Los Jóvenes, el Sector más Afectado por el Desempleo

Los Privilegios del Poder

Por Verónica V. González y Arnoldo Piñón

De acuerdo con Vinícius Pinheiro, Director de la Oficina de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) para América Latina y el Caribe, en la región hay cerca de 107 millones de jóvenes entre 15 y 24 años, cerca de 48 millones forman parte de la fuerza de trabajo, es decir, tienen un empleo o están buscándolo activamente.

Al inicio del presente año la tasa promedio de desocupación en esta zona llegó a 23.8 por ciento, el nivel más alto registrado desde 2006, porcentaje que representa un aumento de tres puntos en comparación con los niveles registrados en 2019, antes de la pandemia.

Si bien, la presencia del Covid-19 ha ocasionado el incremento del desempleo en todo el mundo, en América Latina sus efectos no han sido parejos. La tasa de desocupación entre los jóvenes duplica la general, lo que significa que alrededor de once millones de jóvenes buscan un empleo sin lograr conseguirlo.

Jóvenes de todos los países resultaron seriamente afectados.  Por ejemplo, en Perú 70 por ciento perdieron su empleo, en Colombia la tasa de desempleo juvenil pasó de 16 por ciento a 30 por ciento y en México más del 12 por ciento de los jóvenes empleados en el sector informal perdieron su trabajo.

En el caso de nuestro país, durante el segundo trimestre del 2020, el desempleo representó hasta 85 por ciento de la caída de las horas trabajadas por el grupo de jóvenes de 15 a 24 años de edad. Por el contrario, durante el mismo periodo menos de la mitad de la caída en las horas trabajadas por la población mayor de 25 años podría atribuirse al desempleo, indica la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE).

Ante este panorama, organismos internacionales han alertado sobre las consecuencias desfavorables que tendrá para  los países de América Latina y el Caribe la pérdida del empleo en este sector de la población y la necesidad de agilizar su ingreso al mercado laboral para evitar consecuencias severas, económicas y sociales, en el corto y mediano plazo.

Más allá de los aspectos económicos, la desocupación en este sector desmejora el bienestar emocional.

Los jóvenes que dejaron de trabajar durante la pandemia presentaron el doble de probabilidad de padecer ansiedad o depresión que los que siguieron en sus labores.

Además, no olvidemos que la carencia del empleo aumenta la posibilidad de incrementar el consumo de alcohol y drogas.

Debido a los impactos del Covid-19, en México un alto porcentaje de jóvenes abandonaron sus estudios debido a la carencia de las herramientas tecnológicas para tomar las clases a distancia.

Se calcula que casi un millón dejaron la escuela entre el ciclo escolar anterior y el actual iniciado en agosto del año pasado.

La brecha educativa, ampliada por la pandemia, afectará sin duda la movilidad social y la igualdad de oportunidades.

Ante este panorama, hoy por hoy se requiere incrementar la participación laboral juvenil con la creación de fuentes de trabajo estables y formativas. Los vicios laborales de sueldos bajos y nula capacitación para los jóvenes trabajadores deben quedar atrás. Es importante que los jóvenes cuenten con contratos seguros, menos vulnerables y sueldos dignos.

Se requieren políticas adecuadas que atiendan los requerimientos de empleo y educación que los jóvenes necesitan. El empleo juvenil es un factor importante para la estabilidad de la sociedad, no contar con un empleo adecuado provoca desaliento y frustración que pueden concluir en actos violentos.

Hasta ahora los programas sociales del gobierno federal no han dado resultados concretos, a tres años de haberse iniciado. El programa Jóvenes Construyendo el Futuro no ha logrado abatir plenamente la desocupación juvenil. Sería bueno pensar en otras estrategias.

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