Represión: Marca de la Casa y a Doble Fuego

Por Nidia Marín

¿La represión va a ser la marca de la casa?

Todo indica que sí, no sólo contra opositores y marchistas, sino en contra de migrantes.

El asunto es que México está a dos fuegos en sus fronteras, vía la política “Quédate en México” de Donald Trump contra la migración, reactivada por Joe Biden y las oleadas de migrantes que por razones políticas, o ante la ineficacia de los gobernantes autócratas; económicas y de salubridad, debido a la pandemia y a los desastres naturales, están causando que se redoble el abandono de sus países de origen.

Y en ese tenor, México y Estados Unidos, esos “vecinos distantes”, como les denominó el apreciado Alan Riding, periodista del New York Times, convertidos hoy en vecinos remotos, viven una nueva crisis migratoria, aunque México esté pagando los platos rotos.

Reforzada por el azote del Covid-19, la pobreza, las tragedias en América Latina, la crisis actual de la migración en el Continente Americano tiene como base le frontera sur con Guatemala y Belice, específicamente el Estado de Chiapas, y no hay ni siquiera una muestra pequeña que haga pensar en una esperanza de que la situación cambiará, porque ni Estados Unidos ni México tienen algo que se acerque a una solución. No en el corto plazo.

Usted preguntará sobre el planteamiento hecho por Andrés Manuel López Obrador para que el vecino del norte pague a los países de América Latina porque la gente se quede en ellos, vía el programa Sembrando Vida. El asunto es que tal vez pudiera funcionar, pero en unos veinte años. En este sexenio ni pensarlo.

Hoy en territorio mexicano la migración de haitianos, venezolanos, salvadoreños, guatemaltecos, cubanos, hondureños, sean solos o en grupos de familias, hombres, mujeres y niños provenientes de 70 por ciento de los países latinoamericanos y caribeños, hace crisis en el sur del país, ante lo cual el gobierno mexicano ejerce la represión, vía la Guardia Nacional, sin presentar algún recurso diplomático hasta ahora, para contrarrestar la crisis.

Lo que están tratando es de paliar el asunto, aunque no solucionarlo. En el corto plazo no se observa nada que sea una esperanza, porque en el vecino país se retomó la aplicación de regresar a territorio mexicano a quienes hubieran ingresado sin papeles a Estados Unidos, política que puso en marcha el amigo de López Obrador, el ex presidente Donald Trump, misma que causa en México una doble crisis, en el norte y en el sur de la República.

Apenas en julio pasado el presidente Biden prometió una reforma migratoria, que ha causado expectación y tal vez alentó la migración latinoamericana, pero hoy se desconocen las intenciones del vecino del norte en cuanto a lo que está sucediendo, sobre todo en la frontera sur y que afecta a ambos gobiernos, a uno en prestigio y al otro en todo y ese es el mexicano.

Por lo tanto, es evidente la tensión en las relaciones entre ambos países. Una más. Nada nuevo. En el tiempo se han perdido todas aquellas crisis por las cuales ha cruzado esa relación a veces espinuda, a veces tambaleante y en ocasiones (las menos) en balsa de aceite.

Hoy, aunado a los desequilibrios por la pandemia, los huracanes, las inundaciones y deslizamientos, la problemática que se presenta para la subsistencia, la pobreza, la violencia, el crimen organizado, las pandillas, la inseguridad alimentaria y sobre todo el escaso apoyo gubernamental en las naciones de donde son oriundos los migrantes, han generado la situación agravada que en la actualidad se observa en México tanto en la frontera norte, como en la sur, ello sin contar con la propia crisis (de salud, económica, de seguridad y un larguísimo etcétera) que ya existe en nuestro país.

Hoy se requiere no sólo que Estados Unidos y México tomen decisiones en la materia, sino que los organismos internacionales tomen cartas en el asunto para llevar adelante políticas de acción para lograr enfrentar las amenazas en la región. Urge un abordaje integral, sistémico y basado en la gestión del riesgo.

Estos, los organismos internacionales, habían alertado desde hace décadas sobre el carácter sistémico de la movilidad humana vinculada a factores ambientales y la generación de impactos que se reflejan en otros ámbitos.  Los mismos, agravan la situación y generan ciclos perversos de vulnerabilidad, afectación y desplazamiento.

Actualmente hay conversaciones entre ambos gobiernos. De parte del mexicano encabeza Marcelo Ebrard Casaubon. La esperanza es que haya buenos resultados, propuestas claras y sobre todo que cese la represión.

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