Las Materias Primas y el Estado Mexicano

Las Revueltas de Silvestre

Por Silvestre Villegas Revueltas

Primero, cuando los pueblos y regiones de Hispanoamérica consiguieron su independencia de la imperial monarquía española en la segunda década del siglo XIX, salvo los casos de Cuba y Puerto Rico que la alcanzaron hasta 1898, le siguieron los procesos independentistas inmediatamente después de la Primera Guerra Mundial en lo que conocemos como Oriente Medio. Luego, a la posterior debacle de la segunda Guerra Mundial el proceso independentista se extendió al sureste asiático y finalmente, entre 1950 y la caída del apartheid en los años de 1990, los pueblos africanos consiguieron liberarse de los imperios coloniales que desde el siglo XIV los había colonizado. Semejante historia de ignominia retrata los barcos negreros que del África ecuatorial se dirían lo mismo a la América española que a las colonias inglesas en Norteamérica, pasa y analiza la segregación racial que imperó en las sociedades, primero de las “colonias” españolas y luego en las diversas independientes repúblicas hispanoamericanas, y que durante cerca de quinientos años se ha caracterizado por reproducir modelos de las mayores desigualdades en el mundo contemporáneo, como son los casos de Brasil y México, concluye en la profusa historiografía que ha subrayado la explotación humana y de sus recursos materiales como el petróleo en las naciones árabes como en las minas de diamantes en Sudáfrica.

Durante al menos, medio milenio, el común denominador fue que las potencias, cada quién en su siglo o siglos, explotaron países, sociedades y naturaleza donde rigieron como entidades colonizadoras. Posteriormente, y ello es peor, las potencias con sus bien definidos intereses económicos CORROMPIERON a los gobiernos nacionales quienes graciosamente les entregaron para su usufructo los recursos minerales, la feracidad de las selvas, los recursos hídricos, la millonaria mano de obra barata y un terrible etcétera. Ello provocó la aparición de seminales estudios científicos, la puesta en escena de perturbadoras películas que no llegan y menos las proyectan en las cadenas cinematográficas comerciales mexicanas. En el submundo hispanoamericano se publicaron libros teóricos y novelas que entre los años de 1950 y 1990, quizá al 2000 revelaron la explotación internacional y la complicidad de los gobiernos nacionales en demérito y acompañado de violencia rampante contra los pueblos del continente. Dos ejemplos de una multiplicidad: Eduardo Galeano “Las venas abiertas de América Latina” y del vergonzante peruano conservador Mario Vargas Llosa, “Los sueños del Celta” novela como otras de tipo histórico que resultan ser más liberales que su postura política en el pequeño Madrid de la política, y de quienes quieren oírlo en Latinoamérica. Creo fue Tulio Alpherin Dongui quién afirmó en alguno de sus 26 libros que la feracidad y los enormes recursos naturales en los países latinoamericanos se habían convertido en una maldición porque su explotación por parte de las potencias industrializadas había provocado golpes de estado, tiempos contrarrevolucionarios, cancelación de reformas moderadas, asesinato de múltiples líderes y una muy desagradable cauda de males. La riqueza natural de aquellos países no produjo el bienestar económico y cultural de los pueblos; éstos siguieron miserables, ignorantes, presas de gobiernos ineficientes, entreguistas y aunque sus modelos de consumo eran como lo practicado por franceses, de los Estados Unidos o Inglaterra, su visión social difería muy poco del encomendero español del siglo XVI.

Todo lo anterior viene a cuento por la traída reforma que quiere cambiar la regulación en la industria eléctrica mexicana. Es una realidad para quien quiere ver, que desde los años finales de la década de 1980 se produjo en el mundo y en particular en México una visión económica y de las inversiones en infraestructura en países retardados donde los estados nacionales fueron adelgazados, diversas industrias nacionalizadas volvieron a estar en manos de intereses privados, privilegiándose la entrada de capitales extranjeros en áreas económicas y productivas, donde los empresarios mexicanos no tenían capacidad científica para la competencia de alta especialización, no tenían el dinero suficiente o lo invertían en paraísos fiscales, en lugar de ser desarrolladores de compañías que pudieran innovar internacionalmente. Ello lo entendió muy bien Salinas de Gortari y luego Zedillo.  Pero la realidad se impuso, pocas empresas como Bimbo o Cemex tuvieron éxito mundial; el país se convirtió en maquilador de la tecnología extranjera: ¿¿cuál industria automovilística mexicana?? En el peor de los casos, las últimas administraciones que corresponden al nuevo milenio privatizaron, pero lo hicieron mal, reprodujeron el decimonónico capitalismo de los compadres: esencialmente corrupto e ineficiente. Si Pemex, privatiza su participación en la alta refinación y se asocia con los noruegos o con la saudita Amarco, y ambas compañías pagan impuestos adecuados a sus ganancias, como si estuvieran invirtiendo en Inglaterra o EU: yo no tengo ningún problema. Pero si las privatizaciones mexicanas terminan favoreciendo al compadre que antes era dueño de una compañía camionera y se vuelve de pronto en petrolero, los nefastos resultados pronto serán una realidad para el gobierno y pueblo mexicano. Dos perlitas: la Mexicana de Aviación de Azcárraga y la Interjet de la familia Alemán: mismo modelo de ineficiencia o de perversión económica. Algo parecido sucede con la industria eléctrica, a la CFE la dejaron envejecer, le quitaron presencia y favorecieron principalmente a los inversionistas y compañías españolas productoras de energía eólica. Ambos esquemas de producción eléctrica pueden y deben convivir en un México moderno, pero para que lo último sea realidad, los actuales contratos, que son esencialmente leoninos -como los de OHL, la adquisición de Bancomer, Banamex, Serfin. Actuales BBVA, Citi y Santander- deben dar paso a contratos más acordes a intereses pares, a la idea de ganancias compartidas y genuino progreso. Porque como están ahora, los de la industria eléctrica como el del ramo minero, principalmente en manos de compañías mineras canadienses, se parecen más a la realidad colonial y de explotación extensiva descrita al inicio de este artículo. Ello no puede permitirse, a menos de que se tenga un interés concreto o beneficio directo en que se perpetúen semejantes convenios inequitativos y corruptos.

 

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