“Los Caifanes”

Del Cine y las Leyes

Fuera del Mundo, Pero Dentro del DF

Por Horcaio Armando Hernández Orozco

“Los Caifanes”, película mexicana de 1966, dirigida y escrita por Juan Ibáñez en coautoría con Carlos Fuentes; actúan Julissa (Paloma), Enrique Álvarez Félix (Jaime de Anda), Sergio Jiménez (Capitán Gato), Óscar Chávez (El Estilos), Ernesto Gómez Cruz (El Azteca) y Eduardo López Rojas (El Mazacote).

Una pareja de novios de clase alta escapa de una fiesta con la intención de tener un breve encuentro amoroso y la ocasión se presenta en un coche abandonado, el cual pertenece al Capitán Gato, quien junto con sus caifanes cambiará los planes de la joven pareja; así comienza un pintoresco paseo nocturno por la Ciudad de México, en el que Paloma se muestra fascinada por las costumbres, forma de hablar y modos de la clase trabajadora y por la amistad espontánea que saben brindar.

La película es un parte aguas en el cine nacional; en el 2016, se cumplieron 50 años de su filmación; dentro de los festejos por ese cincuentenario, el domingo 20 de marzo de ese año, Óscar Chávez ofreció un concierto en el Zócalo capitalino, además de celebrar 81 años de vida, 50 de carrera artística y también como un homenaje al director del filme.

“Los Caifanes” fue la oportunidad cinematográfica para el debut de cuatro jóvenes actores, precisamente los personajes que le dan nombre a la película; Óscar Chávez recibió por su actuación la Diosa de Plata otorgada por la asociación de Periodistas Cinematográficos de México (Pecime) y el premio Ariel otorgado por la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas; por su parte Sergio Jiménez también recibió una Diosa de Plata como Mejor coactuación masculina; hoy esta reseña es un homenaje al Caifán mayor, al Maestro Óscar Chávez.

EL PRELUDIO DEL 68

“Los Caifanes” no fue el detonador del movimiento estudiantil de 1968, y de su convulsivo desenlace, pero sí muestra lo fraccionada que estaba la sociedad urbana, así como la brecha que se abría entre la llamada clase social alta y la clase trabajadora, como si fuesen dos mundos coexistiendo en un mismo espacio y tiempo, pero con costumbres distintas y qué decir del idioma, que llega un momento en que Paloma piensa que hablan otra lengua, la cual es incomprensible para la aristocracia.

La película agradó por igual a la clase media que a la intelectualidad mexicana de su época, por cuestionar al poder y la hegemonía de la burguesía nacional que estaba en conflicto incesante contra los trabajadores representados por los cuatro Caifanes, los que ni nombre tienen.

DE PACHUCO A CAIFÁN

Cuando el Capitán Gato dice que están esperando a otro caifán, Paloma pregunta en voz baja a Jaime qué es eso, y éste responde que es un Pachuco, pero Gato lo corrige: “No, eso es papá grande”, y el Azteca agrega: “Caifán es el que las puede todas…”

Carlos Monsiváis, quien por cierto también actúa en la película, en su libro Días de Guardar, explica que el término caifán proviene de los mexicanos avecindados en California, conocidos como pachucos y que mezclan las palabras en español e inglés “cae fine”, que cae bien, y de ahí deriva “caifán”.

La palabra caifán es un mexicanismo reconocido por la Real Academia Española, no muy usado en la época actual y casi restringido a la Ciudad de México; caifán es un sujeto al borde de la ley que ha conseguido el respeto y el liderazgo de su barrio.

La película muestra la diferencia de los referentes culturales implicados, el rico piensa que caifán es un pachuco (pandillero), y el pobre corrige, un caifán, como él, puede con cualquiera, incluso con Paloma.

LA COSTUMBRE DE ROMPER CON LAS NORMAS

Paloma y Jaime comienzan su trasnochada pretendiendo tener un inusual encuentro amoroso, lo que representa infringir las normas de trato social que impone la clase aristocrática, pero cuando interactúan con los caifanes, se dan cuenta que éstos tiene como actividad lúdica incumplir no sólo las reglas de trato social, sino las propias leyes.

El recuento de la actividad nocturna de los caifanes va desde el robo de una corona de muertos, de una guitarra a un pobre ciego, vestir a una estatua de una fuente pública, irse sin pagar la cuenta en una taquería, así como entrar clandestinamente a una funeraria y usar unos ataúdes, nunca se advierte un acto de violencia, pues la furtividad y la complicidad de la oscuridad de la noche es el modus operandi, que hace aparentar esas actividades ilícitas como delitos recreacionales.

Cada una de estas acciones acerca más a Paloma a los caifanes, ella se siente libre, por primera vez no tiene que responder a normas y conductas de la alta sociedad, pero no advierte que está actuando al margen de la ley, y lógico, no prevé las consecuencias de sus actos en el ámbito del derecho sancionador ni lo que puede perder; para los caifanes, todo se encierra en la frase final de Jaime: “Es muy fácil ser bravo cuando no se tiene nada que perder.”

VOY A BUSCARTE, VOY A ENCONTRARTE

El argumento de Carlos Fuentes fue titulado “Fuera del Mundo”, y ese era el nombre que llevaría originalmente la película, pero en alusión a los personajes se nombró “Los Caifanes”; en los diálogos de los personajes hay referencias directas a la literatura de Santa Teresa, Octavio Paz y muchos autores más, en conjunción con un mosaico de dichos y jerga populares del lenguaje suburbano; se puede afirmar que las fusiones nunca acaban ni acabarán, y pase lo que tenga que pasar, las castas se harán escuchar y serán escuchadas.

“Los Caifanes” muestran un mundo completamente diferente y desconocido para Paloma y Jaime: la vida nocturna de la clase pobre mexicana; cabarets, parques, funerarias, fondas, plazas públicas y vecindades son los destinos turísticos para esta clase aristocrática, quienes ven absortos lo que pasa en la Ciudad de México, en su propia ciudad, en un lugar que pareciera estar Fuera del Mundo.

Para Paloma y Jaime, ese nuevo mundo es una realidad mágica, pues es algo que en su realidad no ocurriría, pero para los caifanes lo que ven es completamente real y no representa absolutamente nada novedoso, es un actuar costumbrista; lo cierto es yuxtaponer personajes y lugares, aunque exagerados son reales y fantásticos al mismo tiempo.

Al final de cuentas esta historia entre cronopios y famas, es el encuentro fortuito de las distintas clases de la ciudad, pero ¿será cierto que sólo fuera del mundo pueden coexistir?

La mejor respuesta la tendrá como siempre nuestro amable lector…

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