Toledo, El Grande

Desenfado en el vestir, alejado de la opulencia, cercano a las causas sociales, Francisco Toledo murió y con él se fue el talento del, quizá, último grande del grabado, la pintura, la escultura. A los 79 años y víctima de una larga enfermedad, el nacido en Juchitán, Oaxaca y reconocido con  los galardones Premio Príncipe de Asturias de las Artes, Premio Nacional de Ciencias y Artes, Premio Príncipe Claus y Premio Right Livelihood, Toledo deja huellam imborrable.

Impresor, dibujante, pintor, escultor y ceramista. Su arte reflejó un gran aprecio por la estética de la naturaleza, particularmente la de animales que no son convencionalmente asociados con la belleza como monos, murciélagos, iguanas, sapos e insectos. En su escultura tuvo dos formas de expresión, una donde representó cosas del mundo natural, específicamente bestiarios de distintos animales y otra donde se despegó totalmente de la realidad. “Fragua, de ese modo, un universo que ata cabos con lo real y, simultáneamente, despliega la metáfora.”2​ Esta última se deja ver en su obra gracias a que representa figuras humanas y de otros animales en una forma de apareamiento ya sea explícito o simbólico. (Driben, Lelia (2012). Historia Del Arte Mexicano: La Generación de la Ruptura y sus antecedentes. Fondo de Cultura Económica) (Foto Cortesía El Sol de Puebla)

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