Insensatez en la Epidemia de Cabecera

Por Nidia Marín

Y pensar que estéticamente es bello, (parece una bola con las puntas brillantes en forma de corona), pero físicamente letal. Es el Coronavirus o Covid-19, nuestra nueva epidemia de cabecera.

Ambas comparten con las hambrunas, las guerras y las catástrofes naturales una característica importante: siempre acarrean otros desastres. Lo ha dicho la Organización Mundial de la Salud. Y es verdad.

El Síndrome Respiratorio Agudo Grave (SRAS) en siete meses (de noviembre de 2002 a julio de 2003) causó poco menos de mil muertos y de acuerdo al Banco Mundial el costo económico fue de 54 mil millones de dólares.

La Gripe Porcina, Gripe Aviar o Influenza H1N1 en cuatro meses mató a más de 18,500 personas y se gastaron 55,000 millones de dólares.

Pero más allá de las consecuencias mortales y económicas, están las lesiones que dejan en los países, sobre todo en sus gobiernos, específicamente en el Jefe de Estado, por no actuar a tiempo o hacerlo con negligencia. Sólo hay que ver los casos de España e Italia y el cierre de fronteras para chinos, españoles e italianos en diversas partes del mundo.

Eso, todos sus connacionales no se los perdonan a los gobernantes, adentro y afuera de las naciones.

En México vamos por ese mismo camino. Los anuncios de las fases del Covid-19 o Coronavirus han sido tardíos. Nosotros lo advertimos hace semanas, como también señalamos que estaban ocultando información de los casos y de que venía una pandemia.

Pero mientras tanto, la irresponsabilidad presidencial hacía y hace historia.

Nadie en su sano juicio le pide al Presidente que de la noche a la mañana se convierta en un científico o en un médico. No. Por el contrario, aceptamos en lo general que ya admitió su ignorancia en ese tema cuando dijo:

“La política es un noble oficio, pero no sabe de epidemias. Yo de eso no sé, no soy todólogo, no soy un sabelotodo, y es un asunto muy serio como para estar opinando sin conocimiento”.

Y una se pregunta: ¿entonces, por qué opina? ¿por qué no se limita a portarse como mandatario? La petición es solamente de sensatez y responsabilidad.

Eso sí, quien tenga el mejor deseo para todos los mexicanos le exige al Presidente que deje de besar a las personas, a los niños y las mujeres adultas mayores, no tanto porque los vaya a contagiar de alguna enfermedad, sino porque la imagen que exhibe es de un valemadrismo mexicano (así le llaman) a lo que dictan las normas internacionales en el caso de las pandemias.

El virus, ha dicho la Organización Mundial de la Salud, no se encuentra en el aire, sino que se transmite a través de gotitas de saliva o mucosidad que expulsamos los seres humanos al toser o estornudar.

Estas gotitas caen sobre la ropa, los objetos y superficies que rodean a la persona, de modo que otras personas pueden contraer la COVID-19 si tocan estos objetos o superficies y luego se tocan los ojos, la nariz o la boca. También pueden contagiarse si inhalan las gotículas que haya esparcido una persona con COVID-19 al toser o exhalar. Por eso es importante mantenerse a más de 1 metro de distancia de una persona que se encuentre enferma.

Y por el bien del propio Presidente esperamos que antes de cada uno de sus baños de pueblo, las personas que acuden sean revisadas por especialistas médicos, para que en esas constantes muestras de la egolatría no se cuele alguien que contagie a un adulto mayor como él.

Dicen los especialistas David E. Bloom, Daniel Cadarette y JP Sevilla en su trabajo “Las enfermedades infecciosas nuevas y recurrentes pueden tener amplias repercusiones económicas” que la rápida transmisión de las enfermedades, a nivel nacional e internacional, hace que la respuesta oportuna a los brotes iniciales sea esencial. “La posibilidad de epidemias se ve magnificada, no solo por la globalización, sino por el doble fenómeno del cambio climático y la urbanización”.

Explican que “con la urbanización, más personas viven hacinadas, lo cual amplifica la transmisibilidad de una enfermedad contagiosa. En zonas de urbanización rápida, el crecimiento de los tugurios hace que más gente viva en condiciones de saneamiento deficiente y con poco acceso a agua limpia, lo que agrava el problema”.

También advierten que invertir en mejorar el saneamiento, el suministro de agua limpia y la infraestructura urbana puede reducir la frecuencia del contacto humano con agentes patógenos.

Evidentemente crear sistemas de salud sólidos. En México ya no lo tenemos. Andamos a la buena de Dios.

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