Estaríamos Mejor

*Riesgo Innecesario Despreciar a la Ciencia

*Decidir la Salud Pública con Criterios de fe, Subjetivos

*Demostrar la Estatura Política y Capacidad de Gobernar

*Inadmisible Evadir Responsabilidades y Culpar al Pasado

*Culpar a las Circunstancias no es de Hombres de Estado

Por Ezequiel Gaytán

Hace siete años, durante el primer año de gobierno de Enrique Peña Nieto, hubo una campaña radial del Partido del Trabajo, léase un aliado del Partido Morena, que decía “estaríamos mejor con ya sabes quién” aludiendo a la figura del licenciado Andrés Manuel López Obrador. Siempre me pregunté las razones por las cuales el Instituto Federal Electoral (IFE) permitió esa expresión, pues carece de toda validez acreditada debido a que el hubiera o el estaríamos no son categorías científicas y mucho menos demostrables. Se trata de un supuesto imaginario y por lo tanto con altos márgenes de demagogia. Recordemos que toda hipótesis es un supuesto, pero no todo supuesto es una hipótesis.

La falta de criterios científicos y el uso del método científico son entendibles debido a que no todo mundo tuvo las oportunidades de estudiar alguna disciplina científica. Pero el menosprecio a la ciencia por prejuicios o por arrogancia de un jefe de Estado es correr riesgos innecesarios y altamente resbaladizos en la conducción política de una nación. Sobre todo, porque decidir temas científicos como la salud pública con criterios dogmáticos de fe, subjetivos y personales es arriesgar la vida de los gobernados.

Hace unos cuantos días murió el gran filósofo de la ciencia Mario Bunge, quien en su libro La ciencia, su método y su filosofía, nos precisa los atributos de la ciencia, entre lo que destaco: es fáctico, analítico, comprobable, explicativo, metódico, abierto y falible. Además, precisó que, en la ciencia las preguntas son más importantes que las respuestas. De ahí que las construcciones de las hipótesis son fundamentales a fin de lograr tesis aproximativas a la verdad y abrir la puerta a las antítesis.

Consecuentemente la ciencia recurre siempre a nuestros nueve mejores amigos: qué, quién, cuándo, cómo, dónde, cuál, cuánto, por qué y para qué. Además de lo anterior, nos exige que las demostraciones se sujeten a la tríada: espacio, tiempo y circunstancias. Citaré dos ejemplos. El primero referente a las ciencias experimentales, léase la Ley de la Gravedad de Isaac Newton, la cual aplica igual en el Nueva York, la Ciudad de México o en Buenos Aires, sin importar la fecha y las circunstancias climatológicas de las tres ciudades. El segundo de las ciencias sociales referente a que en todas las sociedades existe una jerarquía de poder y   estamentos sociales; basta con seleccionar y estudiar cualquiera de las culturas madres y demostrarlo: Egipto, México, Perú, Mesopotamia y los fenicios, por citar algunas.

En las ciencias sociales no acostumbramos experimentar con los seres humanos por razones éticas, sin embargo, la sociología y la psicología social son ciencias que me permiten demostrar hipótesis acerca de los hechos sociales y proyectar posibles escenarios. La Ciencia Política, por su parte, nos demuestra que donde hay una sociedad, hay diferentes tipos de gobiernos, formas de organización y uso del poder. Luego entonces es demostrable que la lucha por el poder en los seres humanos en una sociedad se repite en la tríada espacio, tiempo y circunstancias.

Los avatares y las circunstancias por las que atraviesa un determinado gobierno son cambiantes y será siempre responsabilidad del, ya sea jefe de Estado y/o de gobierno, que demuestre su estatura política y capacidad de gobernar. Lo que no es admisible en la política del siglo XXI es evadir las responsabilidades y decir que los problemas son debido a las administraciones pasadas y a las circunstancias por las que no se logran cumplir las promesas de campaña. Peor aún, combatir una pandemia mundial como el Covid 19 con fetiches como un trébol de cuatro hojas y con estampas religiosas es disminuir la investidura presidencial a la de un chamán de alguna tribu del siglo II antes de nuestra era.

Como ciudadano puedo comparar el primer año de gobierno de cada uno de los ex presidentes en la inteligencia de que las circunstancias fueron diferentes, pero en lo fundamental es posible concluir que con tal gobierno el Producto Interno Bruto fue de tanto y con el actual es de menos tanto. Por lo mismo, puedo decir que no, no estamos mejor en este sexenio que con el anterior en materia económica, de seguridad pública y de empleo.

Culpar a las circunstancias de la situación actual no es de hombres de Estado. Aún quedan cuatro años y medio para mejorar el diagnóstico. Para lo cual se requiere del adecuado uso de las ciencias experimentales y sociales, así como de las humanidades y, por supuesto, de la aceptación de que gobernar si requiere de criterios científicos que rechacen absurdos tales como “estaríamos mejor”.

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