Voluntarios Pagados Para los Cinturones de la paz

Por Joel Armendáriz

Y durante la marcha del 2 de octubre el gobierno de la Ciudad de México informó que habría “12 mil voluntarios” para cuidarla. De poco sirvieron aunque las auto loas hacia la Jefa, la que no está sola, abundaron.

En otra la feminista, la del 25 de noviembre en donde el vandalismo llegó desde Cuauhtémoc –el último emperador azteca- hasta Benito Juárez –el mejor presidente que ha tenido México afirma Andrés Manuel López Obrador-, Claudia Sheinbaum festejó que no “pasara nada” gracias al cordón de “voluntarios” y al cuerpo policial femenil que resguardó la “seguridad” de las que marchaban y de los ciudadanos además de los comercios y oficinas.

¿Voluntarios?

¡Falso!

Van por la tercera y la vencida aunque no se sabe cuándo.

Personal del DIF capitalino informó a este reportero que les ofrecieron aumentar sus vacaciones en un día “si asistíamos como voluntarios”.

Lo mismo ocurrió con la del 2 de octubre, con la diferencia que en aquella ocasión les otorgaron “tiempo extra” en su pago decenal.

Cuando se habla de que el “voluntario” acude porque es “solidario” con la Jefa política de la Ciudad de México, surge la pregunta: ¿quién con dos dedos de frente y que nunca haya sido entrenado para conservar el orden, la paz e impedir el vandalismo acepta una misión de riesgo?

¡Nadie!

Porque son burócratas de escritorio, de oficinas, en las que los mayores riesgos son un resbalón cuando limpian los pisos o un dedo apachurrado al cerrar el cajón del archivero.

Por si el peligro fuera menor, hay que revisar los videos –si es que no vivió en vivo y a todo color el vandalismo- y darse cuenta de que los “voluntarios” sirven para lo que se le unta al queso: ¡para nada!

Porque en cuanto observan que quienes marchan, hombres, mujeres e integrantes de la comunidad lésbico gay, comienzan a agitarse por la presencia de la adrenalina de poder destruir algo sin que se tenga que pagar nada, se hacen a un lado.

Rompen la “cadena humana” –que consiste en un lazo que pasa de mano en mano- y dejan que la violencia escale.

Qué decir del batallón de mujeres policías. No hay una, por lo menos no se ha visto, que mida más de un metro con 60 centímetros –y son las altas- y que se muestre musculosa para hacerle frente a las o los anarcos que se infiltran en las marchas.

Los voluntarios no son ni con mucho personas que vayan por gusto. Lo hacen por la disyuntiva: un día de vacaciones más, tiempo o extra o suspensión de tres días.

Es contra la ley, pero ya se sabe que en la cuarta transformación entienden que las leyes se hicieron para violarlas. Y si frenan las acciones, entonces hay que cambiarlas. Para eso es el poder.

A los “voluntarios” ya no les sor-prende que sus delegados sindica-les –porque la mayoría de quienes forman los cordones de paz pertenecen al Sindicato Único de Trabajadores del Gobierno del Distrito Federal (todavía se llama así)- les “sugieran” acudir a un evento so pena de ser sancionados con sus-pensiones intermitentes.

No, no es culpa de la actual administración que se obligue a los trabajadores a formar vallas, ya para aplaudir el Alcalde o para escuchar los mensajes o informes de la Jefa de Gobierno.

Es una herencia, que no se pue-de soslayar, y que proviene de los tiempos en que el Presidente de la Re-pública nombraba a los regentes y la inercia hizo que los Jefes de Gobierno electos por el voto popular, siguieran con la costumbre.

La diferencia estriba en que en los tiempos tricolores y más tarde en los amarillos no se pregonaba que los trabajadores acudían a eventos en calidad de voluntarios sino como “invita-dos especiales”. Pero también recibían su pago. Nada en política es gratis.

¿Habría forma de que el gobierno capitalino, como ente, les dijera la ver-dad a los ciudadanos?

Porque decir que “no pasó nada” –es la frase utilizada por Sheinbaum después de cada marcha- cuando el vandalismo destruye importantes monumentos no deja de ser una “piadosa mentira”. Como si la televisión y los periódicos relataran otros hechos.

Y como colofón hay que escribir lo que una lona, portada por una feminista decía: protegen más las estatuas que a las mujeres.

Es la contradicción absoluta. Las estatuas no destruyen, recuerdan la historia. Y si la mayoría se irrita, hay que solicitar la remoción de las obras de arte debidas a los genios como Manuel Tolsá, Guillermo de Heredia y Francisco M. Jiménez entre otros muchos arquitectos, ingenieros y artistas plásticos.

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