Compañeros de Juerga: Stan y Ollie

La Tiendita de los Horrores

Por Gerardo Gil Ballesteros

En una escena de Stan and Ollie (Jon S. Baird, 2018), Stan Laurel (Steve Coogan) se acuesta en la cama de hotel de Oliver Hardy (John C. Reilly) para darle calor, ya que convalece de un infarto en medio de una gira. La referencia a un gag icónico de la pareja es evidente. Estos pequeños dulces ayudan a sostener el largometraje que cuenta los avatares de las últimas presentaciones hechas por los comediantes icónicos del buddy film, súper estrellas de Hollywood en las décadas de los veinte y treinta: El Gordo y El Flaco.

La película, que se presentó por primera vez en la clausura del Festival de Londres en su edición 2018 y no recibió muy buenas críticas, además de que la recepción por el público fue más bien tibia, hoy se puede ver en Amazon prime y hay que analizarla con justicia.

Si bien es cierto que Stan and Ollie, no tiene la fuerza melodramática y fílmica de trabajos mayores como Chaplin (Richard Attenborough,1992), también lo es que la vida de la pareja de comediantes no transitó por los espinosos caminos del famoso vagabundo inglés. Tuvieron sus momentos de tensión y crestas melodramáticas, pero nada que se salga, digamos, de cierta norma. Lo anterior claro incide en el resultado final de un guion.

A pesar de lo anterior, la película escoge muy bien los caminos por los cuales andar. El eje narrativo no son los días de gloria de Stan y Ollie sino una discreta decadencia que inició hacia la segunda mitad de los treinta y se alarga hasta la década de los cincuenta.

La película, de hecho, se centra en la relación de la pareja, ya en 1953, cuando hacen una muy forzada gira por Reino Unido e Irlanda, con la intención de recobrar fama y poder filmar una parodia de Robin Hood (con guion de Stan, quien de hecho era el cerebro creativo). El problema radica en que, en medio de la llegada del Tecnicolor y las nuevas estrellas de la industria, los comediantes no interesan a nadie.

La agonía que vivirán los llevará a rozar los senderos del patetismo con seguidores ya en la tercera edad que los atosigan con preguntas absurdas de sus años de fama. En esas condiciones, saldrán a relucir rencores y traiciones que se deben el uno al otro azuzados, además, por sus respectivas esposas: Kitaeva Laurel (Nina Arianda) y Lucile Hardy (Shirley Henderson), aunado a los engaños del labioso productor teatral Bernard Delfont (Rufus Jones) que los envuelve cual si fueran niños.

Más que un estridente testimonio de las vidas del par de comediantes, el filme funciona como radiografía de lo efímero de la fama y su resaca colosal. Hay un juego de referentes al trasladar conocidos gags de sus cortos –sobre todo- a la ficción real: un baúl que se le cae a Stan en unas escaleras, o el problema que tiene al salir del elevador de un hotel, ante un ligero gruñido de Oliver. Los momentos resultan simpáticos y no hay que ser expertos en cine para saber que son licencias humorísticas.

La película tiene otro discreto acierto:  Nunca pretende convertirse en una clase de cine. La historia que cuenta es sencilla y directa. No es un desfile de personajes de la época, se centra casi en los dos personajes principales, aunque sí vemos por ahí al malvado Hal Roch (Danny Huston), el productor que los reunió, los explotó y luego quiso separar a la pareja –casi lo logra- y de pasó también se aprovechó de los niños de The Little rascals. El personaje por cierto merece un filme completo.

Stan and Ollie, funciona de forma serena y tranquila. No se engolosina con las grandes tragedias de los personajes (la fama les dejó consecuencias, pero les fue mejor que a muchos otros) y resulta divertido, así sin grandes aplausos, pero tampoco es que pueda padecer abucheos.

A pesar de su estreno y corrida inicial en festivales de cine, el filme tiene un ritmo más bien televisivo y su llegada en México a Amazon lo beneficia. En poco más de hora media se cuenta lo necesario.

Destacan los protagonistas, Steve Coogan y John C.  Reilli, discretos y directos en sus papeles. Nunca caen la tentación de excederse

Por cierto es muy recomendable el libro Stan y Ollie; las raíces de la comedia, de  Simon Louvish, en el que se analiza el fenómeno popular que significaron,  además de navegar sabrosamente por la vida privada de los dos comediantes: El Gordo (Oliver Hardy) y El Flaco (Stan Laurel).

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