“Esperando a los Bárbaros”

Del Cine y las Leyes

O de Como Justificar la Barbarie

Por Horacio Armando Hernández Orozco

“Esperando a los Bárbaros” (“Waiting for the Barbarians”), es una coproducción italoamericana, dirigida por el colombiano Ciro Guerra; con la actuación de Mark Rylance (el Magistrado), Johnny Depp (Coronel Joll), Robert Pattinson (Oficial Mandel), Gana Bayarsaikhan (“La Chica”) y Greta Scacchi (Mai); fue estrenada en el Festival de Cine de Venecia el 6 de septiembre de 2019.

El Magistrado, un leal servidor del Imperio, trabaja en un pequeño pueblo, mantiene el orden sin violencia, mostrando interés en la cultura del lugar, sabe algo del idioma, dice que ya no podría volver a su ciudad natal, y respeta a sus conquistados; pero entra en crisis de conciencia cuando este orden de colonización se ve alterado por la llegada del coronel Joll quien a través de la tortura busca información sobre una invasión de los bárbaros.

La película, basada en la novela homónima del premio nobel de literatura J. M. Coetzee, es un retrato sobre la crisis colonial y los peores métodos para sobrellevarla; no se marca un tiempo ni un lugar exacto, pero es un tema presente, no obstante que la novela fue publicada hace 40 años.

MÁS VALE SER TEMIDO QUE QUERIDO

El Magistrado es el administrador del gobierno imperial en un puesto de frontera, teniendo a su encargo a la policía local y fungir como juez en asuntos menores; su jurisdicción es un pequeño poblado amurallado y los alrededores, pero afuera de esa muralla, entre el desierto y la montaña, se encuentran los bárbaros.

La cinta muestra al personaje del Magistrado, como un hombre conservador, pacífico, de buen trato hacia los demás, que busca interferir lo menos posible en la vida de los otros; sus acciones resultan poco enérgicas como su voz, vacilante y por momentos apagada; pero los imperios no nacieron para complacer a los otros sino para subyugarlos.

Al menos, ésta es la visión del coronel Joll, quien representa también a un leal servidor del Imperio, pero en su faceta de imponer el respeto a través del miedo; un hombre, que, como tantos otros, “cumple órdenes de sus superiores” y viene a extender la guerra con toda su violencia a los polvorientos dominios del Magistrado.

El coronel Joll tiene un método muy peculiar para interrogar a la gente, y así se lo dice al Magistrado: “paciencia y presión, presión, mentiras, presión, mentiras, presión, más mentiras y entonces hay una pausa; luego más presión y finalmente, la verdad”.

INVENTANDO AL ENEMIGO

El sadismo del coronel Joll se hace evidente cuando “interroga” a dos hombres acusados, tal vez falsamente, de robar ovejas, uno termina muerto y el otro, para ponerle fin a la tortura, confiesa falsamente sobre un levantamiento de los “bárbaros”.

El espectador no ve el interrogatorio, sólo ve el resultado, pero eso es suficiente para saber que el coronel Joll es de los que cree que el fin justifica los medios, y obliga al prisionero torturado a llevarlo con su tribu, donde detiene a más prisioneros de guerra para “interrogarlos”; en su mayoría mujeres y ancianos.

Es un hecho que la guerra es una empresa que necesita enemigos, y si no los hay, pues se inventan, tan es así que el Magistrado le interpela al coronel Joll: “No tenemos ningún enemigo que yo sepa. A menos que nosotros mismos seamos el enemigo”.

Quienes fomentan la guerra pueden ser luego los primeros en sufrir sus consecuencias; y así sucederá en el filme, cuando los bárbaros se levanten en armas.

EXPIANDO CULPAS AJENAS

Como resultado de la expedición del siniestro coronel Joll, son capturados algunos supuestos bárbaros, que son llevados al pueblo unidos entre sí con un hilo metálico que atraviesa sus manos que están unidas a las mejillas, pero la escena más barbárica de la película es cuando los prisioneros son golpeados salvajemente con un bastón que le es entregado a una niña pequeña y ella alegremente contribuye a la paliza.

El Magistrado comienza a cuestionar la legitimidad del imperialismo, mientras cuida de una joven bárbara que fue dejada herida y parcialmente ciega por los soldados del coronel Joll, así que decide llevarla de vuelta con los suyos.

La expiación es la eliminación de la culpa a través de un tercero, de tal forma que el sujeto culpable queda absuelto de cualquier pena por medio de otra persona; en términos religiosos, los justos (los buenos) terminan pagando las consecuencias de lo que hicieron los pecadores (los malos).

El Magistrado buscaba saldar los agravios del coronel Joll, y a la vez expiar los suyos, tomando bajo su tutela a la joven que ha sido torturada, un hecho que resulta incomprensible para sus compatriotas, pero la cosa no queda en eso, pues luego de superar los desafíos del viaje y estar de regreso en el pueblo, el Magistrado es capturado por soldados al mando de oficial Mandel, quien lo acusa de haber desertado y simpatizado con el «enemigo».

NADA QUE GANAR, MUCHO QUE PERDER

El Magistrado es retenido en una celda, sin ser llevado a juicio oficial debido al estado de emergencia, pero ya con el espíritu completamente devastado, los soldados deciden dejarlo vagar con libertad por el pueblo, a sabiendas de que no tiene a dónde ir y de que no representa una amenaza para su misión; la campaña contra los bárbaros colapsa, los soldados empiezan a huir del pueblo, y el Magistrado confronta al coronel Joll quien se rehúsa a responder.

Es claro que no se ha ganado nada con esa ridícula guerra, pero sí se perdió mucho, pues con la creencia de que los bárbaros planeaban invadir el pueblo, muchos civiles también se han marchado; el Magistrado alienta a los que se quedan a continuar con sus vidas y prepararse para el invierno que se avecina, ya que para el momento en que cae la primera nevada de la temporada, no hay señal de la esperada invasión bárbara.

La cinta muestra los efectos del abuso del poder del colonialismo y, de la brutalidad de un Imperio anónimo; el personaje del Magistrado muestra dignidad y humanidad, aparece como un hombre justo entre la barbarie, al afirmar que el mal puede no estar donde se dice que está; sin embargo, los bárbaros siguen siendo aquellos que visten, hablan y viven diferente; la incomprensión al otro se traduce en un miedo infundado y promovido por personas que desde una arrogante distancia deciden el destino de lugares que ni siquiera conocen; pero ¿quiénes son los verdaderos bárbaros, las tribus indígenas que habitan en los alrededores, o los colonizadores que emplean la guerra para someterlos?

La mejor respuesta la tendrá como siempre nuestro amable lector…

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