Proyectos de Desarrollo: Acertados y Fracasados

Las Revueltas de Silvestre

*Vuelta al Pasado, Problemas Pretéritos no Resueltos

*Hacia Atrás por Referente Gubernamental del Presidente

*La Falta de Visión Estratégica de las Autoridades

Por Silvestre Villegas Revueltas

Al despuntar el siglo XX los países más industrializados como Alemania, los Estados Unidos, Inglaterra y Francia contaban ya con una burocracia profesional que planificaba las metas que deberían conseguirse a corto, mediano y largo plazo. Por ejemplo, la iluminación y pavimentación en calles y avenidas se veía como una necesidad apremiante para las ciudades británicas; la construcción de inmensas flotas navales (Alemania y Japón) debía conseguirse a mediano plazo si se pretendía liderar el grupo de potencias coloniales. Y en cuanto a proyectos de largo alcance como la dominación estadounidense del hemisferio occidental, el derecho al voto de la población femenina o la cobertura universal de servicios médicos y hospitalarios a la ciudadanía, todos los anteriores objetivos se antojaban esenciales, pero alcanzarlos era producto de la maduración de diversos factores.

A la larga se materializarían en beneficios para un país determinado o para una población en particular: la guerra hispano-americana convirtió a los EEUU en potencia regional y la Primera Guerra la transformó en potencia mundial. Por lo que se refiere al movimiento sufragista, el conflicto europeo de 1914 a 1918 catapultó la victoria femenina porque ellas tuvieron que trabajar en la industria mientras los hombres iban a la guerra; en cuanto a los servicios universales, gratuitos del sector salud en Francia se consiguieron después de la Segunda Guerra Mundial con la preponderancia del estado benefactor, pero en los Estados Unidos el tema de la gratuidad y existencia de una medicina pública, solamente hasta la administración del presidente Obama, y por un tiempo efímero, logró que dicha aspiración fuese una realidad Pero la administración de Trump ha dado pasos decisivos para revertirla.

En el otro campo del devenir histórico mundial, esto es, la derivada de los movimientos totalitarios y las revoluciones sociales que detentaron el poder a lo largo de distintos momentos durante el siglo XX como la Alemania del nacional-socialismo y la Italia del Partido Fascista, o los casos de la Revolución Mexicana, la Revolución Soviética, la Revolución China y la Revolución Cubana por mencionar a los movimientos de protesta social más importantes, en todos estos casos “los revolucionarios” se propusieron transformar radicalmente sus respectivos países. Nos hemos acostumbrado después de la victoria aliada en 1945 a considerar al nazismo y fascismo como la esencia del horror del pasado siglo. Ello fue una realidad, pero antes de la Segunda Guerra Mundial los apoyos y simpatías al régimen hitleriano lo mismo estaban en EU que en toda América Latina, en diversos países europeos como España, Hungría; fuera del ámbito occidental no se nos debe olvidar al Japón y los países del Medio Oriente que habían sufrido el colonialismo anglo-francés. El Tercer Reich no duró mil años, pero proyectos como el automóvil Volkswagen, la aspirina, las espléndidas autopistas alemanas, la cultura del esfuerzo y trabajo muy bien planeado y ordenado definen a la Alemania del siglo XXI.

En cuanto a las transformaciones sociales en México, Rusia, China y Cuba debe subrayarse como primera característica que, cada caso en su tiempo, los cuatro países eran “subdesarrollados” a pesar del boato de la corte zarista. Los revolucionarios tenían como problema mayúsculo civilizar y modernizar a la mayoría de sus respectivas poblaciones: combatir el analfabetismo generalizado a partir de la escuela oficial, erigir un sistema de salud público prácticamente inexistente, planear y dificultosamente construir todo el entramado de comunicaciones terrestres, aéreas y navales; prácticamente de la nada, planear la instalación de una industria nacional que produjera con tecnología propia una serie de productos manufacturados. En los cuatro casos que se ejemplifican, las revoluciones comenzaron su transformación a partir de la modificación constitucional y de su entramado jurídico; para el caso mexicano entre 1921 y 1970 el país transitó de ser un mapa vacío a otro que ya apuntaba muchos servicios públicos y el fortalecimiento de una industria mexicana que, con todas sus deficiencias y consentimientos oficiales, es la única que hemos tenido: hoy somos maquiladores de tecnología extranjera pomposamente llamada industria automotriz, aeronáutica en Querétaro, electrónica en la frontera norte. Por lo que se refiere a la planeación soviética, la China y la comunista en Cuba, los forzosos y muchas veces inhumanos planes quinquenales stalinistas se materializaron en la industria soviética que produjo tractores, aviones de combate, bombas atómicas, pero también en el desciframiento de la lengua maya. Bajo “el timón” del camarada Mao Tse Tung, el Gran Salto Adelante terminó siendo un fracaso terrible, lo mismo que la supuesta Revolución Cultural, pero ambos experimentos cimentaron una disciplina entre el pueblo chino que hoy es la base del despegue económico que es el denominador de los últimos cuarenta años. Preguntar a los directivos chinos sobre el progreso y la planeación de obra pública, desarrollo industrial, capacidad inventiva y artística, la respuesta va de metas a cinco años a otros objetivos a cumplirse en 25 o 30 años: no es la visión cortoplacista mexicana de usufructuar, que no desarrollar, mientras dure el sexenio y el compadre en el poder.

Hace un par de sexenios, y quizá inspirándose en una canción de protesta latinoamericana, diversos intelectuales mexicanos se preguntaron “¿Cuándo perdimos el camino?” La respuesta no es sencilla porque desde la postura del análisis sociológico, de la práctica política o de la teórica económica, el momento de pérdida pudiera ser, el desencanto por los frutos de la Revolución Mexicana a partir de la segunda década de 1950; o el despilfarro y luego la corrupción/narcotráfico rampante que definió sucesivamente los sexenios de Echeverría y López Portillo; también pudiera considerarse el esquema y posterior práctica en que se llevaron a cabo las privatizaciones de las otrora empresas públicas del estado mexicano. Como me dijo una persona que trabajó en altos mandos de PEMEX, no se trató de destruir a la empresa sino de hacerla ineficiente a propósito, luego privatizar sus muy diversas áreas para beneficio de los amigos y de aquellos que tenían contactos con el poder: ello sucedió de manera amplia y sin rubor a partir del 2008. Hoy, hay muchas cosas que preocupan. Si el presidente López Obrador genuinamente quiere cambiar al país, sus acuerdos con la CNTE, su procedimiento en torno a la relación con sus miembros partidistas en el Poder Legislativo, o el entendimiento que ha tenido que aceptar con algunos de los empresarios más poderosos de México recuerdan episodios pasados en los últimos cuarenta años. Algunos han subrayado que vamos para atrás, yo diría que sí, pero matizando, se vuelve al pasado porque los problemas pretéritos no se han resuelto. Se ve para atrás porque es el referente gubernamental del presidente, pero también no se avanza por falta de visión estratégica de las autoridades. En el caso de los problemas de tránsito, vehiculares, contaminación en la Ciudad de México, las respuestas de la administración Sheinbaum son recetas añejas, fallidas algunas de ellas, pero y sobre todo rebelan una falta de imaginación.

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