Se Divide la Oposición del SUTGCDMX: Max García, Precandidato Extraviado

Los Privilegios del Poder

Por Verónica V. González y Arnoldo Piñón

Una de las primeras decisiones que Sergio Antonio López Montesinos tomó, después de hacerse cargo de la política laboral del Gobierno de la Ciudad de México, fue visitar unas oficinas en el Barrio de Santa Anita. Es posible que desconozca quién es el dueño del edificio donde estuvo buena parte de esa tarde y de las relaciones de trabajo en el ISSSTE durante el gobierno de Felipe Calderón.

Seguirá con su ignorancia, sin poder sacudirse la influencia de un ex dirigente sindical con más caretas que el luchador mil máscaras con las que coquetea de un partido a otro.

En el primer piso de ese edificio se ubican las oficinas de José Medel, el defenestrado ex presidente del Sindicato Único de Trabajadores del Gobierno del Distrito Federal (SUTGCDF), con una cercana relación con Berta Gómez Castro, subsecretaria de egresos en la Secretaría de Finanzas, un jubilado que aspira a convertirse en líder moral sindical desde un frente que se autodenomina democrático sin influencia real entre los trabajadores. El mismo que niega a sus trabajadores la posibilidad aspirar a una jubilación al no pagarles las prestaciones mínimas de ley.

En 2006, unas semanas antes de las más reñidas elecciones presidenciales del pais, Medel se reunió por vez primera con Felipe Calderón, por espacio de media hora en el autobús del entonces candidato presidencial del PAN, después de un acto de campaña en el Estado de México. El encuentro fue posible gracias a la intervención del ex presidente municipal en Tlalnepantla y ex senador Ulises Ramirez Nuñez, y de Rubén Muñoz, ex delegado del ISSSTE en la entidad.

De esa reunión derivaron encuentros posteriores con María Luisa Calderón, hermana del candidato presidencial. En un encuentro una noche en el centro comercial Perisur con Lupe Uribe (qepd), un dirigente sindical del Estado de México, se acordó una conferencia de prensa con Medel a la cabeza, para denunciar supuestas irregularidades en el manejo de la nómina laboral de la capital del país durante el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, con la intención de restarle popularidad.

Mientras el entonces diputado local del PRI y algunos de sus pocos seguidores hacían declaraciones a los medios en un hotel ubicado en Avenida Cuauhtémoc, en la colonia Roma, la señora Calderón, Uribe y otras dos personas lo esperaban en un restaurante ubicado a unos metros.

El ex dirigente sindical asumió el rol de activista para impedir lo que parecía un inevitable triunfo de López Obrador por la Presidencia de la República, incluida la presentación de una denuncia ante la PGR a finales de junio de 2006 por no haber entregado al ISSSTE 1,260 millones de pesos de cuotas de poco más de 18 mil trabajadores -coincidencia en el delito por el que encuentra en la cárcel Miguel Ángel Vásquez Reyes, ex subsecretario de capital humano de la ciudad suena a paradoja-.

El viernes 13 de marzo, a través de redes sociales se convocó a “todos” -¿serían los 200 jubilados simpatizantes del inexistente frente “democrático”?- a lo que se esperaba fuera el destape de Heladio de la Rosa como “candidato de unión” a la presidencia del SUTGCDMX. Al final el único que fue lanzado, sólo que por un foro lidereado por Carlos González Merino -previamente defeccionó del grupo de Medel-, fue Maximiliano García, a quien acompañaron Rogelio Sanabria y Martha Malagón.

El precandidato García debe saber que legalmente es improcedente un proceso electoral: además que hay una serie de amparos que lo imposibilitan, los artículos 34 y 173 fracción I de los estatutos sindicales establecen con precisión el procedimiento a seguir.

Ni De la Rosa ni García juntos le ganarían en una elección abierta a Hugo Alonso Ortiz.

Es claro que el presidente del SUTGCDMX a quien desde el Gobierno de la Ciudad de México se le regatea el triunfo legítimo y democrático que de manera contundente obtuvo el pasado 9 de enero; todo porque sus malquerientes -¿Medel no le ha perdonado no haber cedido al chantaje millonario para retirar una demanda por amenazas en contra de Héctor Carreón, ex dirigente de la sección 12- han privilegiado su cercanía con Miguel Ángel Vásquez- olvidan que todos ellos mantuvieron relaciones con el ahora encarcelado ex subsecretario de Capital Humano. ¿Cuántos aplaudían a rabiar a Juan Ayala Rivero cuando decía que Miguel Ángel Mancera era el mejor jefe de gobierno?

Medel no tuvo empacho en aliarse con los seguidores de Ayala Rivero -incluido César Piña, secretario general de la sección 4, al que públicamente calificaba de traidor-, olvidándose que solo meses atrás lo llamaba públicamente como su principal enemigo. Todos se sumaron a la candidatura de Armando Bautista, en un acuerdo impulsado desde la Dirección de Administración de Personal, lo que muestra su lado más antidemocrático, aun cuando se asumen como demócratas puros.

El precandidato Heladio de la Rosa es un dirigente desconocido, pese a que en la revisión de las condiciones generales de trabajo en 2003 firmó en su calidad precisamente de secretario de condiciones de trabajo. La pérdida de prestaciones económicas, junto con acusaciones de corrupto manejo de las cuotas sindicales, fueron la causa que acabaron con la renuncia de Medel a la dirigencia.

Para que su candidatura sea posible, sería evidente la intervención de áreas de influencia del gobierno de la ciudad. Es claro que a Maximiliano García lo utilizaron, quizá porque creyeron que podía hacerle un hueco al liderazgo de Hugo Alonso en la sección uno “Limpia y transportes”, en uno de lo más grandes errores desde la Dirección de Administración de Personal.

PARA LA AGENDA

Hace unos días, a trabajadores sindicalizados del Gobierno de la Ciudad de México se les llamó desde el teléfono 5550076377 para una encuesta aparentemente de vecinos, preguntándoles entre otras cosas si conocían a los candidatos a la presidencia del SUTGCDMX, entre los que les mencionaron a Liborio Muñoz, Heladio de la Rosa, Armando Bautista, Lilián Porras y Hugo Alonso, y por cuál de ellos votarían. Cuando la respuesta era que su preferido era Alonso, se les colgaba. Se marcó ese número y unos minutos más tarde una mujer regresó la llamada; confirmó que efectivamente habían realizado una encuesta de un día. ¿Quién pagó y para qué el estudio…?

 

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