“Los Ladrones Viejos”

Del Cine y las Leyes

Todo Tiempo Pasado fue Mejor

Por Horacio Armando Hernández Orozco

“Los Ladrones Viejos”, documental mexicano de 2007, dirigido por Everardo González, con la participación de Efraín Alcaraz Montes de Oca (“El Carrizos”), Jorge Calva Márquez (“El Fantomas”), Raymundo Moreno Reyes (“El Burrero”), Arcadio Ocampo Anguiano (“El Xochi”), Rubén Chacón Fernández (“El Chacón”), teniente Mauro Morales y sargento Marco Villarreal.

Cinco ladrones, que poblaron las calles de la Ciudad de México, activos durante los años sesenta y setenta, narran sobre sus hazañas y tragedias dentro del oficio; así como de su respeto por las normas y valores del “artegio”.

El documental filmado desde las entrañas de la cárcel, con peculiares entrevistas a los protagonistas que hablan sobre sus primeros pasos como ladrones, de los códigos de conducta y ética que los caracterizaron, de las diversas “categorías” de delincuentes y de las alianzas con los mandos policíacos que les permitieron salir adelante.

LADRÓN, PERO NO RATERO

En una tradicional rueda de prensa con detenidos, Efraín Alcaraz Montes alias “El Carrizos” aclaró que él no era un ratero, sino un ladrón; un hombre que siguió un código de no violencia en su carrera criminal.

El documental recoge los testimonios de cinco internos ya sentenciados, que en su momento fueron noticia de encabezados periodísticos por dedicarse al robo como oficio, pero sin ejercer actos de violencia, pues ellos dicen ser ladrones no rateros.

El robo es un delito que se estima universal, pues sin importar el lugar o la época, siempre ha estado sancionado; es claro que las penas han variado y se tornan más severas dependiendo la modalidad con que se realiza la conducta delictiva, de tal forma que, la violencia, ya sea física o moral, agrava la pena.

EL INGENIO DEL LADRÓN

El buen carterista trabaja sin que la víctima se dé cuenta de que le han robado, para ello es esencial aprender la técnica del “dos de bastos” o de la navaja para cortar en la parte baja de la bolsa del pantalón y extraer la cartera.

El “dos de bastos” era usual entre los carteristas que se subían a los camiones y robaban las carteras de los que iban trajeados, o en la calle fingían un tropezón y sacaban la cartera usando sólo dos dedos el índice y el medio de la mano más hábil; se entrenaban con un maniquí lleno de cascabeles y usando esos dos dedos hasta que no sonora un solo cascabel.

“Los navajeros” eran menos hábiles que los del “dos de bastos”, pero no por ello menos preparados, pues el usar una navaja implicaba tenerla bien afilada, abrirla en el momento preciso y ejercer la fuerza medida sólo para cortar el pantalón sin tocar la piel de la víctima, sólo un corte quirúrgico en la tela.

EL GOLEO Y EL ZORREO

“El Carrizos” platica de cómo “golear” (dar cobre por oro); para ello compraba joyería de fantasía en las calles de Aztecas y Granaditas en el mero centro de Tepito, anillos de 2 o 3 pesos de los de entonces, así como cadenas o medallas de La Guadalupana, y ofrecía algún anillo a los transeúntes, diciéndoles que se lo había encontrado en Chapultepec, pero por avaricia, la gente prefería comprarle la esclava o la medalla, que aparentemente eran de oro de 14 quilates, pues al menos así venían quintadas.

“El zorrero”, quien entraba a la casa por la ventana o puerta y se llevaba la licuadora o el radio y los dueños de la casa se percataban por la mañana, “el espadero”, que utilizaba una hoja de acero delgada para meterla en la cerradura y botar el picaporte.

“El Carrizos” se hizo célebre por sus habilidades para saltar bardas, azoteas y entrar sigilosamente a lujosas residencias, llegando a robar las casas de expresidentes y deportistas: Luis Echeverría, José López Portillo, Hugo Sánchez y Olga Breeskin entre otros.

EL PACTO TLAXCOAQUE

El teniente Mauro Morales y el sargento Marco Villarreal, entonces agentes de la policía, sentados en la barra de un café, recuerdan los buenos tiempos en los que un policía no necesitaba orden de aprehensión, podía hacerse pasar por civil y manejaba autos particulares.

Así como había “buenos ladrones” había buenos policías, pero también los había corruptos; en la cinta, “El Carrizos” rememora como conoció a Jorge Téllez Girón apodado “El Drácula”, quien le ofreció un trato, que le ayudara a ascender y que como contraprestación le brindaría protección, pero debiendo cada tres meses dejarse agarrar, devolver lo robado y en la jefatura de la policía lo sacaría.

Sin embargo, un pacto entre un ladrón y un policía nunca termina bien; y así fue como “El Carrizos” terminó detenido en Tlaxcoaque, donde se localizaba el edificio de Policía y Tránsito del otrora Departamento del Distrito Federal, y fue escenario de corrupción, robo de vehículos y violaciones a los derechos humanos.

Ahí, en Tlaxcoaque fue torturado en “el pozo” y su esposa Esperanza estuvo retenida ilegalmente 15 días; al pedirle auxilio a su supuesto protector, éste lo negó; pero la vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida, y al ascender el general Arturo Durazo Moreno conocido como “el negro Durazo”, le pide al Carrizos que testifique en contra de “El Drácula” por extorsión y tortura.

Jorge Téllez fue detenido y consignado por extorsión y vejaciones hacia la persona de Efraín Alcaraz Montes de Oca; la esposa y familia del detenido le rogaron que se retractara de la denuncia, “El Carrizos” así lo hizo, y sin pedirlo, a cambio recibió un millón de pesos; de “El Drácula” nunca más supo nada, sólo que llegó a terminar la carrera de licenciado en Derecho.

El llamado “artegio”, es el arte de robar sin lastimar a la víctima, son distintos modos del robo, pero idénticos en el respeto por los valores de su profesión, entre ellos está el timo, el robo de carteras, casa-habitación, bolsos de mano; hay historias de delincuentes que jamás usaron la violencia y por eso se volvieron famosos.

Estos émulos de Robin Hood fueron famosos y admirados en su gremio, inclusive en la policía, pues el prestigio de los ladrones viejos descansaba en su habilidad para robar discretamente y sin violencia; “El Carrizos”, proclamado en su tiempo “El rey de los zorreros”, asegura que hubiera preferido ser entregado “a dejar una familia desamparada”.

No es una cuestión de apología del crimen y menos enaltecer a un maloso, pero ¿en dónde quedaron esos viejos ladrones?

La mejor respuesta la tendrá como siempre nuestro amable lector…

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