“El Duque”

Del Cine y las Leyes

Un Robin Hood Sesentero

Por Horacio Armando Hernández Orozco

“El Duque” (“The Duke”) película británica de 2020, dirigida por Roger Michell, protagonizada por Jim Broadbent (Kempton Bunton), Helen Mirren (Dorothy Bunton), Fionn Whitehead (Jackie Bunton), Matthew Goode (Jeremy Hutchinson) y Anna Maxwell Martin (Sra. Gowling), cuyo estreno se ha reprogramado al 2022.

Kempton Bunton, un taxista de 60 años, ha robado el retrato del duque de Wellington que se exhibía en la National Gallery de Londres; días después envía notas de rescate diciendo que devolverá la pintura a condición de que el gobierno invierta más en el cuidado de los ancianos.

Basada en un hecho real, pues en 1961, Kempton Bunton protagonizó el primer (y sigue siendo el único) robo de la historia de la National Gallery londinense, los motivos de este hombre son los que permitieron a su abogado defensor lograr una sentencia favorable; la cinta participó en la edición 77 del Festival de Cine de Venecia.

UN SOCIALISTA SOÑADOR

Kempton es un jubilado que trabaja como taxista, pero es despedido pues hay muchas quejas de los usuarios, porque no deja de charlar sobre sus ideas socialistas mientras conduce, y para colmo, cuando llega a su hogar se da cuenta que la policía está en su casa porque no tiene licencia de televisión para ver el canal de la BBC.

Es el inicio de la década de los sesenta en Inglaterra que se encuentra superando la etapa de la posguerra y del racionamiento de recursos, los modelos de economía no se han consolidado y para la gente que está en paro ve más viable al socialismo frente al capitalismo, máxime cuando la autoridad comete injusticias con los más necesitados.

La televisión se está convirtiendo en el centro de entretenimiento y reunión hogareño, por lo que es inconcebible para el protagonista de la cinta, un pensionado de la tercera edad, que tenga que pagar por ver la programación de la BBC.

En aquella época, ver la televisión sin contar con la licencia debida, era un delito castigado con 13 días de prisión, pena que le es impuesta a Kempton.

EL INICIO DE UNA LUCHA CIVIL

A raíz de este incidente, Kempton comienza a recabar firmas en su natal Newcastle buscando derogar ese gravamen o lograr una subvención para la gente de edad que no pueda pagarlo, de regreso en su casa ve en las noticias que la Galería Nacional acaba de gastar 140.000 libras esterlinas de dinero público para conseguir el retrato de Arthur Wellesley, el duque de Wellington, de Francisco Goya, a lo cual comenta: “Un retrato a medio hacer de un borracho español”.

En 1961, el trabajo de un conductor de autobús se remuneraba con £ 8 a la semana, en ese año, Charles Bierer Wrightsman, un rico coleccionista de arte estadounidense, compró el Retrato del duque de Wellington por la suma de £ 140,000, y tenía planes de llevarlo a Estados Unidos, pero el gobierno británico decidió comprar la pintura, por la misma suma, para evitar que saliera de Gran Bretaña.

Este acto causó molestia e indignación en Kempton, quien tenía que pagar anualmente cuatro libras esterlinas de la licencia de televisión con sus modestos ingresos, mientras el gobierno acrecentaba la presión para aumentar la recaudación.

UN ROBO NO PLANEADO

Kempton se traslada a Londres para plantear su inconformidad ante las autoridades, pero no es recibido, así que azarosamente acude a la National Gallery y se acerca a ver el cuadro, y le pregunta a un guardia sobre algún trabajo en el lugar, y éste le dice que venga por la mañana muy temprano en que están apagados los sistemas de alarma y pueda platicar con el empleador.

El destino quiso que una simple conversación con uno de los guardias de seguridad diera pie a uno de los robos más singulares de la historia, pues las alarmas de seguridad se desconectaban para que el personal de limpieza hiciera su labor, y sin un plan elaborado el protagonista decide robar el famoso cuadro de El Duque de Wellington.

Inmediatamente se anunció una recompensa de 5.000 libras a quien pudiera dar una pista sobre su paradero; un cuadro que había costado una fortuna había sido robado tras sólo 19 días en exposición; la policía estaba consternada, pensando que se trataba una banda italiana dedicada al robo de arte.

Las especulaciones sobre el destino del cuadro dieron incluso lugar a un hilarante gag en la primera película del espía James Bond, y así se ve en la cinta cuando Kempton acompañado de su esposa Dorothy acuden al cine y ven al famoso agente, encarnado entonces por Sean Connery, que encuentra el retrato apoyado en un caballete en el interior de la guarida submarina de su archienemigo, el Doctor No.

EL JUICIO: UN ESCENARIO PERFECTO

Kempton esconde el cuadro de El Duque de Wellington en el armario del dormitorio de su fallecida hija, y envía cartas a la policía y varios medios donde reclama, para que la obra fuera devuelta, el pago de 140.000 libras que deberán ser repartidas entre los más necesitados.

Se sabe que, además, había una petición de amnistía para el ladrón, pero todo fue rechazado; en las propias palabras de Kempton “debía tocar el bolsillo de aquellos que querían más al arte que a la caridad”.

En 1965 decidió regresar la obra y semanas después se entregó a la policía, fue acusado de cuatro cargos: robo del marco del cuadro, robo de la pintura, extorsión por el rescate de la pintura y privar al pueblo de una exhibición pública.

Llevado a la corte para rendir cuentas por el robo, Kempton finalmente recibe el escenario que ha estado anhelando toda su vida, aquí se explaya este hombre advenedizo, un poco mentiroso, pero sin lugar a dudas un idealista, un socialista comprometido, y es este lado que pasa a primer plano; se burla del juez, bromea con el jurado y explica que pone su fe “no en Dios, sino en las personas”.

Mientras tanto, en la tribuna los asistentes gozan y disfrutan cada respuesta que da a las preguntas del fiscal y de su defensor, al grado que la propia secretaria de constancias está convencida de que este hombre es inocente.

Su peculiar lucha contra la tasa televisiva le granjeó la simpatía del público en general; fue asistido legalmente de forma gratuita por Jeremy Hutchinson, uno de los mejores abogados del momento, lo que le valió una condena reducida de tan sólo tres meses de cárcel por el robo del marco que nunca fue recuperado. Como resultado directo del caso, se promulgó la Sección 11 de la Ley de Robo de 1968 que tipifica como delito retirar sin autoridad cualquier objeto exhibido o guardado para exhibir al público en un edificio al que el público tenga acceso.

Kempton nunca vió que su odisea rindiera frutos, pues falleció en 1976, y hasta 2000 se logró quitar este pago de televisión para los jubilados; pero ¿acaso se requerirá de otros Robin Hood para lograr un trato más digno para los jubilados?

La mejor respuesta la tendrá como siempre nuestro amable lector…

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