéndose y lograron su presencia política sin ataduras partidistas. Empero, la actual gestión, nostálgica del pasado totalizante del monopartidismo desea regresar a aquellos tiempos y, por lo mismo, solamente atender a aquellos movimientos sociales controlados y subordinados a su concepto de transformación. Incluso llama la atención que desdeña legislar acerca de las figuras de plebiscito y referéndum y consecuentemente las utiliza con surrealismo y a su muy particular conveniencia.  

 

AMLO HABLA DE MANERA

IMPRECISA Y CHURRIGRERESCA

La vida política nacional continúa y la participación social ya no puede ser cooptada, comprada o corrompida. Ha conseguido legitimidad y los movimientos sociales que de ella emanan son libres, aunque eso moleste al actual gobierno. Por eso en esta administración son poco asiduos a hablar de la sociedad civil, de políticas públicas o de movimientos sociales. El presidente López Obrador nos habla de manera imprecisa y churrigueresca del pueblo bueno y sabio. Así desparrama su falta conceptual de entendimiento acerca de las voces y sus ecos de legítimas demandas y necesidades sociales incumplidas por su administración.  

Me queda claro que se está gestando un movimiento social que hoy se manifiesta como un tímido río de luz y que pronto incrementará su caudal de voces críticas. Ni los partidos políticos, ni el gobierno podrán conducirlo a alguna presa o al estancamiento. La participación social es cada día más grande, observa, medita, calla y piensa. Sabe que en el 2024 tendrá su oportunidad de hacerse escuchar y manifestar sus planteamientos. Los partidos políticos saben acerca de su importancia y también saben que no es un bocadillo fácil de digerir. Acudiremos a las urnas y nos manifestaremos políticamente. Nadie sabe el resultado de la próxima elección, pero no me sorprenderá la votación masiva de ese día. La participación social informal es fundamental, aunque en su mayoría esté desorganizada. Pero ya está harta de la inflación, cansada del desempleo, temerosa por la inseguridad y fastidiada de tanta palabrería. Plasmará su decisión electoral. Probablemente se manifieste por el voto dividido entre el poder ejecutivo y el legislativo, a fin de que los contrapesos en México eviten el poder omnímodo presidencialista. No lo sé. Está decidida a hacerse escuchar y deberemos poner atención a sus manifestaciones.  

La participación social formal e informal se manifiestan de múltiples formas y se desdobla permanentemente. Potencian sus capacidades en la medida en que sus demandas son lógicas, racionales y justas. La radicalización no la conduce a alcanzar buenos resultados. De ahí su inteligencia y también de ahí que es un tema que ocupa y preocupa a los partidos políticos y al gobierno. Saben que el proceso de formación continua de la sociedad civil tiene la intención de politizar cada día a más ciudadanos y que ese proceso educativo también orienta a la solución de problemas de manera organizada. Por lo tanto, la idea es alcanzar la autonomía de la gente empoderada y que cada día dependan menos de las dádivas gubernamentales. 

En las democracias modernas la sociedad no se conforma con solo votar, ahora influye y participa a fin de orientar las políticas públicas y también se apresta a evaluar los resultados con valor agregado, con lo cual obliga a los gobiernos a rendir cuentas para fortalecer la transparencia y el Estado de Derecho.  Por si fuera poco la sociedad organizada ha desarrollado instrumentos de participación que implementa en las redes sociales y en medios masivos de comunicación, pues lo que procura, no obstante la desconfianza gubernamental a la sociedad, es mejorar las relaciones entre la sociedad y la Administración pública, fortalecer la cultura de la legalidad, la protección de los Derechos Humanos, mejorar las condiciones de gobernabilidad, legitimar las decisiones gubernamentales y fortalecer los mecanismos de comunicación incluido  el poder Legislativo. En otras palabras, se trata de una democracia participativa que distingue entre insolencia y derecho a la libertad de expresión. Lo cual significa que tiene límites, los reconoce y los respeta. Es cierto que hay manifestaciones populares que a mi parecer se extralimitan. Son las menos, pero las hay. Y si acaso procede la intervención violenta del Estado habrá que evaluar cada caso por separado. Pero no por unas cuantas expresiones desmedidas se debe acotar la participación social y reducirla a las urnas. 

La participación social contiene un muy amplio horizonte que seguirá desplegándose y profundizando en las conciencias ciudadanas. Las leyes de participación ciudadana son claro ejemplo del poder social y lo que conocemos como Contralorías Sociales. Algunas de esas leyes son magníficas y bien estructuradas, pero desafortunadamente son letra muerta. Por eso la ciudadanía es quien debe actuar con la ley en la mano y hacerla cumplir. 

Lectores y escritores de artículos somos corresponsables de la marcha de la participación social. Todos tenemos algo que decir y algo que defender. Hagámoslo con pulcritud y con plena convicción que la participación social es el camino del futuro.  

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