Morir por la Patria o por las Carencias

Por Nidia Marín

¡Murió por la Patria! Es la frase que exalta a los héroes en México. Muchos médicos y enfermeras hoy lo son. Otras personas son de pena ajena.

Hay quien dice que no se puede sacar sangre de las piedras. Y yo digo que depende cómo y depende quién… Actualmente no. La ineptitud tiene un costo y muy alto.

“Más si osare un extraño enemigo /
Profanar con su planta tu suelo /
Piensa ¡oh patria querida! que el cielo /
Un soldado en cada hijo te dio”, dice el Himno Nacional

Pues llegó el extraño enemigo. Está aquí para ocasionar estragos. Ya los causa. Se llama Covid-19.

Y otra estrofa de nuestro Himno señala la respuesta.

“¡Patria! ¡patria! tus hijos te juran /
exhalar en tus aras su aliento, /
si el clarín con su bélico acento /
nos convoca a lidiar con valor”.

Si hay algo en lo cual la historia juzgará al actual presidente de la República es en la materia de la salud. Ya es poco lo que puede hacer para borrar la pésima impresión dejada entre millones de mexicanos por su necedad, torpeza, egocentrismo e ignorancia. Lo hecho, hecho está y el mandatario se llevará entre las patas de los caballos a muchos funcionarios que simplemente obedecieron y no lo convencieron de sus errores.

Por ejemplo: de sus giras alocadas por toda la República reuniendo a miles de personas o a cientos sin precaución alguna. ¿Cuántos de ellos hoy tienen coronavirus? Esperamos que pocos. ¿Cuántos habrán muerto? Esperamos que ninguno. ¿Y qué decir, de aquella invitación a las familias a salir, abrazarse y besarse? Muchos le siguen haciendo caso por desgracia.

Pero nuestros planteamientos no son suficientes, cuando las necedades continúan y las disculpas por las metidas de pata no llegan y mucho menos alguna exposición que haga pensar a la población en cierto arrepentimiento o que se asume la responsabilidad de tantos errores, entre los cuales están los médicos y enfermeras que han muerto por el virus y el colmo los que han sido agredidos por los parientes de los infectados o simplemente en las calles de las ciudades.

A muchos de ellos primero los corrió de las instituciones, después tuvo que recontratar a varios y al final de cuentas una buena cifra de profesionales de la salud hubo de criticar acremente y protestar por la falta de respiradores, de tapabocas e instrumentos diversos que se le habían vendido a China. Sí los chinos (y que bueno) van saliendo de la pandemia, pero México está entrando de lleno a la parte peor, aunque sin lo necesario para salir adelante.

Por ello, como escribiera Octavio Paz en “Los Hijos de la Malinche”:

“…Y las inesperadas violencias que nos desgarran, el esplendor convulso o solemne de nuestras fiestas, el culto a la muerte, el desenfreno de nuestras alegrías y de nuestros duelos, acaban por desconcertar al extranjero. La sensación que causamos no es diversa a la que causan los orientales. También ellos, chinos, indostanos o árabes, son herméticos e indescifrables. También ellos arrastran en andrajos un pasado todavía vivo. Hay un misterio mexicano como hay un misterio amarillo y uno negro”.

Hoy con el virus a todo galope, también vale lo que dijo Álvaro Obregón en marzo de 1913:

“…lancémonos sobre esa jauría, que con los hocicos ensangrentados aúllan en todos los tonos, amagando cavar los restos…”

Y, además:

“…seamos dignos del suelo que nos vio nacer ¿con qué derechos declaremos para nuestros hijos el título de ciudadanos si no somos dignos de serlo?”

Pero sigue la palabrería, porque no acata lo que dice el refrán: “La lengua guarda al pescuezo”, o lo que es lo mismo: más vale pensar y cuidar las cosas que dices.

Él no y pareciera que los mexicanos debemos tener la obligación de ocultarlo o sus paleros nos crucifican en las redes sociales.

Sin embargo, debe decirse, guste o no, el peor yerro de esta administración fue desmantelar de un plumazo el Seguro Popular, creado 19 años antes y que funcionaba más o menos, para en seis meses después de abolirlo, crear una institución sin pies ni cabeza denominada Instituto de Salud para el Bienestar (INSABI) que hoy ante la emergencia, no sirve de nada y sigue costando.

Y nadie de sus funcionarios o empleados le dijo nada al destructor y ninguno chistó palabra, hasta… que cuatro meses más tarde en febrero de 2020, llegó el Covid-19 que sabe cómo cobrar los errores, pero no al autor del desastre, sino a los mexicanos.

En estos tiempos, aquello de “morir es nada cuando por la patria se muere”, frase atribuida a José María Morelos y Pavón, trae aparejado un comentario: depende cuándo, por qué y por orden de quién. Sobre todo, si el que está al mando tras insultarte, agredirte, menoscabarte y arrollarte con su poder, después viene a pedirte frías.

Así no se vale. ¿O sí?

 

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