Un Avión Símbolo del Desprecio a los Mexicanos: No son Ocurrencias

Artículo Invitado

Por Luis Miguel Martínez Anzures

Hace algunos días, como ya es costumbre, el presidente Andrés Manuel López Obrador, propuso en su conferencia de prensa matutina que el avión presidencial (el cual aún no ha conseguido comprador), pudiera ser rifado a partir del sistema de la Lotería Nacional, en donde la dinámica sería sacar 6 millones de boletos con un precio de 500 pesos cada uno y el ganador convertirse en el propietario de dicha aeronave.

Por supuesto, las bromas cibernéticas no se hicieron esperar. Un avión estacionado afuera de una unidad del Infonavit; un hombre acosado por el insomnio imaginándose jugar arrancones en Eje Central cuando gane la rifa. En fin, el anuncio por parte del Ejecutivo Federal, sobre las opciones para enajenar el avión presidencial tuvo más kilometraje en la blogósfera que los recorridos que llegó a hacer Enrique Peña Nieto en este Boing 747, un verdadero “palacio en los cielos”, como lo describió el actual presidente.

Pero no todo fue broma en redes sociales. Muchos otros aprovecharon el asunto para lanzar iracundos mensajes en contra de AMLO con duros epítetos entre los cuales “payaso” fue uno de los más elegantes. En el balance final de toda esta oleada de intercambios, había alguno que enunciaba lo siguiente: “está cagado que les parezca que rifar el avión presidencial es una ocurrencia, pero que haberlo comprado por 218.7 millones de dólares en un país con 52.4 millones de pobres, fuera de lo más normal”. En efecto, los métodos de este presidente para deshacerse de un avión absurdo pueden ser anecdóticos, y quizás no muy correctos en sus formas, pero llama la atención el encono con el que se le crucifica, considerando el desinterés que mereció en su momento esta infame compra.

No se debe confundir la sustancia con las apariencias. Mirar la paja en el ojo ajeno, sería una práctica peligrosa y arriesgada para el análisis de los asuntos públicos de este país.

Hasta la fecha, se han pagado por esta faraónica aeronave 1,833 millones de pesos y faltarían por liquidar 2,724 millones de aquí al 2027, le guste o no a los contribuyentes. En total será un costo superior a 4,500 millones de pesos, que habrán de salir de los bolsillos de todos los ciudadanos de este país, por una decisión de Felipe Calderón, tomada en los últimos meses de su sexenio, con el propósito de que su sucesor no se molestara en pisar los pasillos de un aeropuerto cuando viajase al extranjero.

Llama la atención que, en aquella ocasión, algunos especialistas se preguntaron, si esa generosidad del panista para con el priísta fue una forma de comprar beneplácitos e impunidades futuras. ¿De qué otra manera se entendería pagar por un lujo de esa magnitud sabiendo que no habrá de recibirse sino hasta después de entregar el poder a su sucesor?

Hoy que el avión se vende prácticamente nuevo, pero a mitad de precio, no se encuentran compradores; y no se les encuentra porque, en efecto, se trata de una aeronave absurda cuya utilización en sí misma, es bastante irracional de llevarse a cabo (en términos económicos). Ningún jeque despilfarrador corrió para aprovechar la ganga; ningún soberano de país rico se interesó por el tema. Todo lo contrario. El avión en realidad es incosteable para trayectos menores a cinco horas de vuelo, lo cual significa que estaba destinado a viajes trasatlánticos, algo que un presidente realiza en promedio dos o tres veces al año. ¿Entonces, se compró un avión cuya utilización es para un par de veces al año solamente? ¿Esta es la forma de gobernar de un ejecutivo federal comprometido con el abatimiento de las necesidades y grandes temas impostergables de un país como México? Sería conveniente que quién lo mando comprar contestará a dichas interrogantes.

Lo que es cierto es que, hasta el momento, nadie en el mundo ha encontrado sentido en adquirirlo; no obstante, por misteriosas razones, Calderón consideró impostergable hacerlo a costa incluso de endeudar al erario.

Por lo anteriormente referido, se puede entender que López Obrador, con su política de austeridad, encuentre doloroso el pago de 2,700 millones pesos restantes existiendo tantas asignaturas pendientes. Tras un año de frustrante búsqueda por un comprador, parece estar decidido a forzar las circunstancias para que el propio avión pague la deuda pendiente. Cualquier cosa antes que seguir abonando intereses a un monumento a la frivolidad y la corrupción política. Hace bien, seguir manteniendo deudas nunca es bueno y menos cuando las necesidades del Estado son tantas e insustituibles.

Por esta razón es de suponerse que algunos que ridiculizan al presidente de la república, son los mismos que consideraban que el avión presidencial de lujo era una cuestión de imagen para engrandecer el nombre de México. Estos mismos personajes, puede suponerse también, que asumían como un motivo de orgullo para los mexicanos, tener al hombre más rico del mundo, en los años en que Slim encabezaba la lista de Forbes. No parecían darse cuenta de que tener a un millonario por encima de cualquier potentado alemán o francés, o un avión presidencial más lujoso que el equivalente de Japón o de Canadá, no hace sino confirmar, por  qué este país sigue siendo subdesarrollado. Este es el fondo del tema.

A los ojos del mundo, que no ignora los terribles niveles de desigualdad o pobreza que México tiene, tener el avión que estas naciones no tienen, simplemente da cuenta del despilfarro y la corrupción que explican el abandono a la mitad de la población y los privilegios con los que opera la élite empresarial de este país.

De las cinco opciones que el Presidente dio a conocer (venta a un solo comprador, intercambio por equipos y medicinas, venta a doce compradores, renta por horas y sorteo) la última, la rifa entre seis millones, parecería la más compleja de instrumentar. Y, sin embargo, (según parece), es la que más le gustaría al presidente de la república, por su grado de significación. Un padrón de seis millones de mexicanos estaría subsanando y resolviendo, la venta de un símbolo de la corrupción del pasado. Y no, no es un Fobaproa, porque no se trata del rescate de un grupo de empresarios, cuando se convirtió en deuda pública la deuda privada de los bancos y la pagaron todos los contribuyentes cautivos de este país. No señores, esto no tiene nada que ver con un rescate de dichas características. Acá se trata de un esfuerzo masivo para neutralizar la infamia absurda de presidentes que operaron a espaldas del bienestar común (el interés que debería perseguir el Estado en primera instancia) y convirtieron en deuda pública un capricho absurdo.

Un país como México no está para tener una aeronave tan cara y costosa en su mantenimiento, pero mucho menos, para enarbolar a partir de semejantes adquisiciones, el desprecio al combate de la desigualdad social y económica que debe llevar a cabo, como tarea permanente este país. Que se venda o se rife ese avión lo más pronto posible, es regresarle fortaleza al Estado mexicano, a partir del reconocimiento de la voluntad colectiva de sus ciudadanos.

 

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