México y su Gobierno, Vive en el Antropocentrismo y Desdeña el Medioambiente

* Ecocentrismo, un Sistema de Valores

   Centrados en la Vida y la Naturaleza

*Selva, Manglares y Zonas Ecológicas Dañadas

 por Tren Maya, Dos Bocas y Transísmico

*LEA Inició la Protección del Medioambiente; los

Sucesores Entendieron la Necesidad de Hacerlo

*AMLO Ignora los Daños que Producirá el Intento

de Dominar a la Naturaleza y Habrá Costos

  EZEQUIEL GAYTÁN

El antropocentrismo es la idea cultural que sitúa al ser humano como la medida y centro de todo lo que acontece en el mundo. Es un fenómeno que se observa en muchas civilizaciones, pues debido al engreimiento y vanidades de la condición humana es fácil convencerse de que somos el foco de todo y podemos dominar a la naturaleza. Fue el sofista griego Protágoras quien sostuvo “el hombre es la medida de todas las cosas” con lo cual argumentaba que los humanos somos la norma de lo que es verdad para sí mismos y, consecuentemente, relativizó la verdad en la mirada propia y ajena. Es cierto que durante siglos convivieron el antropocentrismo y el teocentrismo, pero el Renacimiento fue la ruptura, la idea del antropocentrismo se impuso y desde entonces la ambigüedad del concepto fue imponiéndose y permeó en el mundo occidental a sabiendas de que se trataba de una idea sofista o falacia que se basa en la persuasión discursiva y no en la verdad.

El antropocentrismo adquirió nuevas connotaciones a partir de tres hechos históricos. El primero fue el movimiento protestante que engendró una nueva idea acerca de la riqueza y la ética, pues considera que cuando Dios expulsó a Adán y Eva del paraíso fuimos a parar a un lugar que no es sagrado y por lo mismo con el sudor de nuestra frente podíamos conquistar esas nuevas tierras, someter a los animales, acumular riquezas y dominar al mundo. La tesis que predominó es que el esfuerzo humano secular nos permitió el desarrollo de empresas y el acaparamiento de capital. El segundo es la Independencia Norteamericana que concibió al pueblo como soberano e impulsor del bienestar general al asegurar los beneficios de la libertad y el emprendimiento. Es decir, el trabajo dejó de ser visto como una maldición bíblica y transmutó en bendición. El tercero es la Revolución Francesa, con la tercia de ideas: libertad como creación humana que nos permite vivir sin opresiones y restricciones autoritarias, igualdad como sustento formal de convivencia jurídica en la que todos somos tratados de la misma manera ante la ley y fraternidad como principio de convivencia y solidaridad entre los seres humanos. Esos tres eventos dieron lugar a la Revolución Industrial que es la síntesis y proyección del actual antropocentrismo. Léase, el hombre requiere vivir cada vez más con mejor calidad de vida y por lo mismo todos los recursos de la naturaleza, plantas y animales están a nuestra disposición y pueden ser extraídos y explotados irracionalmente.

En otras palabras, la idea judeocristiana de que Dios nos expulsó del paraíso y que por lo tanto mediante el trabajo somos capaces de dominar a la naturaleza continúa en la mentalidad de muchas personas. Aún más: gobiernos de izquierda y derecha se sumaron a ese sofisma y ahora la humanidad y la naturaleza estamos pagando las consecuencias del antropocentrismo.

De ahí que haya nacido en contraposición al antropocentrismo el ecocentrismo como un sistema de valores centrados en la vida y la naturaleza, con lo cual la humanidad es sólo parte de la evolución y lo mejor que podemos hacer es fomentar el desarrollo sostenible y sustentable a fin de que las especies del mundo convivan sin el peligro de la extinción, atendamos los desafíos generados por la industrialización tales como el calentamiento global y pensemos en las futuras generaciones.

Afortunadamente cada día son menos las personas que están convencidas de que el hombre es la medida de todas las cosas, que podemos dominar a la naturaleza y la podemos explotar absurdamente. Sin embargo, aún queda gente con esa mentalidad. Una de ellas es el presidente de la República Andrés Manuel López Obrador, quien por sus discursos señala que el movimiento ecologista es producto del neoliberalismo, que el Tren Maya no daña la selva del suroeste mexicano, que la destrucción de los manglares a fin de construir la refinería de Dos Bocas son los costos del progreso y que el Tren Transístmico no dañará las zonas ecológicas. Aún más, está convencido de que son proyectos rentables y que traerán beneficios sociales y económicos a esas regiones del país. Lo cual puede ser cierto, sin embargo, la destrucción de la naturaleza sabrá cobrar con creces.

El pensamiento sofista de que el hombre es la medida de todas las cosas y de que podemos dominar a la naturaleza sigue predominando en muchos grupos sociales; el partido Morena es un ejemplo. De ahí que cuando escuchan las críticas de los ecologistas recurren a la lógica de lo absurdo y preguntan sin pensar ¿dónde estabas cuando hicieron Cancún? Con esa pregunta quieren hacer sentir que todo progreso ha sido una obra depredadora del ser humano, que es irremediable detener la destrucción del planeta y que los ecologistas no protestaban antes de esta administración. Queda claro que su pregunta estriba en que se estancaron en el pasado y si en ese tiempo la humanidad no supo o no pudo detener la depredación de la naturaleza, ahora deseamos fijar límites. La conciencia ecológica nos dice que tenemos el deber y la responsabilidad de actuar en consecuencia.

Algunos gobiernos, sobre todo los de China y Estados Unidos han sido reacios a firmar los protocolos organizados en torno a la “Cumbre de la tierra” sobre el cambio climático (COP) a fin de estabilizar las concentraciones atmosféricas de gases de efecto invernadero y evitar en lo posible la perturbación sobre las especies vivientes de nuestro planeta. No sólo algunos gobiernos son los que se niegan a reconocer el problema, también hay intereses de empresas que desdeñan la contrariedad y argumentan que la ciencia algo inventará. En el fondo esos gobiernos y empresas ven por sus beneficios económicos, ideológicos e incluso por motivos religiosos. El caso es que ese antropocentrismo envuelto en tantas máscaras no desaparecerá fácilmente dada la naturaleza egoísta y presuntuosa de los seres humanos. Solo mediante la educación y la enseñanza de asignaturas vinculadas con la ecología podremos superar esa hoguera de vanidades en la cual se cimentó occidente.

Que quede claro: no podemos, ni podremos dominar a la naturaleza. Los costos por haberlo intentado son plantas y animales extinguidos, calentamiento global, desequilibrios climáticos y ampliación de los desiertos. La administración López Obrador en tres años de gobierno ya ha tenido tres titulares en la Secretaría del Medio Ambiente, Josefa González-Blanco Ortiz-Mena, Víctor Manuel Toledo Manzur y María Luisa Albores Guillén, lo cual habla de algún tipo de desavenencias intragabinete o tal vez algo más serio. No lo sabemos. Lo cierto es que esa dependencia se singulariza por su silencio y su opacidad en la materia que le da razón de ser: proteger el medio ambiente. Aún más, parte de la discusión de la Reforma Eléctrica versó acerca del tema de las energías limpias y sucias. En otras palabras, parece que al presidente López Obrador no le interesa el tema o tal vez lo desdeña debido a su pensamiento antropocéntrico. Recordemos que propuso la desaparición del Instituto de Ecología.

Me pregunto acerca de las razones por las cuales esta gestión insiste en su visión acerca del hombre que domina a la naturaleza. Puedo entender que durante la primera mitad del siglo pasado todavía predominara el sofisma, pero desde la década de los años sesenta la humanidad empezó a darse cuenta de que el planeta tiene límites en su crecimiento. México, durante la administración de Luis Echeverría creó la Subsecretaría del Medio Ambiente y la adscribió a la Secretaría de Salubridad y Asistencia. José López Portillo la adjuntó a la Secretaría de Asentamientos Humanos y Obras Públicas, Miguel de la Madrid creó la Secretaría de Desarrollo Urbano y Ecología y desde entonces el tema es parte de la agenda prioritaria nacional hasta esta gestión. Léase, regresamos sesenta años.

No puedo, ni tengo argumentos sólidos que me llevan a concluir categóricamente que el presidente es antropocentrista por motivos exclusivamente socioeconómicos. Me queda claro que sus argumentos también son ideológicos e ignoro si hay algo más. Tal vez.

El caso es que sus proyectos de infraestructura tienen respaldos, a decir de los expertos de dudosa calidad, ya que son elaborados por su gobierno y ese pormenor desasea los mismos. Peor aún, dicha Secretaría no ha respondido acerca del destino de los árboles talados de maderas preciosas, como la caoba. Lo que es un hecho es que son tablones muy costosos e ignoro si es cierto que se forman filas de camiones en la frontera con Guatemala transportándolos.

El pensamiento egoísta que sitúa al ser humano como el centro de todo y que todo gira a su alrededor, ya demostró su inoperancia. Mi tesis es que debemos evolucionar intelectualmente y reconocer que no debemos supeditar a plantas, animales y recursos a nuestras necesidades inmediatas. Es cierto que debemos satisfacerlas, pero pensando holísticamente y sin pretensiones de dominio irracional e irreflexivo. Las asimetrías socioeconómicas de la humanidad deben ser superadas sin tiranía hacia la naturaleza. El deber de un gobierno comprometido es debatir acerca de la responsabilidad con el mañana y su significado. Debemos transitar de una cultura de derechos y privilegios a una de honorabilidad, honestidad y esfuerzo mediante la construcción de fundamentos de desarrollo sustentable y sostenido.

La estatua del astrónomo Nicolás Copérnico en la ciudad de México está frente al Museo de Historia Natural de Chapultepec. Él demostró que la tierra no es el centro del universo y contrarió a teocentrismo, lo hizo en nombre de la razón y de la autonomía del ser humano. Pero no con el afán de sustituir a los dioses. De ahí que si alguien entra al museo verá una pintura acerca de la evolución de la vida en el planeta y podrá observar que esa pintura no pone al ser humano como el fin de la evolución, sino como parte de ésta.

Esa es la gran enseñanza y herencia de hombres como Copérnico, Galileo y Newton. Personajes que con sus respectivas genialidades nos enseñaron a ser críticos y no seres soberbios destructores antropocéntricos del mundo que nos rodea.

El caso es que tenemos un gobernante de clara filiación antropocéntrica y convencido de que podemos dominar a la naturaleza. No atenderá el asunto medioambiental como una prioridad estratégica del país y del mundo. La abyecta conducta de su equipo de colaboradores de no hacerle ver que el mundo ya giró los hace cómplices de la destrucción del medio ambiente. La naturaleza va a cobrar tanta destrucción y las generaciones de mexicanos del mañana son quienes habrán de pagar.

 

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