El COVID-19 y las Libertades: ver las Cosas Odiosas

Por Federico Bonasso*

Hay gente que le tiene más miedo al fantasma de Stalin que a la tormenta de citoquinas. Leo a algunos intelectuales famosos (o a queridos amigos en FB) que nos advierten del “nuevo autoritarismo disfrazado de control sanitario”. Un monstruo que ya ha llegado, afirman. Algunos, incluso, se animan a comparar este nuevo totalitarismo con el fascismo y el “socialismo real” del siglo pasado. Molestos con las reglas de la cuarentena, nos comunican su temor ante el menoscabo de las libertades individuales. Nos advierten que la democracia está amenazada. También que la economía está amenazada. Y ahí las ideas comienzan a ascender como un globo aerostático, rumbo al reino de la autocomplacencia. ¿Qué valores están defendiendo finalmente? Hace tiempo que vienen confundiendo “economía” con “ganancia”; “libertad” con “individualismo”.

De entrada, no parece el caso de México, donde el respeto que ha manifestado el Gobierno Federal a las libertades individuales es ejemplar. Tanto, que resulta un arma de doble filo: la falta de aplicación de medidas más drásticas de cuarentena permite la indolencia criminal o suicida de la que somos testigos diariamente. Miles de individuos hacen uso irrestricto de su albedrío y del libre tránsito, vulnerando directamente el derecho a la vida de los demás. Muchos, porque no les queda más remedio, víctimas de nuestro sistema económico, pero muchos otros confundidos con los límites que vivir en sociedad imponen a las apetencias personales. Hay quienes promueven desde los medios de comunicación el desacato frontal a las autoridades de salud, sin penalización alguna. Por ahora, el presidente ha renunciado a cualquier tentación de asumir poderes especiales.

Hay otro autoritarismo del que poco se ocupan quienes se pelean todavía con el siglo XX, (metiendo de paso en el mismo saco a Rosa Luxemburgo y a Goebbels), y que a todas luces es mucho más peligroso: el autoritarismo del profit. El autoritarismo del profit no tiene una forma política definida, pero viene sometiendo al poder político desde hace décadas, tal como el amigo SARS Covid-19 ha venido a mostrarnos. Y por supuesto tiene su ideología: aunque pocas veces lo admite, se sostiene en la idea del darwinismo social. El mandato de “cuidar la economía”, desde la lógica del profit, confundiendo “economía” con “ganancia” parece igual de criminal que la peor de las ideologías políticas. Lanzar hoy al transporte público, en el pico del contagio, a hordas de trabajadores para que no decaiga “la economía”, usando la propia necesidad de estos trabajadores como justificación para proteger la codicia de las grandes empresas y sus dueños, es una prueba de que hemos normalizado la crueldad que exige la religión del profit. Por más que nos emocionen, los valores liberales no han podido oponer la resistencia necesaria a un modelo donde, antes que la salud de las personas, se prioriza la venta de armas, la especulación financiera (farmacéuticas incluidas) y la medicina como negocio. Hoy se ha trastocado el valor de la libertad individual, convirtiéndolo en la trampa del individualismo egoísta.

No pretendo trivializar un peligro evidente: el de que algunos gobiernos no quieran “devolver” los poderes extraordinarios que el Covid-19 les pueda haber otorgado. Sería el caso de Orbán (Viktor) en Hungría. Pero también existen varias señales en sentido opuesto; como representa la misma alarma internacional que este caso ha suscitado. Por el momento creo que, esencialmente, estamos viendo que cada sociedad enfrenta la pandemia con sus virtudes y defectos estructurales. No parece que Dinamarca vaya a retroceder, por ejemplo, en sus valores democráticos, tentada por las bondades autoritarias del distanciamiento social. O que China fuera en diciembre pasado menos autoritaria que hoy. Pero sí es notorio cómo los líderes autoritarios están llamando a desobedecer la cuarentena recomendada por los científicos. Y esto es así porque el autoritarismo de hoy no está mayoritariamente subordinado al nacionalismo sino a la religión del profit. Esta religión que exige, a su vez, el ejercicio de la “libertad de consumir”. Al profit no le gusta el reordenamiento económico que nos sugiere la pandemia.

El virus nos obliga a ver cosas odiosas: al otro, la pobreza del otro, nuestros calzones, nuestra propia muerte; en fin: todas ellas cuestiones nauseabundas que solemos cubrir con la Biblia, Netflix, o los insultos al chivo expiatorio de turno. Ni modo, hoy no se puede escapar a la casa de fin de semana. Que esta sea una lección para los que disfrutaban su libertad personal sin cuestionarse demasiado en qué estaba sostenida. Más que una oportunidad para el autoritarismo, esta es, claramente, una oportunidad para revertir la fatalidad del individualismo. Llamemos de nuevo a escena a una actriz descartada hace mucho tiempo por la religión del profit, pero que ha sido protagonista otras veces de la historia, porque también es parte de nuestra naturaleza: la solidaridad. Y la solidaridad de verdad, exige revisar los límites de nuestra codicia.

*Federico Bonasso es músico y escritor. Autor de “Diario Negro de Buenos Aires”. Su último disco es “La Subversión”.

Acerca de misionpo 35894 Articles
Noticias nacionales e internacionales. Investigación y reflexión política.