Importancia de la Educación 

Técnica Para México

SILVESTRE VILLEGAS REVUELTAS

Por azares del destino, la semana pasada tuve la oportunidad de visitar las instalaciones de una escuela que, bajo la modalidad de internado, forma en los niveles de secundaria y preparatoria a jovencitas en cuatro carreras técnicas: diseño de ropa, contabilidad, cómputo y gastronomía.  El alumnado que es muy grande proviene de diversas entidades, fundamentalmente del occidente y sur de la república. Salen de comunidades rurales y poblaciones intermedias en sus respectivos estados y regresan a ellas para insertarse en los procesos productivos locales. Los directivos de la institución educativa (seglar y religiosa) y al platicar con algunos de sus profesores, en este caso de la especialidad en diseño de ropa, nos subrayaban a los visitantes que de ninguna manera formaban costureras (empleo fundamental en el ramo textil). Iban más arriba, las egresadas son técnicas en el diseño de ropa pero además saben perfectamente el proceso manual de la maquinaria utilizada en la elaboración industrial de ropa cotidiana: pantalones, camisas, vestidos, uniformes, accesorios, etcétera. El examen final de esta carrera técnica fue la presentación y calificación (por grupos) de colecciones que lo mismo era ropa de calle, atuendos de fiesta que el muy complejo diseño de vestidos para boda. Los productos finales se acompañaron de una explicación puntual de las razones del diseño, de las dificultades técnicas en su elaboración, de diversas tablas con información técnica sobre los cortes, características de las telas utilizadas, explicaciones en por qué utilizar determinados accesorios, y finalmente, tiempo consumido en la realización de las prendas, el precio de los materiales, amén del costo en la mano de obra. Los sinodales que evaluaron en su examen final a las alumnas fueron agasajados con una comida posterior elaborada por las pupilas de la carrera de gastronomía: nos explicaron el menú que de comida internacional combinaba platillos estándar con la indicación de ser sabrosos pero nutritivos y saludables. Mi colesterol lo vio como una afrenta, pero el hígado lo agradeció. En fin, una experiencia muy educativa que me provocó reflexionar sobre el problema medular de la educación que se brinda en la república mexicana y cuyas dificultades están por igual en las escuelas privadas como en los planteles públicos.

Desde finales del siglo XVIII y a lo largo del XIX diversos intelectuales criticaron la educación que ofrecía la Real Universidad de México, los colegios pertenecientes a las órdenes religiosas en sus ramas masculina y femenina, y sobre todo señalaron la casi ausencia de planteles educativos que hoy llamaríamos de educación primaria y secundaria. Las opciones universitarias eran muy pocas: Derecho, Medicina, Ingeniería de Minas y Civil, Filosofía y órdenes sacerdotales; había pocas posibilidades de realizar estudios de las ciencias naturales como la botánica que más bien se hacía de manera libre, por intuición y gusto. Y cuando algún “científico”, como se diría hoy, inventaba algo siempre terminaba topándose con las prohibiciones de la burocracia española que nunca permitió la competencia: ello comenzó en el siglo XVI cuando desde los reales salones de El Escorial se impidió que floreciera en la Nueva España la industria vitivinícola, porque ello no convenía a las casas y monopolistas de la península. 

Ya en tiempos republicanos, la inteligencia mexicana en sus pensadores como Alamán, Antuñano, Otero, Ortiz de Ayala y políticos como Melchor Ocampo, Manuel Siliceo, Ignacio Comonfort y otros más señalaron la importancia de estructurar un sistema educativo alejado de las preocupaciones coloniales -léase las prohibiciones del catolicismo en las escuelas. Los dos últimos personajes arriba señalados y como funcionarios públicos, legislaron para que a través de la Secretaría de Fomento se instaran planteles técnicos de educación secundaria para mujeres y hombres. En su exposición de motivos subrayaban que a México le hacía falta una variedad de técnicos que para los años de 1850 ya eran realidad en la Europa civilizada: Inglaterra y Francia. Se debería contar con buenos técnicos en metalurgia, en impresión, en la industria textil y muchas más ramas de la producción que incidían e inciden en la vida cotidiana. Estimado lector, reflexione lo difícil que resulta encontrar hoy en el país un buen electricista, ya no dijéramos un buen ebanista que es como buscar una aguja en un pajar; en cambio tenemos miles de alumnos en las carreras de comunicación y derecho. Seguimos siendo una sociedad colonial que busca, porque es bien visto, ser licenciado, ingeniero y médico. Todos hacen falta, unos y otros, pero se debería hacer más énfasis en las carreras técnicas, en empleos técnicos bien pagados, y algo más complicado: que la sociedad mexicana vea en los técnicos profesionales a profesionistas tan necesarios como un gastroenterólogo o un abogado penalista. 

En el tránsito entre los siglos XX y XXI se han llevado a cabo en México diversos intentos en promover la educación técnica como la creación de muchas universidades estatales técnicas, institutos tecnológicos, el CONALEP y muy pocas secundarias técnicas. Cuando un joven estadounidense termina la High School puede salir con los conocimientos suficientes para emplearse en un taller mecánico automotriz, en la muy importante industria de la madera. Recordemos que la educación universitaria es muy cara, son pocos los que pueden llegar a dichos niveles, pero las opciones intermedias profesionales son muchas; lo mismo sucede en Alemania y sus muy calificados obreros. Pero en México, país de Huitzilopochtli, hemos llegado a niveles absurdos como criticar aquellas escuelas técnicas que brindaban las opciones de cocina o de costura, porque según los iluminados postmodernos perpetuaban la sumisión femenina siendo todo lo contrario, se les daban herramientas para emplearse, para ayudar a la economía familiar, para que la alimentación fuera más saludable en casa.                


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