Democracia y Gobernabilidad

*La Gobernabilidad en los Mandatos de Ernesto Zedillo y Vicente Fox 

*Hoy Acotada la Transparencia, Tanto como la Rendición de Cuentas

*Con Tristeza se Oyen los “Otros Datos” sin Tener Acceso a Éstos

*Intención: Regresar a la Hegemonía Política de un Solo Partido

Por Ezequiel Gaytán

Pareciera que el binomio Gobernabilidad-Democracia es natural e indivisible. Pero no es así, una buena parte del siglo XX, básicamente de Álvaro Obregón a Carlos Salinas lo que vivimos fue la relación Gobernación-Democracia Acotada. Léase una política unidireccional en la cual las acciones de gobierno se basaban en el monopolio de un solo partido político, así como en la democracia representativa; por lo mismo las decisiones eran verticales descendentes omitiendo la participación social.

Con Ernesto Zedillo la idea de la gobernabilidad democrática fue encontrando camino en la vida política nacional y con la llegada de Vicente Fox se supuso, con cierta ingenuidad, que con la alternancia democrática llegaba la gobernabilidad si por ese término entendemos, al menos, los siguientes cinco aspectos.

El primero se refiere a la capacidad del gobierno para actuar mediante políticas de interacción social y coincidir en objetivos y metas comunes que fortalezcan las relaciones entre las partes, se fomente la confianza ciudadana en la Administración pública y se empodere a la sociedad mediante la asignación de responsabilidades.

El segundo, alude a la estabilidad institucional sustentada en la certidumbre del rumbo de las acciones del gobierno orientadas hacia el bien común y materializadas en la transparencia y la rendición de cuentas.

La tercera se refiere a la continuidad y consistencia de las reglas de operación sustentadas en políticas de Estado independientemente del color del partido político que gobierne.

La cuarta es la que sostiene que, por encima de las circunstancias coyunturales, la Administración pública debe estar orientada a resultados con eficiencia, eficacia, congruencia y honestidad. Finalmente, la quinta se basa en la idea del grado de madurez y capacidad de organización de la sociedad y su convocatoria, en su caso, a fin de acotar mediante la democracia participativa, acciones unidimensionales del gobierno.

Por supuesto que lo arriba escrito sólo es una aproximación a la tesis de la gobernabilidad democrática. Pero es útil para los fines de este artículo, pues sostengo que en todo lo que va del siglo y las alternancias políticas, no vivimos dentro del binomio democracia y gobernabilidad. Más bien veo a la gobernabilidad como algo embrionario que no acaba de nacer y mucho menos de madurar.

Observo cierta falta de conceptualización acerca del tema por parte de los titulares del Ejecutivo Federal, no obstante los discursos hechos por sus asesores. En la práctica se comportan con cierta añoranza por el presidencialismo, por el deseo de que sus indicaciones se acaten ciegamente y sin crítica, que los presupuestos de ingresos y de egresos no sufran modificaciones en el Congreso de la Unión, que el federalismo esté acotado, que las iniciativas de ley no sufran, en lo posible, modificaciones y, de ser posible, ejercer discrecionalmente, atribuciones metaconstitucionales.

Es cierto que la gobernabilidad democrática ha ensanchado espacios en el transcurso del presente siglo en nuestro país. Así tenemos a los órganos constitucionales autónomos. Por su parte las redes sociales y la libertad de prensa ocupan espacios antes impensables, las manifestaciones antigubernamentales son una realidad. También lo es el triunfo de legítimas demandas de grupos minoritarios. Pero simultáneamente hoy vemos acotada la transparencia y la rendición de cuentas, con tristeza escucho la argumentación de los “otros datos” sin tener acceso a ellos.

Se nos argumenta que la pobreza no crece sin que medien indicadores, se  nos informa que somos felices y que debemos ser conformistas y no aspiracioncitas, se nos quiere orillar al maniqueísmo de estar con el gobierno o en su contra, se descuida la seguridad pública en nombre de una política sustentada en “abrazos y no balazos” y así nos topamos con decisiones de un gobierno que presume ser democrático debido a la arrolladora cifra de votos que obtuvo en las elecciones de 2018, pero que difícilmente puede articular la gobernabilidad democrática.

Ya no vivimos la hegemonía política de un solo partido político, pero la intención de la actual administración es regresar a ella. Desea fraccionar a la oposición y reinar sin contrapesos y lo más grave, reduciendo la democracia participativa a la consulta popular sin otros espacios a la sociedad civil o desconociendo movimientos sociales como los de las feministas. En síntesis, México transitó a la alternancia democrática, pero no acaba de hacerlo en materia de gobernabilidad.

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