¿Cuál es el Propósito de las Fake News?

#FakeYou,
Fake News
y desinformación.
Simona Levi.
Ed. Rayo Verde,
Madrid, 2019.
224 páginas

Por David Marklimo

En un día cualquiera, una persona consume alrededor de 15 noticias falsas.  Esos postulados, sin duda, alterarán su visión del mundo y lo llevarán a tomar ciertas decisiones. Muchos analistas y pensadores sostienen que ese es el objetivo de las noticias falsas, fake news como se les conoce también en inglés: la manipulación. “Quiero que no votes por la candidata A, entonces te hago creer cosas sobre ella, que impedirán tu deseo primario”. Algo así, más o menos.

En esta ecuación, entonces, se vuelve prioritario descubrir y alertar las noticias falsas. El problema entronca de raíz con la libertad de expresión y la responsabilidad social de los medios de comunicación. ¿No es sospechoso, pues, que las políticas y las reformas normativas que se están proponiendo para combatirlas criminalicen las nuevas tecnologías y, en cambio, no hagan lo mismo con quienes se han dedicado a producir noticias falsas desde siempre? ¿Por qué en lugar de cortar el problema de raíz pretenden imponer a los ciudadanos recortes de la libertad de expresión e información? Por eso es muy importante este libro, #FakeYou de Simona Levi.

#FakeYou expone algo básico. El propósito de las noticias falsas es dañar la capacidad de los ciudadanos de elegir a sus líderes basándose en noticias reales, en información veraz. Este libro se plantea como una herramienta de defensa contra los recortes de las libertades fundamentales y un arma contra las nuevas formas de manipulación, mentira y falsificación. Así, desglosa las diferentes categorías en las que se puede clasificar la desinformación: contenido engañoso, contenido impostor, contenido fabricado, conexión falsa, contexto falso, contenido manipulado y sátira (aunque en este caso, no se trata propiamente de desinformación) y enumera las estrategias en las que se utiliza la propaganda en democracia:

Estrategia Definición
Distracción Para desviar la atención de los problemas importantes y estructurales
Creación de problemas y soluciones Por parte del estado para “demostrar” a la ciudadanía su éxito y buen ejercicio del cargo
Gradualidad Para aplicar medidas inaceptables
Diferir Catalogando como dolorosa y necesaria una medida, simulando no ser partidario de ella, para que el público se acostumbre a ella y la acepte resignadamente cuando se aplique
Vulgarización, Tratando a la población como a menores de edad, que no saben lo que les conviene.
Emotividad Excitando antes la emoción que la reflexión
Mediocridad, Utilizando términos complejos para eludir la información y transparencia
Auto culpabilidad Para hacer que las personas se crean responsables de sus desgracias, por no hacer suficiente o no ser suficientemente listos o capaces
Elisión de datos Para hacer creer que conocen más a los individuos que ellos mismos

 

Visto el panorama, es fácil observar la dificultad que tiene la mayoría de consumidores de información para acceder a sistemas de verificación, por lo que no puede recaer en ellos la principal causa de la desinformación, sino que hay que apuntar a los grandes productores de fake news (gobiernos, instituciones, partidos políticos, medios de comunicación de masas, corporaciones y grandes fortunas). En estudios realizados, el porcentaje de población que contrasta las noticias en muy bajo, por lo que la eficacia de los sitios de verificación es muy poco significativa cuando la mentira ya está en circulación. Por eso, el libro sostiene que la verificación debe aplicarse antes de la viralización: no solo hay que checar los datos, sino también las fuentes. La verificación no es únicamente a los medios de comunicación sino también debe darse en la comunicación institucional y a los partidos políticos facilitando de esta manera que el periodismo, primera víctima de la desinformación, recupere la confianza de los ciudadanos. No se trata únicamente de distinguir entre hechos y opiniones, sino que las fuentes y los datos según los cuales se basa su exposición tiene que estar claramente indicadas y categorizadas porque “nada de esto tendrá utilidad para frenar la propaganda y desinformación si estos mecanismos no son capaces de operar antes de que la información circule”.

El libro enfoca la solución del problema en dos líneas. La primera, distinguir entre libertad de expresión y el negocio de la comunicación, pues la libertad de expresión es un derecho fundamental, pero el negocio debe estar sujeto a reglas y límites. La segunda es apostar por la democratización de la sociedad y dotarla de acceso a datos necesarios para verificar la veracidad de la información. Casi nada, como podremos ver. Queda pues, todavía, un ingente trabajo por delante.

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