Escalada Contra la UNAM

*El Rector Graue y la Junta de Gobierno en la Mira

*¿De Dónde han Provenido las Agresiones?

*La Embajada de Estados Unidos y el Proyecto Camelot

*Otros Actores han Sido los Gobiernos en Turno (no Todos)

Por Ezequiel Gaytán

Precisamente en la semana que iniciaron clases en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) se desencadenó una escalada de paros en varios planteles de educación media superior y superior, cuyas demandas son la satisfacción total, por parte de las autoridades de esa casa de estudios, del pliego propuesto por activistas en materia de seguridad en los campi y atender preventiva y correctivamente las medidas de equidad de género, lo cual es plausible y que ya, es de justicia decirlo, la UNAM ha estado trabajando en la materia. Sin embargo, los paristas han agregado dos puntos a su pliego que a todas luces nos hace ver el trasfondo político de ese movimiento, pues demanda la renuncia del rector Enrique Graue y de la Junta de Gobierno.

Las agresiones externas en contra de la UNAM históricamente han provenido, desde principios de la década de los años sesenta del siglo pasado,  de al menos  cuatro actores claramente identificados. La iglesia y la extrema derecha mediante lo que fue uno de sus brazos más violentos: el Movimiento Universitario de  Renovación y Orientación (MURO) que eran jóvenes adiestrados en artes marciales y su objetivo era combatir el comunismo. Pero hasta donde recuerdo, dejaron de operar en la UNAM en la década de los años setenta y después no he sabido de la existencia de ese grupo. El segundo actor fue la Embajada de los Estados Unidos que también tuvo presencia en la UNAM en la década de los años sesenta y setenta debido a la guerra fría y que se preocupaba por la cantidad y calidad de la gente de izquierda que estaba concentrada en el campus, de ahí que impulsó el Proyecto Camelot, que por cierto también operó en otros países de América Latina, y cuya esencia era evaluar las causas de las revueltas sociales e identificar en el continente las medidas que un gobierno podría tomar a fin de evitar su derrocamiento. Consistió en contratar estudiantes mexicanos de ciencias sociales y capacitarlos en temas tales como acción cívica, activismo, guerra psicológica. El ejército norteamericano reconoció la existencia de dicho Proyecto y hasta donde se sabe dejó de subsidiarlo a fines de la misma década. El tercer actor que ha desencadenado movimientos estudiantiles en la UNAM es el activismo de izquierda y que en sus orígenes tuvo el respaldo del Partido Comunista y que posteriormente se transformó en el Partido de la Revolución Democrática (PRD), recordemos la huelga de 1999 y su innegable presencia. Por supuesto que no es el único partido de izquierda que manipula grupos en las instalaciones universitarias.

El cuarto actor con presencia e influencia en la UNAM es elementalmente el gobierno, fundamentalmente a través de la Secretaría de Gobernación y el gobierno capitalino. Cito tres ejemplos: el primero fue la caída del rector Ignacio Chávez mediante la orquestación del entonces secretario de Gobernación Luis Echeverría y con el respaldo del entonces gobernador de Sinaloa Leopoldo Sánchez Celis. El segundo se puede identificar en el movimiento estudiantil de 1968 y a los activistas del entonces regente Alfonso Corona del Rosal y el tercero es cuando el Sindicato de Trabajadores de la UNAM se fue a huelga durante el periodo en que Carlos Salinas tomaba posesión y el campus permaneció cerrado.

La situación por la que está atravesando la Máxima Casa de Estudios del país es otro claro ejemplo de que alguien del gobierno está moviendo a los activistas y su intención, por lo que puedo vislumbrar, va más allá de la destitución del rector Enrique Graue; desea desaparecer a la Junta de Gobierno con la intención de crear una falsa democracia y proponer que por voto libre, directo y secreto los profesores, estudiantes y trabajadores elijan a las autoridades. Luego entonces el presupuesto destinado a la UNAM abrirá un capítulo del gasto para elecciones o serán los partidos políticos quienes subsidien a los candidatos, con lo cual es el fin de la autonomía, pues es claro que las autoridades electas serán proclives a satisfacer los deseos e intenciones de sus padrinos. Peor aún, los planes y programas de estudio serán unidimensionales a la ideología de quienes sufraguen los gastos de las campañas.

Defender a la UNAM es defender la libertad de cátedra y de investigación, es apostar al futuro y permitir que los jóvenes decidan libremente acerca de sus ideas mediante el pensamiento crítico. Lo que está en juego es mucho y perderlo será retroceder siglos.

 

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